[ El caballo encantado ]

 

Había una vez un matrimonio en cierto país muy remoto. Había la dificultad en que el marido quería que tuviera familia y la esposa que no. El marido... el señor de aquella... tuvo que salir a un largo viaje. Durante un año no volvía a su casa. Entretanto nació un hijo el cual la señora fue y lo tiró al pie de un cerro. Sucedió que en ese cerro había un ermitaño y a medianoche empezó a oír llantos de niño y empezó a buscar en la dirección de la voz que oía. Fue y encontró al niño envuelto en pañales y se lo llevó a una cueva que era donde él vivía.
Pasó el tiempo y aquel niño creció, sabiendo todo lo que su padre adoptivo le enseñaba y cuando ya el ermitaño no pudo enseñarle más, le dijo: —Quiero que me digas qué es lo que quieres, si seguir la ciencia o ir a dar una vuelta por el mundo.
El muchacho le dijo después de pensarlo bien que él pensaba mejor dar una vuelta por el mundo. Le dijo el ermitaño: —Prepárate para mañana para que muy temprano salgas. Irás a aquel cerro azul que se ve en frente derecho y encontrarás allí a mi hermano. Le dices que le mando saludar, que le mando esta carta.
Muy temprano el joven partió para el cerro vecino pero con gran sorpresa él vio que el cerro no estaba tan cerca como él creía. Duró varios meses para llegar a él y por fin llegó a una cueva en la cual estaba sentado un anciano, un poco mayor que su padre, su padre que lo había adoptado. Llegó y le dijo: —Aquí le manda su hermano el ermitaño del cerro de en frente para que le dé esta carta y en su nombre le saludo.
Una vez que hubo leído aquel ermitaño la carta le dijo: —Bien. Como ya va a ser de noche te vas a dormir y mañana muy temprano partiremos porque según mi hermano dice que quieres conocer el mundo.
Cuando se hizo de noche, la cueva se convirtió en un castillo encantado y el muchacho no volvió a ver al ermitaño. Solo vio en los pesebres de dicho castillo un caballo muy hermoso. A la mañana siguiente tan solo encontró al caballo y no pensando qué hacer se arrimó él, pues, al caballo y el caballo le habló y le dijo: —Yo soy el mismo ermitaño que te recibí ayer y que ahora soy un caballo encantado. Móntate en mi lomo y vamos a dar la vuelta al mundo pero primero te doy un consejo, que no hagas nada sin decírmelo. Todo lo que te pase, todo lo que veas, todo lo posible me alimentas.
Partieron pues muy temprano. Después de dos o tres días la noche era oscura y empezó a ver el muchacho que bajaba del cielo una ráfaga luminosa y que cada vez más iluminaba el sendero... y por donde ellos iban. Vio que al acercarse a aquella cosa luminosa era una pluma de un pájaro. La tomó y se la echó en la bolsa de la levita sin haberle dicho nada al caballo. Llegaron por fin a una gran ciudad y fueron a posarse a un mesón.
Estaba cenando con el mesonero cuando de repente se acabó la luz y quedaba la ciudad en tinieblas. El muchacho quiso sacar un cerillo de la bolsa y en lugar de ello sacó la pluma del ave la cual iluminó todo el mesón y parte de la ciudad. La mujer del mesonero, envidiosa, queriendo quedar bien con el rey otro día por la mañana fue y le dice: —Sacarrial majestad. Conozco un joven que tiene una pluma de una ave que así la cual iluminaba él mi mesón y una parte de la ciudad. Él dice que puede regalarle dicha pluma y él todavía está posando en mi mesón.
El rey mandó llamar al muchacho y le dice: —He sabido que tienes una pluma luminosa y que has dicho que me la vas a regalar.
El muchacho le dijo al rey: —Sacarrial majestad. Dice: —Yo no he dicho que se la regalo pero muy poco me ha costado y por lo mismo si os queréis quedar con ella que mucho honor será para mí.
El rey agradecido por aquella oferta le dijo: —Toma este salvoconducto para que puedas salir y entrar a mi reino cuando quieras.
La mujer del mesonero volvió otro día y le dice al rey: —Sacarrial majestad. Dice el muchacho dueño de la pluma que así como va a regalarle una pluma le va a regalar también el pájaro el dueño de la pluma.
El rey mandó llamar al instante al muchacho y le dice: —¿Que tú has dicho que así como me puedes... me distes la pluma me puedes regalar al pájaro dueño de la pluma?
—Sacarrial majestad, yo no he dicho nada.
—Pues, sabe que si dentro de tres días no me entregas el pájaro, penas de la vida.
El muchacho se fue triste al mesón. Se fue derecho al pesebre donde estaba su caballo. El caballo al verlo triste le dice: —¿Qué te pasa? ¿Qué tienes?
El joven le dice que ha hecho algo que no le ha dicho a él y le repite todo lo que le ha pasado desde que se encontró la pluma. El caballo le reconviene y le dice que no es tanta su desobediencia y le va a ayudar y que vaya y le diga al rey que le dé una jaula de plata y una jaula de oro y unos alambres tan finos de oro que no se puedan ver en la ciudad. Así lo hace y después que el rey le ha dado lo que le ha pedido, le dice el caballo: —Móntate en mi lomo y vamos a donde has encontrado la pluma.
Llegaron por la noche. Colocaron las dos jaulas y el hilo para poder tirarlo al tiempo que el pájaro entrara. Al poco tiempo empezó a iluminarse todo aquello y vieron a un pájaro precioso que con sus plumas iluminaba varios kilómetros de tierra. Una vez que vieron el pájaro dentro de la jaula de oro le cerraron y así hubo de que aquel pájaro vino a caer en manos de aquel joven.
Al siguiente día fue con el rey y le entregó el pájaro, por lo cual el rey agradecido le dio un anillo que lo hacía acreedor a ciertos honores entre la corte. La mujer del mesonero pensando que quizás el muchacho pudiera hacerle y se enterara de que ella había sido la causa de sus desventuras, fue y le dijo al rey: —Sacarrial majestad. El muchacho dueño de la pluma y del pájaro dice que así como le ha traído la pluma y el pájaro dueño de la pluma está dispuesto a traerle a... a traer a vuestra hija del poder del rey moro.
El rey al oír esto se llenó de admiración y de gusto porque tenía varios años que con todos sus ejércitos no había podido rescatar a su hija del poder del rey moro. El reino del rey moro distaba mucho y había un mar... un mar de por medio y ríos de sangre habían corrido para rescatar a la princesa y no se la había podido rescatar. Mandó llamar, pues, al muchacho y le dijo: —He sabido que tú dijiste, que así como me habías dado la pluma y el pájaro dueño de la pluma, podrías traer a mi hija la princesa del poder del... del rey moro.
El muchacho empezó a... a decir que no era cierto y que él no podía hacerlo pero el rey le dijo que penaba de la vida si dentro de cuatro días no le traía a su hija sana y salva. El muchacho se fue triste a sentarse... a sentarse junto a su caballo. El caballo le perguntó qué nueva desgracia tenía ora sobre él. Ya el muchacho le dijo, dijo: —No le hace. A pesar de tu desobediencia te voy a seguir ayudando en virtud de que eres el hijo adoptivo de mi hermano. Anda dile al rey que te dé frutas de las del palacio, carnes de las que la princesa solía comer y además un mantel bordado por sus manos, por las manos de la princesa.
Fue el muchacho y le dijo al rey lo que su caballo le había pedido y el rey le dio todo. Se pusieron en el camino. Al llegar a la orilla del mar el caballo le dijo: —Cierra los ojos y no los abras hasta que yo te diga.
El muchacho así lo hizo y su sorpresa fue tal al ver que cuando abrió los ojos habían pasado ya el mar y estaban ya en el reino del rey moro. Entonces el caballo le explicó el plan que él tenía para rescatar a la princesa, la muchacha, del modo siguiente.
Le dijo: —Vas y te paseas conmigo frente al palacio porque la princesa es muy afecta a los caballos y de seguro que le voy a gustar. Una vez que la princesa venga y quiera comprarme le dices que solo necesitas unos momentos para comer. Cuando ella se presente, desprendes el mantel y sobre él empiezas a comer las frutas y el pan que el rey te ha dado.
Así lo hizo el muchacho. Pasó varias veces frente al palacio en el cual a la sazón estaba el rey y la princesa sentados en el balcón. La princesa, como era muy afecta a los caballos, le dice al rey: —Cómprame ese caballo.
El rey le dijo que no porque era desconfiado por... pudiera ser que aquel fuera un atraco para llevarse a la princesa. Pero instado por los ruegos de la princesa, bajó a ver el dichoso caballo y el muchacho en ese entonces empezó a comer y a desprender el mantel. La princesa, como había de suceder, se fijó en el mantel que era bordado por sus manos pero no queriendo llamar la atención del rey mientras el rey entraba a sacar dinero para la compra del caballo le dice al muchacho: —¡Oyes! ¿De dónde vienes?
El muchacho le dice que del reino que está al otro lado del mar. Le dice la princesa: —Este mantel ha sido bordado por mis manos.
A lo cual el muchacho en seguida le explica el plan que tenía y que él ha venido a rescatarla del poder del rey moro. Le dice que insista siempre en comprar el caballo y que le diga al rey que solamente quiere calar una o dos veces el caballo y lo demás corre a cuenta del muchacho, la salvación de la muchacha.
Cuando volvió el rey, la princesa le instó con sus ruegos a que le comprara el caballo. El muchacho entonces dijo que solamente él podía montarlo porque de otra manera no respondía de que alguno que lo montara lo fuera a matar el caballo. El rey se rehusó y no quería aceptar pero como quería la princesa, quería hacer su gusto, le... dijo que solamente unas dos o tres vueltas la dejaría, montada en el caballo acompañada de aquel muchacho. Mientras tanto el rey puso guardias a uno y al otro lado de la cuadra para así poder pasar y la salida de aquellos que querían fugarse.
Una vez que el muchacho estuvo arriba del caballo tomó a la princesa y luego monta y dieron unas dos o tres vueltas y a la tercera vuelta le dice: —Cierre los ojos.
Cerró los ojos y en seguida el caballo se levantó y muy a pesar de todas las precauciones del rey el caballo volaba y no fue posible aprehenderlo. Llegados a la orilla del mar, los baja el caballo y les dijo que cerraran los ojos. Así hicieron. El caballo se bajó y al decirles que los abrieran gran sorpresa causó la princesa en ver que ya estaba en terreno de su propio reino. El caballo le dice al muchacho que se adelante para decirle al rey que venga a encontrar a su hija con toda la pompa que se merece.
Así lo hace el muchacho. La princesa se queda mientras que el joven y el caballo van a buscar al rey. El rey tan luego como supo la nueva mandó que todas sus tropas se alistaran para salir al encuentro de la princesa en una carroza de oro. Llegado donde estaba la princesa, fue mucha la alegría y el gusto que tanto unos como otros tuvieron al verse porque ya para ellos, pensaban que no volvían a verse. Llegados a la ciudad el rey agradecido con el muchacho le dijo que como él había sido el vencedor de su hija que solamente él sería el esposo de su hija.
El muchacho como de costumbre se fue al mesón, dejó su caballo y fue a cenar a la fonda del mesón. La esposa del mesonero, más asustada que antes, al ver que el muchacho le platicaba todo lo que el rey le había dado y que estaba ya casi para ser el príncipe de aquellos contornos, de aquella gran ciudad, asustada puso en práctica otro... otra cosa que había de hacer que el muchacho cayera, antes que pudiera hacerle mal alguno a ella.
Fue con el rey y le dijo: —Sacarrial majestad. Vengo de parte del muchacho, dueño de la pluma y del pájaro dueño de la pluma y que ha libertado a su hija del poder del rey moro y dice que así como ha hecho todas estas cosas, está dispuesto a bañarse en un perol de aceite hirviendo.
El rey como ya tenía cariño a aquel joven, pues no quería dar a entender que no... que no le gustaba aquello pero en fin, apremiado por sus cortesanos, por sus ministros, tuvo que acceder a volver a llamar al muchacho y decirle: —He sabido que así como me has traído a mi hija y las demás cosas que has hecho por mí estás dispuesto a bañarte en la plaza en un perol de aceite hirviendo.
El muchacho entonces sí no supo qué hacer. Fue de nuevo y se, se juntó con su caballo, el cual le dijo: —¿Ves hasta dónde te ha llevado la desobediencia? Dice: —Pero sin embargo te voy a ayudar hasta el último instante. Anda y pídele al rey unos palos bastante firmes, una charola grande de plata. Y vienes para decirte lo que hemos de hacer.
Así lo hizo el muchacho. Al llegar de nuevo con el palo y con la charola el caballo le dijo: —Monta en mí y vamos a la orilla del, del lago que está cerca de la ciudad.
Así lo hicieron. Al llegar le dijo el caballo: —Despedázame en pedazos y con la sangre mira... que tienes todo el cuerpo. En seguida te vas y entras y te das tres embuciones en el perol y te vienes porque van derecho al mesón. Pero sí te digo que no hay que dejar ni un pedazo fuera. Una vez que me hayas despedazado me tiras al mar.
Así lo hizo el muchacho con gran tristeza porque quería mucho al caballo y vía que todo lo que él había hecho era por mandato del caballo y con la ayuda de él. Una vez que hubo matado al caballo se embarró todo el cuerpo y se fue derecho al jardín del palacio donde ya estaba toda la gente congregada. Se dio tres embuciones dentro del perol de aceite hirviendo y cayó y se fue derecho al mesón. Llegado allí encontró al caballo tal como lo había dejado un poco antes de matarlo pero solamente tenía una pezuña chueca debido a que el muchacho en su carrera había dejado caer un pedazo de la pezuña fuera del mar.
Al siguiente día la mujer no hallaba qué hacer porque veía que fácilmente aquel muchacho con las fuerzas que ella había dicho a ella podría mandarla matar. El muchacho nada sabía de esto pero el caballo se encargó de decírselo: —Anda y dile al rey que la mujer dueña del mesón está dispuesta y así como tú has hecho, traída de la pluma, el pájaro dueño de la pluma, a su hija, las tres bañadas en el aceite hirviendo, ella y su marido están dispuestos a apagar un cuarto de pólvora ardiendo a pedos y a sombrerazos.
Así lo hizo el muchacho. Fue con el rey y le dijo: —Los mesoneros en donde yo me hospedo dicen que ellos están dispuestos para que vea que no solo yo sé hacer cosas grandes, están dispuestos a apagar un cuarto de pólvora ardiendo a pedos y a sombrerazos.
El rey mandó traer a aquellos dos, los señores, y les dijo que tenían que hacerlo. Si no, los mataba. Aquellos pobres tuvieron que meterse al cuarto de pólvora ardiendo, hacer su lucha, pero de nada les salvó y quedaron allí hechos pedazos con la explosión de la pólvora.
Llegó el muchacho al mesón y el caballo le dijo: —Ahora sí. Como ya vas a ser rey te ha prometido que te casaras con la princesa, creo que nada necesitas de mí. Mañana por la mañana partiré y que seas feliz y que me recuerdes siempre, cuando te sientas en peligro para poder venir a ayudarte.
A los pocos días se celebraron las bodas, del muchacho con la princesa.
Hubo gran holgorio, hubo grandes fiestas y hasta la fecha viven felices aquellos dos príncipes en aquel remoto reino.

 

Nº de referencia: 90

Al habla:
Cristóbal Reyes
(24 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Valle de Guadalupe (Valle de Guadalupe, Jalisco), el 9 / 10 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

Ver en el mapa: localidad / sitio de documentación / lugares mencionados

 

Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 73

Notas
In its major features, this tale corresponds to A-T 531 Ferdinand the True and Ferdinand the False. The origin of the hero and the manner by which he acquires his magic horse differ considerably from the introduction to Aame-Thompson's outline of the type.

 

Ver los motivos
) -

 

Ver los tipos

531. - The Clever Horse (previously Ferdinand the True and Ferdinand the False). (Including the previous Type 513C.)

 

Materiales adicionales

 

 

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