Casiminillo

 

Había un señor que tenía tres hijos. Y este un día le dijo al más grande: —Tienes que ir a cuidar la huerta porque los animales lo están perjudicando.
Y entonces se fue este a dormir allí. Y su papá le dio una cobija buena para que no tuviera frío. Y entonces este, seguro que con la cobija tan buena, se durmió y ya los animales lo comieron todo.
Otro día el papá fue a verlo. Estaba todavía dormido. Entonces con ira lo agarró y le pegó y lo corrió de la casa. Otro día le dijo al que seguía, dijo: —Tú también te vas a ir a cuidar.
Y entonces se fue a cuidar y le pasó lo mismo. También lo corrió.
El más chico le dijo a su papá: —Papá, yo quiero ir a cuidar la huerta esta noche.
Y entonces le dice el papá, dijo: —Tú no puedes hacerlo. Estás chico.
Y entonces le dice el chico: —¿Qué le hace, papá? Déjame ir.
El papá por no estar correteando con él, le dejó ir y este cuidó muy bien la huerta. Su papá en la mañana fue y lo vio y le dijo: —Hijo, te voy a conceder una merced, la que tu quieras.
Entonces le dice: —Papá, déjame ir con mis hermanos.
Dijo: —No. Si no te dejo ir.
—Pues, ya me dijiste que sí me dejabas.
—Ándale, pues.
Y se fue a seguir a sus hermanos. Uno de ellos llegó a donde había unos soldados que tenían que cuidar un trigal. Y este en la noche fue a cuidar el trigo, cuando se durmió y también le pasó lo mismo que con el papá. Al que se seguía lo mismo y el más chico llegó también a esa hacienda y este le dijo al rico que él le cuidaba. Entonces el rico le dijo: —¡Ándale, pues! ¿Qué necesitas?
Ya dijo: —Necesito una silla, un cinco de clavos, una guitarra y una soga. Entonces este clavó los clavos en la silla y luego se sentó en ella. Y también se me pasaba decir que llevaba una guitarra y empezó a tocar. Este se quería dormir y se reparaba en los clavos y se despertaba. Ya que el sueño fue muy agudo, entonces agarró la soga y hizo un columpio donde estaba un hoyo. Este allí oyó un tropel cuando pronto quita la soga y luego se hace del portillo y al brincar laza un caballo prieto.
Entonces el caballo le dice: —Déjame ir a comer triguito y cuando te encuentres en alguna pena o en algún servicio rápido que tú necesites, luego reclamas a mí y dondequiera que esté voy a dar con silla y enfrenado.
Entonces dijo: —¡Ándale, pues!
Se puso y comió trigo. Cuando oye otro tropel y era un caballo colorado.
Lo laza y pasó lo mismo. Lo dejó comer trigo. Cuando entonces oyó otro y al brincar lo lazó de vuelta y ya le dice: —Déjame comer triguito y cuando te encuentres en algún peligro allí estoy con silla y enfrenado.
Dice: —No te dejo porque ya tengo dos allí comiendo y después me dejan lo mismo.
Dijo: —Además de esto te voy a dar una varita de virtud y cualquier peligro que te encuentres no más aclamas, "Dios y varita de virtud," y todo lo que tú quieras se arregla.
Dijo: —¡Ándale, pues!
Y entonces dijo: —Pero sácamela. La traigo debajo de la cola.
Y el chamaco le dice: —Me vas a dar una patada.
Dice: —No. No te pego, dice.
Entonces fue y se la sacó y comió trigo y se fueron los tres.
Otro día en la mañana vio venir al patrón con una canasta de pan y una olla de chocolate. Y entonces dice: —¡Ea, varita de virtud! Con la virtud que tú tienes y la que Dios te ha dado, ponme este trigal pero bueno y está para cortarse.
Y entonces se puso el trigal luego luego como él pedía. El rico llega y le trae su desayuno y él come y en seguida se retira pero el hacendado le dijo: —No. Tú vas a estar acá cuidando el trigo.
Dijo: —No, me voy a seguir a mis hermanos.
Luego le dijo que por qué camino se habían ido y ya le dijo al rico que por cuál. Y se fue, con los hermanos por allá en un cerritillo donde se encontraban solos, ni casa ni nada que... onde refugiarse. Viene la hora de la comida cuando luego dicen: —Allá viene mi hermano. Si no nos da de comer lo matamos.
Entonces aceptaron los dos. Luego le dijo: —Hermano, si no nos das de comer te matamos.
Y entonces éste dijo: —Pero hermanos, ¿aquí dónde les doy de comer?
—Pos, tú sabrás. Si no, te matamos.
En seguida se fue a un zanjoncito y le dice a la varita de virtud: —¡Ea, varita de virtud! Con la virtud que tú tienes y la que Dios te ha dado que nos pongas aquí un chiquihuite con comida de la que ellos tengan ganas, un cantarito de agua, nuevo para que sepa mejor, para que no me hagan nada mis hermanos.
Pos, llega la comida y en seguida que comieron se marcharon. Él siempre iba detrás de ellos y al llegar donde estaba un lienzo, allí estaba un nopal. Y luego se hizo para adelante el hermano, y para detrás ellos. Y al llegar allí le dice el hermano: —Si no nos tumbas tunas te matamos.
El nopal ciertamente estaba muy espinoso y este se hizo el ánimo y se subió.
Pos, arriba le dijo a la varita de virtud, que se cayera el nopal en ellos y él quedara parado. Pos, así fue. Ya se levantaron todos espinados. Se fueron más corajudos con él.
Al llegar a una barranca entonces dice uno: —¡Aquí sí! Hermano, te pones listo. Lo vamos a matar de una pedrada, ¿eh?
—Sí.
Aceptaron y al llegar, este se les malició y le dijo a la varita de virtud que ellos se pelearan y que a él no le pegaran. Pos, al tiempo que tuvieron la piedra se pelearon uno al otro y él se quedó riéndose de ellos. Estos al llegar a bajar la barranca acordaron de aventarlo para abajo y este se creyó de ellos y lo aventaron pero en el viento le dijo a la varita de virtud no se hiciera nada y cayó en unos higos.
Cuando allí mismo se los comió y le salieron dos cuernos. Los hermanos fueron a un pueblito, que allí pidieron a una señora unos burros que tenía para trabajar la leña a medias cuando él se les presentó a ellos mismos. Volvió a dar con ellos y les vendió higos. Ellos compraron y les salieron cuernos.
Iban llegando a la casa de la viejita cuando le dice un hermano a otro: —¡Hermano, tú traes cuernos!
Dice: —Pos, tú también. —Y ahora, ¿cómo hacemos?
Pos, sucede que... entraron por las orillas oscureciendo para que no los viera la gente, avergonzados. Otro día el hermano supo que con los higos blancos, porque ya habían comido higos güeros, con los blancos se les caían los cuernos y les llegó de vuelta a los hermanos y se les quitaron. Entonces se presentó como él era, porque con la varita de virtud él se había transformado en un viejito. Y entonces lo vendieron a la viejita en tres centavos.
Cuando supieron que iba a haber una corrida de toros y que el que le pegara a la reina con una naranja en la frente se casaba con ella, y se jueron los hermanos en los burros a la fiesta. Cuando allí en la fiesta estaban... llegó el hermano, que el hermano le pide permiso a la viejita para ir. Pero este cuando salió de la casa andaba como un limosnero pero allá retirado de la casa. Llegó el caballo prieto y entonces pidió también un traje a la varita de virtud. Y fue y compró un cinco de naranjas. Le daban a tres por cinco y se comió dos y una le aventó a la princesa y le pegó en la frente. Y entonces este corre y se va.
Los hermanos en la tarde llegan: —¡Hermano, si viera qué bonita estuvo la fiesta! Hubo un joven allí que le pegó a la muchacha en la frente y no se quiso casar con ella. Corrió.
El hermano les dice, pero ya con voz baja: —¿Sería yo, hermanos? Entonces estos disgustados con él lo agarran a puntapieses y le ponen una monda buena. Otro día volvió a hacer lo mismo con el caballo colorado y la misma jugada que hizo la primera vez la hizo en seguida.
Pero sucede que cuando quisieron los caballos, bailó sobre ellos y a los hermanos los bailaron con todo y hierros por tanta gente que corrió para un lado y para otro para ver si acaso podían agarrarlo. Al tercer día se fueron de vuelta los hermanos a la fiesta y él entonces aclamó al caballo de siete colores y fue con un traje mejor que todos los que anduvieron allí en la fiesta. Entonces se comió dos naranjas de vuelta y volvió a pegarle a la princesa en la frente con la que le sobraba. Y él sólo entonces se baja del caballo y entonces se casa con ella. Después lo tenía de rico en un palacio como así lo merecía.
Entonces los hermanos disgustados con el hermano fueron y le dijeron al rico o sea el rey que necesitaba él nada más que usted dijiera para cambiar su palacio de una orilla a otra en un día siquiera. Y le pregunta al yerno.
El yerno le dice: —No. Yo no he dicho nada, dice, —pero si usted quiere que lo haga, dice, —sí lo hago.
Dice: —Pos, si no lo haces, penas de la vida.
En seguida este en la noche por ahí como entre doce y una de la mañana agarra un mecapal y se canchó el palacio y lo cambió a otra parte. Entonces el rico se levanta, o sea el rey, y dice: —Conque de veras lo hizo este.
Y ensilla la yegua para ir donde él y le dijo que lo cambiara de vuelta a su lugar.
Los hermanos en seguida dijieron que su yerno se anima a traerle un salero de oro que le robaron los cárcamos. Entonces dice: —No. Yo no he dicho nada, dice, —pero si usted quiere, sí lo hago.
Este se presenta como una ave muy bonita. Y abre la puerta la mujer y lo ve allí parado en el marco cuando le dice: —¡Mira, viejo! ¡Qué bonito pajarito! Y el cárcamo, como son hombres muy listos, dijo: —Tal vez será un enviado del rey.
Entonces dijo ella: —No, ¡qué enviado del rey! ¡Mira! ¡Qué bonito está!
Lo agarró y lo sube a la mesa donde estaba el salero de oro que le había robado al rey. Y este con el pico lo agarra y se lo lleva.
Y entonces los hermanos le dijieron: —Ahora dice su yerno que se anima a matarle a la vieja cárcama.
—¿Cómo ha dicho?, dijo. —Sí, entonces que lo haga.
Y siguió él y se presentó como un chamaco, por diez noches, y en seguida lo agarra la vieja cárcama y lo mete para adentro con la intención de comérselo ese día, como a ellos les gusta la carne de gente. Entonces el señor le dice: —¡Mira, vieja! Voy a convidar a mis compadres para que nos lo comamos.
Llamaron a la mujer. Y entonces él le dice: —Aflójale tantito.
Dice: —Yo ya...
Dijo: —Voy a aflojar. Al cabo no se va.
Andaba afilando el cuchillo para matarlo cuando le dice: —A ver, préstamelo. A ver si ya está bueno.
Entonces ella dice: —Ándale, toma.
Y le pasa el cuchillo y entonces se transforma él en lo que él era, porque él siempre en todos sus actos que hacía le hablaba a la varita de virtud. Y todo lo que este quería hacía. En seguida se levanta del lado de la mujer y la mata y luego va y la abre por mitad y la mitad. Arregla con la varita de virtud y luego cuando estaba, y la acuesta y la cobija.
Llegan los compadres y el señor a comer cuando entonces dice: —Mira, mi comadre está dormida. Dice el señor: —Voy a hablarle.
Dice: —No. Vamos comiendo primero y después ella que se levante. Fácilmente está muy cansada. Está mucha gente aquí ahora.
Van y comen y entre ellos comiendo se encuentra uno de los compadres una pierna muy grande, muy carranjuda [i.e., carrancuda]. Dice: —Pos esto, ¿qué será?
Pero como estaba en cumplimiento, no dijo nada. Ya que terminaron la comida se levantan y van a ver. Pues vieron que se comieron a la mujer.
Entonces los hermanos disgustados dicen: —Ahora dice su hijo o sea su yerno que se anima a traerle al cárcamo vivo, aquél de donde está.
Dijo: —¡Aa! Lo ha dicho.
—Que, pos sí.
Dice: —Entonces, que lo haga.
Y lo llama y le dice que si no lo hace, pena de la vida. Y él dijo: —Pero ahora, ¿cómo lo hago?
Siempre eligió bien y se transformó en un viejito y llegó allí a la casa del cárcamo, como para sepulturar un muerto. Entonces dice... el cárcamo sale, disgustado: —¿Por qué quieres tumbar a tu pueblo, a esta casa?
Porque el rico o sea el rey le había dicho que tumbara el pueblo, que hicieran un cajón para enterrar a su yerno, pues ya le hacían muchas malogras.
Y entonces dice: —¡Ándale, pues! Que yo te ayudo para eso.
Hicieron el cajón y luego le dice el mentado Casiminillo, así se llamaba: —A ver. Jálelo a ver si ya está bueno.
Dijo: —Métase usted.
Dijo: —No, métase usted mejor, porque usted está más muchacho que yo. Estoy más viejito, le dice al cárcamo.
El cárcamo se cree y se mete y están ya los clavos todos prevenidos para cerrarlo cuando lo clava rápido y entonces queda adentro este y con una cuarta de tierra para arrastrarlo y lo llevó.
Lo llevó a la casa. Les dice: —Aquí está ya el cárcamo.
Entonces la mujer de Casiminillo o sea la mujer del yerno del rey dice: —Bueno. Tus hermanos te han hecho mucho castigo. Ahora hay que hacer algo también para ellos. Dice: —Yo misma voy.
Y fue y le dijo: —Papá. Dicen los hermanos de mi esposo que se animan ellos a apagar la pieza que tiene usted con pólvora aquí a gritos y a sombrerazos.
Y entonces dice: —¿Cómo han dicho? Dijo: —Sí, pos tráemelos.
Ya fueron ellos allí. Hasta lloraban cuando les dijo a ellos qué pasaba. —No hemos dicho nada, dijo.
—No, sí.
Y entonces los metió con todo y el cárcamo y le prendió fuego y terminó la casa quedando todo por el suelo.

 

Nº de referencia: 93

Al habla:
Victoriano Robledo
(26 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Acatic (Acatic, Jalisco), el 17 / 11 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

Ver en el mapa: localidad / sitio de documentación / lugares mencionados

 

Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 76

Notas

 

Ver los motivos
) -

 

Ver los tipos

550. - Bird, Horse and Princess (previously Search for the Golden Bird).

 

Materiales adicionales

 

 

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