Chico Miserias

 

Este era un herrero muy pobre, muy pobre que tenía su trabajo de la herrería, que le decían Chico Miserias por más nombre. Ese señor se enfadó de trabajar mucho en su trabajo porque ya vivía muy pobre. Y le dice un día a la señora: —Vieja, voy yo a hablarle al diablo porque ya me enfadé de trabajar tanto y voy a decirle que me dé mucho dinero para gastar, porque ya no hallamos qué hacer.
Le dice la señora: —No, viejo, no vayas porque no conviene que vayas a hablarle al diablo tú para eso.
Dijo: —No, yo sí voy. Envuélveme unas tortillas para irme a hablarle.
La señora se las envolvió las tortillas. Y se fue al cerro donde incontró unas peñas muy altas. Luego le habló al diablo tres veces. Entonces el diablo se le aparece con un vestido muy negro con una mula muy prieta. Llega el diablo con él y le dice: —¿Qué andas buscando, buen amigo?
—Ando buscando al diablo para que me dé mucho dinero porque estoy muy pobre. Ya me cansé de trabajar. Ya no quiero yo sufrir tanto.
Dice: —¿Sabes con quién estás hablando?
—No, señor. Yo no sé con quién hablo.
Dice: —Pos, yo soy el diablo a quien buscas tú.
Entonces le dice el diablo: —¿Así es de que tú quieres mucho dinero?
—Sí, señor.
—Entonces yo te daré dinero para que gastes todo el tiempo que vivas y no se te acabará nunca.
—Muy bien, le dice el señor.
Partió para su casa y se fue y llegó con su señora y le dice: —Vieja, ya traigo mucho dinero para que gastes y ya no se nos acaba nunca.
A la señora le dio por lo pronto, le dio por lo pronto, le dio mucho gusto.
Pero entonces cuando él le dice: —Pero con la condición de que tengo que darle el alma al diablo con el plazo de quince años. Me va a dejar trabajar aquí en mi casa para que siga trabajando y viviendo aquí.
Eso no le pareció a la señora porque siempre tenía que llegarles el plazo un día. Y luego le dice. Llega el tiempo del plazo que se pusieron y fue el diablo y le dice: —Ya se llegaron los quince años.
—Sí, buen amigo.
Y se fue él. Había pedido las mercedes de cuando el señor San José le pidió trabajo. Entonces le dijo Chico Miserias al diablo, dijo: —Siéntese aquí, amigo, mientras que yo hago este frenito, para que descanse un rato.
Entonces se sentó el diablo en el banco. Ya que se le hace muy tarde al diablo, se fue, quería irse para su casa y llevárselo. Entonces le dice Chico Miserias: —ya levántese, pues, para irnos.
Y el diablo hacía muchas luchas en levantarse y no podía porque estaba pegado.
Entonces le dice el Chico, Chico Miserias: —Levántese, señor. Vámonos.
Y hace miles de luchas y el diablo no se levantaba porque estaba pegado.
Entonces ya, luego que ya el diablo conoció que estaba pegado, entonces le dice: —Mire, Chico Miserias. Déjame ir y yo te voy a dar otros quince años de plazo para que sigas trabajando.
—Muy bien, amigo.
Entonces ya se levantó el diablo y se fue, pegando unos alaridos. Entonces Chico Miserias siguió trabajando con otros quince años de plazo. Al mucho tiempo que se llegó el plazo, entonces el diablo pensó llevarse unos cinco diablos más y en el camino les dijo: —No se vayan a sentar en el banco porque se pegan. Y no conviene eso porque después es un trabajo para levantamos de allí.
Los diablos como venían de acuerdo ya no se sentaban en el banco. Pero como le había pedido otras mercedes Chico Miserias al señor San José de que tenía unos árboles muy bonitos en su casa con mucha fruta. Luego le dijo Chico Miserias al señor San José que todo aquel que subiera al árbol que no se bajara de allí hasta que él dijiera.
Entonces le dice, llegaron los diablos allí con Chico Miserias: —Amigo, hemos venido por ti.
—Está muy bien, amigos. Pasen. Siéntense en el banco.
Dice: —No, en el banco, no. No nos sentamos porque nos pegamos.
Y el diablo grande poniéndolos de acuerdo a los demás porque él ya sabía. Entonces les dice Chico Miserias: —Súbanse, pues, acá a estos árboles para que coman fruta, mucha, que ahí está muy buena.
Se subieron los diablitos al árbol y comieron fruta hasta que se llenaron.
Luego que ya Chico Miserias quiso bajarlos les decía que se bajaran pero ellos no podían bajarse, y a díceles y díceles que bajaran y no se bajaban. Entonces les dejó bajar de a uno por uno. Metía una cintareada, una cintareada a cada uno de ellos. Luego el más chico le dice: —Mire, Chico Miserias, no me pegues a mí, que vamos a otros quince años de plazo para que no me golpíes a mí.
—Muy bien.
Les dejó ir otra vez. Entonces le dice Chico Miserias al diablo grande : —Ya no vuelvas a traer tu gente. Tú vente solo.
Pues el diablo no hizo caso. Se fue y cuando se le llegó el otro término de su plazo les dice el diablo demás a todos los diablos, les dice: —Vámonos todos y no se vayan a sentar en el banco ni a subirse a los árboles porque nos friega Chico Miserias. Es muy bravo. Es muy camandulero.
—Muy bien.
Se vinieron todos los diablos y luego les dice, llegaron: —Amigo, hemos venido por fin.
—Muy bien, señores. No más déjenme arreglar esta rejita que estoy arreglando aquí y luego luego nos vamos.
—Ándele, pues, pronto, porque ya se hizo tarde.
Y dijo: —Bueno. Déjenme arreglarla ustedes.
Se la arregló bien y luego que acabó de arreglar la reja, entonces ya les dijo: —Si son tan diablos, ¿cómo no se meten en esta canana?
Ya dice el diablo chiquito, dice : —Yo sí me meto.
Y Chico Miserias le abrió la puerta a la canana y se metió enterito, y luego otro y luego otro hasta que se acabaron todos de meter y quedó el diablo grande en la puerta de la canana. Luego le dice, luego les agarra Chico Miserias con el mismo marro en el banco y les pone una monda de trancazos allí en el mismo banco.
Ya le dice el diablo grande, dice: —Mira, Chico Miserias. Ya no me golpíes. Te vamos a dar libre. Ya no nos volvemos a ver jamás. Ya no te volvemos a molestar nunca.
—Muy bien.
Se fue Chico Miserias y luego que Chico Miserias llegó al purgatorio entonces encontró a la puertera y le dice: —¿Que no me dejas entrar para adentro, al purgatorio?
Dijo: —No. Tú no tienes permiso de entrar aquí porque hace quinientos años que entró una alma y jamás ha vuelto a entrar otra.
Entonces se fue Chico Miserias y cuando iba llegando al infierno entonces ya los diablos empezaron a ispiar que iba Chico Miserias y empezaron a cerrar todas las puertas y ventanas y cuanto tenían ellos allí en sus haberes y luego ya dice, que iba, que iba Chico Miserias. Tocó la puerta Chico Miserias y les dijo que le abrieran la puerta y todos los diablos, ninguno ni desollaba nada.
—Muy bien.
Dio vuelta Chico Miserias al purgatorio otra vez. Luego le dice a la ánima puertera que le diera entrada, que ¿en dónde, pues, iba a caber? Que si no había en donde entrar él.
—Pos, no.
¿Qué iba a haber permiso para que entrara él?
Luego se fue a la gloria y le dijo a San Pedro, le dijo: —Déjame entrar, Pedro. Siquiera déjame meter los ojos para ver adentro.
Y San Pedro que le abre la puerta tantito y este que se mete: —¡Ay, ay, ay, no aprietes! ¡Ay, ay, ay, no aprietes!
Luego se abrió más Pedro y se metió todo para adentro.

 

Nº de referencia: 69

Al habla:
Pedro Lomelí
(45 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Mezcala (Tepatitlán de Morelos, Jalisco), el 25 / 10 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

Ver en el mapa: localidad / sitio de documentación / lugares mencionados

 

Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 51

Notas

 

Ver los motivos
) -

 

Ver los tipos

330. - The Smith and the Devil (previously The Smith Outwits the Devil). (Bonhomme Misere.) (Including the previous Types 330A-D and 330*.)

 

Materiales adicionales

 

 

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