El pájaro de todos colores

 

Pos éste, éste era un rey que nació ciego de nacimiento, ciego ¿verdá? Y luego se casó y su esposa le dio tres hijos, varones los tres, y cuando ya sus hijos estuvieron grandes él quiso sanar del, de su vista. Y mandaba traer a los médicos y les ponía un plazo de ciertos días, que si no lo daba sano de la vista penaba de la... penaba de la vida. Y así estuvo el rey asesinando médicos hasta que llegó día en que no incontró ni uno.
Entonces un día en una cantina en plática de borrachos, ofrecieron esos asesinatos que había hecho tantos médicos el rey, y un borracho le, les dijo, dice: —El rey ha sido muy cruel cuando él ha matado tanto médico. Dice: —Hay un remedio tan fácil porque sane de la vista, que ... pero fácil de veras.
Todavía le dijo otro, dice: —Oye, ¿Con qué se alivia el rey? Dice: —Se alivia con agua maravillosa y el pájaro de toos cantos.
—Y ¿en dónde se encuentra esa medicina?
Dice: —Eso sí no le sé decir yo, pero con ésa sí se alivia y así lo justifico. Entonces aquél que tomó la noticia aquella inmediatamente se jue pa’ con el rey y le llevó la noticia al rey. Y luego mandó unos soldados y llevaron aquel hombre preso y ya está en presencia del rey y le dijo: —Oyes tú. Has dicho que yo ... que hay una medicina para sanar yo de mi vista.
—Sí, sí. La hay. Dice: —Usté se alivia con agua maravillosa y el pájaro de toos cantos.
Dice: —¿En dónde se encuentra esa medicina?
Dice: —Si no le sé decir, señor. Pero con ésa se alivia, sí.
Dice: —¿Con qué me justificas tú que con eso me alivio?
Dice: —Con mi vida.
—Bueno, está bien.
Dice : —Y usté con qué me va a gratificar en caso de que, de que con eso se alivia?
Dijo: —Mira. Tu gratificación va a ser ésta. De que vaya ordenar a toda la suidá que, ... que ande tú pidas tequila o lo que quieras, vistuario, todo eso, se te dé y no se te cobre. Y yo voy a mandar buscar la medicina.
Y él, como decíamos, tenía tres hijos y le habló al más grande. Y le dijo: —Hijo, dice, —tú vas a ir a buscar esa medicina hasta ande la encuentres. Vas a llevar cierto dinero y te vas a llevar un pelotón de soldados para que te cuiden y te vas. Y mandó al hijo más grande. Aquel hijo anduvo navegando pueblo por pueblo preguntando por aquel [sic] medicina y no pudo encontrarla. Entonces tanto atacar a ciudades, atacó a una ciudá onde existía una bruja, una hechicera que embrujecía... pues encantaba a los, a los hombres. Y allí en aquella ciudad allí se... se acampó él y otro día en la mañana y le tocó salir por la calle ande vivía aquella bruja. Y aquella bruja vivía en una casa de alto y al pie de... de su alto tenía una fuente de agua, de que ella se ponía arriba y abajo en el agua se veía la estampa de aquella mujer muy linda, muy bella. Y todo el que pasaba se enamoraba de verla, ¿verdá? y entonces ya ella les hablaba arriba y como almitieron a pasar adentro de la casa ya no les dejaba salir. Los encantaba allí y quedaban encantados.
Bueno. Aquel príncipe pasó y vio aquella estampa en l'agua y luego ya, ya le habló ella. Dice: —Pasa para dentro. Tú serás dueño de mis amores. Dueño de mis amores.
Entonces ya le dijo él, le dijo él a los soldados, dice: —Miren muchachos. Váyanse y en la primer jornada me esperan. Dice : —Voy a ver aquí. Me voy a quedar un rato.
Pues así lo hicieron los soldados. Se fueron y él ahí se quedó. Pues que allá lo estuvieron espere y espere y que jamás volvía. Entonces el jefe de los soldados ordenó que se fueran a buscarlo. Y no lo incontraron. Entonces ya el jefe no... viendo que no lo incontraron le dijo a los soldados: —Muchachos, dice, —hay que regresamos para la suidá, dice.
Ya le dijo otro, dice: —No. A la suidá no podemos sin el príncipe porque el rey nos puede fusilar, dice, —así es de que mejor vámonos repartiendo el dinero que trayemos y cada quien vamos a ganar para, para donde nos convenga. Y así lo hicieron.
Pues que pasaron cinco años, fíjese. Cinco años pasaron y el príncipe no regresó. Entonces a los cinco años le dice el rey al de en medio: —Hijo, dice. —Te vas a buscar no solamente ya la medicina sino a tu hermano que jamás ha vuelto.
Y le arregló pero también otros soldados y la misma cantidad de dinero y lo mandó de vuelta ... al otro, al de en medio. Y éste va por las ciudades procurando la medicina y el hermano y le daban razón que hacía cinco años que el hermano había pasado por allí. Y por suerte tuvo que atacar a la misma suidá aquella donde estaba el hermano encantado. Y tuvo que pasar por la misma parte y tuvo que suceder lo mismo que al otro hermano. Y los soldados también hicieron lo mismo. También no regresaron. Se repartieron ... repartieron del dinero y cada quien ganó por donde les convino.
Pasaron otros cinco años. A los otros cinco años le dice el chico. Entons ya el rey ya no le ordenó sino que el, el chico le dijo: —Papá. Dice: —Mis hermanos no han vuelto. Yo los vaya buscar. Ya no voy a buscar la medicina sino voy a buscarlos a ellos.
Entons le dijo el rey: —No, hijo. Tú ya no te vas. Dice: —Sabes que yo estoy muy avanzado, dice, —muy entrado en edad y falto de mi vista. Dice: —Tú tendrás que estar aquí porque tú vas a ser el rey cuando yo fallezca.
Y el muchacho se armó y le dijo que no podía, que él tenía que ir a buscar a sus hermanos. Entonces el rey le dijo: —Bueno. Y tú te vas pero te vas a llevar mi vestido, mi corona y todo lo que es de ... que me corresponde a mí como rey para si en el tiempo que tú andas por allá fallezco yo, tú cuando vengas ser reconocido como... como rey.
Bueno, pues que se fue aquel hombre también... en busca de sus hermanos y de la medecina. Y le daba razón de uno y de otro cuando habían pasado, ¿verdá? Y cuando llegó a aquella suidá donde estaban ellos encantados, él también vio aquella mujer hermosa pero él no le hizo aprecio. Siguió caminando y ya pasaron de aquella suidá, ¿verdá? Y entonces ya no tuvo razón de sus hermanos, más de que siguió caminando a rumbo, a rumbo.
Y así tuvo que ir caminando hasta que llegó donde ... donde había otro reinado. Y el día que iba entrando allí a la capital de ese reinado en la pura orilla de la suidá estaba un hombre recién fusilado. Y la esposa de él estaba llorando allí. Ya llegó y él le preguntó que por qué lloraba.
Dice: —Señores. Acaban de fusilar a mi, mi marido, dice, —y sin culpa.
—Y ¿quién lo mandó fusilar?
Dice: —El rey de esta suidá.
Y aquí el rey, sabe, era subalterno al... al papá de él. Entonces éste llegó y luego procuró un hotel y se acampó en el hotel. Y al mismo mozo en el hotel le dijo. Dice: —Anda tú orita al palacio, dice, —y dile al rey que dice un joven que acaba de llegar aquí hace tantos minutos que venga aquí a... al hotel.
Aquel hombre jue y le dio la razón al rey y el rey se enfureció. Dijo: —Dígale usté a ese ... a ese joven que si tiene negocio conmigo que venga aquí inmediatamente y que no me haga enojar porque lo mando matar como al que mandé matar allí en la orilla. [Laughter among the listeners.]
Entonces éste se jue. Cuando regresó el mandadero el otro ya estaba vestido de rey y ya estaba coronao también allí en el hotel. Y ya le dijo la razón que le daba el rey. Entons le dijo otra vez el príncipe. Dijo: —Vaya usté y dígale al rey que venga inmediatamente, que no me haga enojar a mí porque yo lo mando matar como a ése que mandó matar él en la orilla.
Sale el otro a dar la razón. Entons ya el rey le dijo: —Bueno. ¿Qué clase de individuo es, pues, ése?
Dice: —Pues, quién sabe, señor. Dice: —Es cierto que él va vestido y coronao como usté, dice.
—¡Aa, jijo!, dice. —¡A poco es el rey que me manda a mí! Voy.
Y se jue. No, pos. No era el rey pero era el hijo. Y reconoció la corona y tuvo que humillársele. Entóes ya le dijo, dice: —El negocio que tengo con usté es hacerle una pregunta. ¿Por qué mandó matar usté ese hombre que estaba allí tirado en la orilla?
—Pos, un falso que le levantaron, dice.
—Pero no se le aclaró nada de eso, dice. —Bueno, pos ahora, dice, —va a recibir usted el castigo que usted tiene que ir en persona en su carruaje a levantar ese cuerpo y velarlo en su palacio y hacerle todos los honores como si fuera un familiar suyo, por orden mía.
—Está bien, dijo. —Obedezco.
Y así lo hizo el rey. Jue y levantó aquel cuerpo, ¿verdá? Lo llevaron al palacio y lo velie... lo velaron allí como... como un familiar. Y le hizo su entierro. Y le ordenó que le dijera un ordenal de misas cantadas y todo eso a cuenta del rey. Ya que el rey cumplió todo lo que le había ordenado el otro ya jue y le dijo, dice: —Ya he cumplido.
—Está bien, señor.
Entóes él jue con el ... el párroco de allí de la suidá. El príncipe jue y le dijo, dice: —Ora va por mi cuenta. Sígale usté diciendo misas y rosarios cantaos por intervención de esa alma. Y yo pago.
Bueno pues, que... que siguieron y él allí. Ya no se muda de aquella suidá hasta que llegó el día en que quedó sin dinero: —Ya nos vemos sin dinero, les dijo a los soldados. — Ya que váyanse con mi padre y le dicen en qué parte me dejaron y en qué situación me quedé y que yo no volví.
Y se quedó él solo. Los soldados se jueron. Y él allí estuvo ya que, que no incontró ni quien le diera de comer y dio tirarse al monte, a morir en un monte. Y salió y agarró una sierra, lóbrega aquella sierra. Iba él por aquella sierra cuando por una vereda veía que venía un coyote, por la misma vereda. Y ni el coyote se hacía a un lado de la vereda ni él tampoco hasta que se toparon, cerca uno y otro. Y se quedaron, viéndose.
Entonces el coyote le habló a él, y él se sorprendió de oír hablar el coyote.
Dijo: —¿Qué andas haciendo aquí, buen príncipe?
Ya le dijo: —Oyes, animal, dice el otro. —¿Sabes hablar?
—Sí, sé hablar, dijo. —¿Qué anda haciendo por esta sierra?, dice.
—¡Ay! Yo ando en busca de una medicina, dice, —para mi padre. Dice: —Busco el agua maravillosa y el pájaro de toos cantos.
Entonces dijo el coyote: —Mira. Dice: —La medicina existe. Pero, ves. Lo que has caminado de tu tierra aquí ande estamos hay otro tanto de aquí allá.
Dijo: —Y ¿tú sabes en dónde se encuentra? —Sí sé.
Dice : —Y ¿no me puedes llevar?
—Sí te llevo, dice, —pero se me hace que no aguanta el llegar.
—No, dice. —Sí aguanto.
Bueno. Ya de allí se fueron los dos. Al poco andar el hombre ya no podía andar. Entóes el coyote le dijo, dice: —Mira. No vamos a llegar nunca. Súbete en mí.
Dijo: —No me puedo. Tú eres un animal muy pequeño.
—No le hace. Súbete. Y cierra los ojos y no los abras hasta que yo te diga. Entóes aquél lo derigió, ¿verdá?, y en, al momento lo puso a orilla de una suidá donde había otro rey. Y ya que llegaron a orilla de la suidá dijo: —Mira. Aquí en esta, en esta suidá existe l’agua maravillosa y el pájaro de toos cantos. Dice: —Pero yo te voy a indicar a qué horas puedes entrar a tomarla porque las va a tomar robadas, dice. —Te las vas a robar.
Bueno. Pues ya el coyote consideró la hora que era suficiente y ya le, le dijo: —Mira. Vete. Orita la guardia del palacio está dormida y te la echas al bolsillo y luego te vas. Más para dentro, dice, —allí vas a incontrar una pajarera de distintas especies de pájaros enjaulados, en jaulas de oro, de plata. Dice: —y tú ves que el pájaro de todos cantos es un pájaro que está en una jaula de madera, sin plumas, dice, —encueradito. Ése es el pájaro de toos cantos y ése te trais. [Laughter among the audience.]
Bueno, pues que aquél se jue y tal como le dijo el coyote le sucedió. Pero vamos a ver que ya cuando ya traía el agua en la bolsa, y quiso tomar el pájaro aquel, se le hizo muy fea la jaula en que estaba el pájaro y dio echar un pájaro de los otros y meter el de todos cantos adentro de una jaula de oro. Dijo: —Éste está bueno.
Pero vamos a ver que al meter el pájaro de toos cantos a aquella jaula pegó un cantido, que el cantido dispertó toda la suidá y toos los soldados y lo tomaron prisionero. [Laughter from the listeners.] Y lo echaron a la cárcel. Y ya que no apareció, el coyote fue a visitarlo allí y dijo: —¿Qué pasó?
—Pos, me pasó esto y esto.
Dijo: —Bueno. Sabes de que yo voy a despedirme de ti, dice. —A ti te van a fusilar. Mañana, dice, —te voy a esperar allí donde me dejastes hasta las ocho de la mañana. Si no vas, pos, seña es que te mataron. Pero dice: —Te voy a dejar un papel escrito, el coyote le dijo a él. —Te voy a dejar un papel escrito para que se lo presentes al rey.
Otro día en la mañana que le dicen al rey, lo que ya ha pasado con aquel hombre, luego inmediatamente mandó que, que lo fusilaran, y él suplicándole que le tomara aquel papel que le dio, que era del coyote. Al fin el rey se lo tomó. Mas no se supo lo que decía el papel del coyote, ¿verdá? El caso es que el rey le dijo, dice: —Te voy a dejar ir libre, pero con una condición.
—Y, ¿qué, qué condición es, señor?
—Que me tienes que trair a mí aquí a mi palacio la niña tres veces blanca. Y te regalo l’agua maravillosa y el pájaro de toos cantos.
Dice: —Bueno. Y ¿esa niña en dónde se encuentra?, pregunta.
Dice: —Si yo supiera dónde está ya la había mandado trair muchas veces. Bueno. Pos ya se jue y llegó allí con el coyote. Y ya le dijo lo que le había dicho el rey. Dijo el coyote: —¡Uu! Dice: —¡Estamos perdidos, mano!, dice. —¡Vieras no más qué lejos s'incuentra esa, esa niña tres veces blanca!
—Pero, ¿tú sabes en dónde s'incuentra?
—Sí. Yo sé.
—Pos, llévame, dice.
—No, dice. No aguantas a llegar.
—Pos, sí. ¡Cómo no!
Al fin se volvió a subir en el coyote y llegaron a aquella suidá donde existía la, la niña tres veces blanca. Allí había un rey que tenía tres hijas y una de ellas era la, la niña tres veces blanca. Y luego de tenerlo aquí, dice, —no va a ser necesario de que entres al palacio. Aquí, dice, —hay un, un, un, un jardín allí en frente del palacio, una quinta muy bonita y allí hay un baño. Que en la noche procuran las princesas bajar a bañarse allí vueltas palomas. Pero no llegan juntas, dice. —Llega primero la más grande y la de allí la de en medio, la última es la... es la chiquilla, y ésa es la niña tres veces blanca. Y tú te escondes en uno de los prados del jardín y cuando ella entra al baño tú vas y le robas la ropa, dice, —para cuando ella salga y no encuentra su ropa y luego tendrá que llamar, pidiendo su ropa, haciendo promesas, que te ha de hacer rico, que esto y lo otro pero tú no le entregues, dice, —su ropa, hasta que no diga que se casa con el que entregue su ropa. Y ya así se la entregas, así conmigo te la trais.
Bueno. Aquél se fue. Pos, se acercó la primera paloma y dice: —¡Ay!, dice.
—¿Será posible que, que haiga otra más hermosa que ésta?
La vio cuando entró al baño. Dice: —La voy a dejar que se bañe. Al rato llega la otra y se dijo: —¡Más hermosa!
Pero asina obedeció, ¿verdá? Esperó la tercera. Cuando la joven echó el brinco al baño él jue y tomó la ropa y se escondió. [The women in the audience laugh.] Cuando ella salió y también no encuentra la ropa ya dijo, dice: —Si me entregan mi ropa, dice, —lo hago más rico del mundo.
Y él callado, ¿verdá?, allí hasta cuando ya dijo ella: —El que me entregue mi vestido me caso con él.
Entonces ya salió él. Y, y, pero allí él, pues, no obedeció al coyote de llevarse las cosas hasta allá y entregarle la ropa sino que allí tuvo que entregarle la ropa allí en el mismo campo porque ella lo, lo ablandó con palabras. [The audience laughs.] Y no más le entregó la ropa y se volvió la paloma y pegó un tronido muy fuerte y voló al viento. Al tronido aquel dispiertan los soldados del palacio y lo toman prisionero y lo echan a la cárcel.
Ya viene el coyote a verlo de vuelta. Dijo: —Aquí sí no vas a tener escapatoria. Dice: —Te voy a esperar hasta las mismas horas, las ocho de la mañana, pero aquí no, aquí no te vas a salvar, dice. —Este rey es muy corajudo.
No, pues, otro día siempre dejó la misma boletita. Otro día él logró que el rey aquel le agarrara la boletita aquella. Ése quién sabe qué le diría el coyote pero ya le dijo el rey, dice: —¿Sabes? Te voy a dejar ir libre, pero con una condición.
—Pos no será ninguna, señor,
—Que tienes que trairme aquí a mi palacio, dice, —el estatua del rey Clarión.
[The audience exclaims: ¡Uuu!] Y te regalo yo la niña tres veces blanca.
—Y ¿en dónde se encuentra esa estatua?
Dice: —Pos, pregunta. Si yo supiera, ya la había mandado trair cuántas veces.
Pues ya se jue y le dijo al coyote, dice: —¡Uuu, mano!, dice. —Fíjate no más. Ya para allá, dice, —ya ni el sol pega, dice. —¡Vamos a caminar en tinieblas! [The listeners laugh.]
Bueno, por fin lo con... lo conchabó para que lo llevara de vuelta. Y áhi van. Llevaron a la orilla de aquella suidá ande vivía aquel rey que tenía aquella, aquella estatua y ya le dijo el coyote: —Puedes irte a tales horas. Dice: —Vas a entrar al palacio y luego entras, dice, —y vas a encontrar, dice, —adentro una porción de estatuas de distintos reyes, dice, —unas con peañas de oro, otras con peañas de plata, lo mismo que los monos y la estatua del rey Clarión, dice, —es de madera. La peaña también es de madera. Ésa es la que tienes que traer.
Bueno. Pues que se fue el príncipe. Y ya apoderándose de la estatua aquella, también quiso que fuera en una peaña de oro y cam... hizo cambiar el mono de una peaña a la otra. Y aquella estatua tenía el misterio que era una música que al tocarla tenía que romperse una pieza muy fuerte, una banda, de modo que al oír la música dispertaron los soldados y lo volvieron a encerrar. [The listeners express admiration: —¡ Uuuu!]
Y ya está preso. Ya iba el coyote otra vez a verlo y le dijo: —¡Ora sí, hermano!, dice. —Ya vengo a despedirme de ti.
—No, dijo. —Espera la resulta.
—La resulta es que te van a matar. Dice: —No entiendo. Si eres un tonto tú. Pero te voy a esperar hasta la misma hora. Y aquí tienes otra boleta pero quién sabe si este rey no te haga caso.
Pues que en la mañana ya le dieron la noticia al rey y luego ya ordenó el fusilamiento de él. Y él le va suplicándole allí con aquel papelito en la mano y ya lo toma el rey y le dijo: —Bueno. Pues, te voy a dejar ir pero con una condición.
—Pues, no será ninguna, señor.
—Tú tienes que traerme a mí aquí a mi palacio la mula de siete clavijas, dijo, —y te regalo l’estatua del rey Clarión.
Dice: —Pues, ¿en dónde se encuentra ese... esa... esa mula de siete clavijas?
—Pregunta, dice él. —Si preguntaba ya la había mandado a trair muchas veces.
Bueno, pues. Ya jue y le dijo al coyote, dijo: —¡Hombre! Dice: —Ya no te llevo. Al cabo no me obedece, dice. —La mula existe y yo sé a la ciudá donde está.
No, pues lo conchabó y lo llevó. Llegaron a orilla de aquella población y ya a la noche le dijo: —Mira, vete. Ya está la escolta dormida del palacio. Entras adentro y, y entras hasta la caballeriza. Allí hay unas mulas bonitas, de todos colores, ensillados con sillas plateadas con... bordadas con oro y tú ves que la mula de siete clavijas es una mula, dice, —¡flaca, flaca!, que ha de estar tirada por allí en el corral. Dice: —Y te vas al cuarto de las monturas y la, la montura de ella es una montura que tiene las arciones de mecatito y así...
Bueno, pues así se jue aquél. Ya siempre asustado porque ya lo habían apresado muchas veces. Luego entró y aquellas mulas luego ellas solas se le ponían para que se les montara y él buscaba la mula de siete clavijas hasta que la incontró. Estaba tirada en el suelo que no se podía levantar, ¡muy flaca! Ya se jue. Buscó la silla. La incontró y la sacó al corral. Y luego pos ya se puso a ensillar la mula. La enderezó. Para pararla jue necesario la cola en el pescuezo y éste le fuerza y para de las patas y luego se fue adelante y le metió el hombro en el incuentro y la paró a la mula y la ensilló.
Ya llegó: —Tío coyote, dice. —Ya no voy a ser tonto. Me voy a trepar en la mula, dice, —pero si no anda un paso, la mato.
Se subió. Pues que no. ¿Qué se iba a mover el animal? 'Taba, ‘taba completamente muy, muy fatal. Y ya vio que en uno de los tientos de la silla del ajuste aquel, una cuarta muy gordota. Dijo: —En esta cuarta, dice, —con dos cuartazos la, la mato y me monto en otra de ésas y me voy.
Y él por estarle sacando la cuarta se ensartó la rienda en la mano y estaba ajustando la cuarta. Y la mula aquella tenía el misterio que, que no más le habían de jalar la rienda. Él quiso irse para atrás y jaló la rienda y al mismo tiempo la mula pegó un disparo, un brinco que se, se salvó a la orilla de la ciudad. Salió de la ciudad en un brinco, al lado de on 'taba el coyote.
Ya que el coyote lo vio, dijo: —¡Hombre! ¡Aquí ya éste se puso aguzado!
Bueno, dice. —Pos, vámonos.
—No. Pues al momento le acierto al rey, dice.
Se echa encima detrás de él, ¿verdá?, en aquellas otras mulas que tenía muy bonitas. Pero luego aquella mula era muy misteriosa. Por eso la peleaban los reyes, ¿verdá? Ya que, ya que el coyote vio que el enemigo va detrás de él, dijo: —Mira. La mula tenía las siete clavijas en este linar. Dijo: —Dale vuelta a esas clavijas que, que tienen aquí en la mula.
Ya él le daba vuelta a aquellas clavijas y aventaba pelotones de soldados por, por la tronera, la, la mula, peleando aquellos soldados, ¿ee? Ese era el misterio de la mula aquella. Entonces ya, ya no lo pudieron alcanzar. Se jueron, ya espacio.
Ya llegaron allá a la suidá ande estaba la, la, la estatua del rey Clarión. Y le dijo el coyote, dijo: —Bueno. Así es el modo como vas a sacar la medicina de tu padre, dice. —Vas y dejas la mula de siete clavijas y te llevas la estatua del rey Clarión, porque te la van a regalar.
Bueno. Pos ya se jue él. Éste ya le había agarrado amor a la mula. Se jue pensando a ver de qué modo podía hacerle un chanchullo al rey. Pues que llegó allí. Logró la oportunidad que el rey estaba afuera del palacio allí, en una silla. Llegó él y ya le saludó: —Señor, dice, —aquí tiene usted la mula de siete clavijas.
—Aquí tienes tú la estatua del rey Clarión. Te lo prometí. [sic]
Entonces le dijo: —Oiga, señor. Quiero que me conceda una mercé.
—A ver. Dímela.
—Que me saque usté la estatua del rey Clarión y me la ponga aquí en la silla, a darle una pasita aquí a la mula para que vea el paso que tiene y ya cuarta. A ver si le gusta.
No, pos. El rey consintió. Le sacó la estatua él mismo. Se la puso arriba de la silla. Él se hizo en ancas. Y cuando el rey le había puesto y el muchacho quiso, ¿verdá?, él le da, le dio un tirón de rienda y la mula se sale con todo y la estatua y se jue. Ya llegó con el coyote y áhi llevaba la estatua del rey Clarión también.
Ya se jueron y llegaron a la suidá onde estaba la, la niña tres veces blanca. Y allí le dijo el coyote: —Aquí me dejas la estatua, la estatua del rey Clarión, y anda entriégala. Anda, o ¿cómo dijera? —Anda entrega la, la estatua del rey Clarión pa que te entreguen a la niña tres veces blanca.
Y áhi va el príncipe. Llegó ahí con el rey y ya le dijo: —Señor, aquí está la estatua del rey Clarión.
Por ésta la niña tres veces blanca: Y, ya le dijo: —Señor, espero que me conceda una merced.
—A ver.
—Que me permita echar a la niña tres veces blanca aquí en la silla y darle unos pasitos a esta mula para que la vea para ver si le gusta y me la compra.
El rey admitió, y una vez cayendo allí la muchacha también le jala la rienda a la mula y brinca y sale de la suidá. Y allá luego el coyote le echa la estatua del rey Clarión y ya se jueron. Cuando llegaron a la suidá ande estaba el pájaro mara... el agua maravillosa y el pájaro de toos cantos, le dijo el coyote: —Mira. Aquí déjame a la niña tres veces blanca y la estatua del rey Clarión y te vas tú solo a entregarla.
—¡No!, dijo. —Pos, ¿cómo le vamos a hacer?
Ya él no era conforme allí. Muy, muy con.... Ya le desconfiaba al coyote. Al fin siempre jue. Ya llegó allí y le dijo al rey: —Señor, aquí tiene usté, dice, —la niña tres veces blanca.
—Aquí tienes tú, dice, —la estatua del rey... esa... el agua maravillosa y el pájaro de todos cantos.
Ya le dijo también, dice: —Quiero que me conceda una mercé.
—¿Qué mercé quieres?, dice.
—Que me saque usté una botella del agua y me la ponga aquí en mi bolsillo y luego saque el pájaro de toos cantos. Se lo pone aquí en las piernas de la princesa, para que vea la andadura de esta mula.
El rey admitió también y, y ya una vez tenía todo allí reunido, ¿verdá?, brincó en la mula. ¡Brinca, brincó la suidá afuera! Y ya llegó allá y le echó al coyote. Lo llevaron y por áhi van. Se jueron. Y áhi llevaba todo aquel, aquellas cosas. Y llevaba la medicina del papá. Y se jueron.
Y tuvieron que pasar por ande estaban los hermanos, encantados. Tuvieron que pasar por allí. Y ya le dijo el coyote a él, dice: —Vamos a pasar la noche en esa ciudad.
Dice: —¿Sí? No, dijo. —Mira. Es mejor que nos váyamos al campo, porque tú trais aquí muchas cosas que valen mucho dinero y tu vida peligra. Dice: —Los objetos que traemos son de unos misterios, muy bonitos, dice. —Más, la niña tres veces blanca y te pueden quitar la vida por ella, ande sea. Es mejor dormir en el campo.
Bueno. Pos que se pasaron de la ciudad y hicieron el dormitorio en un llano.
Y estando allí en el llano urgieron plática de los hermanos. Le dijo él: —Hace diez años que salió uno de mis hermanos en busca de todo esto que yo llevo. Y a los cinco se vino otro y jamás han vuelto.
Entonces dijo el coyote: —Mira. Tus hermanos no se han muerto. Tus hermanos aquí 'stán. En esta ciudad están encantados.
Dice: —Oye. ¿Si no había un modo de sacarlos de allí?
—Si, hay, dice, —pero no te conviene sacarlos. Ahí déjalos. Ahi después volverás por ellos.
Dijo: —No. Son mis hermanos. Dice: —Si hay una oportunidad de sacarlos, dime cómo y yo me los llevo.
Dijo: —Mira. Tus hermanos no van a ser legales contigo. Te pueden seguir un perjuicio. Déjalos allí.
—No, dice. —Yo me los llevo. Dime en qué forma yo puedo sacarlos de allí y yo me los llevo.
—Bueno, entonces dijo el coyote. —Sabes. Vete. Llévate esta vara y entre de una vara y llegas tú y tocas a la puerta de la, de la casa de la, de la casa de la vieja hechicera. Te tendrán que salir unos negros feos allí, dice, —pa recibirte, en la puerta ande están tus hermanos y con esta vara tienes que golpearles hasta que te pidan de favor que ya no les golpíes. Y tú les dices que de un modo no les golpeas hasta que entreguen a tus hermanos. Y así es cómo los vas a sacar.
Bueno, pues. Que así lo hizo. Llegó a la casa de la hechicera y tocó la puerta y ya le abrieron y salieron aquellos negros. Y empezó a golpearlos hasta que ya les, le pidieron el favor que no los golpiara. Dice: —Entrieguen a mis hermanos.
Ya los entregaron. Entregaron a los hermanos y se jueron y ya en el trayecto que caminaron pa llegar on 'taba el campamento del coyote les dijo él, dice: —Saben, hermanos, dice, —que yo llevo, dice, —la medicina de mi papá. Llevo el agua maravillosa, el pájaro de toos cantos y otros regalos, dice, —nunca vistos que le llevo, dice.
Pos ya llegaron ellos. Allí ya vieron la princesa, aquella niña tres veces blanca, una princesa muy linda, ¿verdá? Luo los tres, los dos empezaron a, a tomar envidia con el hermano. Y el coyote tan lueo como llegaron los hermanos se enmudeció. No habló ya. Lo figuraban como un perrito.
Otro día tomaron el camino, pos, todos ellos. Y en el camino los otros hermanos, le dijo uno al otro, dice: —Se me hace que aquí hace una cosa muy bochornosa, de que éste haiga venido después. Lleva la medicina para mi papá. Lleva esa princesa pa casarse con ella y esos otros regalos más y nosotros que tenemos tanto tiempo por acá, dice, —no llevamos nada. Dice: —Sabes. Hay que matar a mi hermano.
Entón dijo el otro: —Una ... Te casas tú con la niña tres veces blanca y me dejas a mí lo demás para presentarse con mi padre para que los dos quedemos bien.
Dijo el otro: —No, hombre. ¿Cómo va a ser justo matar a nuestro hermano?
—Pos, que sí.
—Allí en ese puente se lo vamos a arrojar al agua que se 'hogue.
Bueno. Ya se pusieron de acuerdo allí los hermanos. Cuando llegaron al dicho puente, ¿verdá?, se empalmaron con él platicando, platicando cuando el príncipe hermano no pensaba, lo echaron al río y lo aventaron del puente para abajo. Y el coyote al momento brinca detrás de él y, y le abre el agua y queda el príncipe sentado en la arena. Y le dijo: —¿Qué hubo? ¿Qué te dije? ¿No te dije que tus hermanos no iban a ser leales contigo? Dice: —Ora mira lo que te pasó. Dice: —¿Cuántos días faltan para llegar a tu tierra?, dice.
—Tres días, más o menos, dice, —estamos en mi tierra.
—Pos, esos tres días te voy a tener aquí entre el agua, dice, —para que otro día tú hagas caso de lo que yo te digo.
Y aquellos tres días estuvieron dentro del agua. En esos tres días llegaron los príncipes a la suidá, ¿verdá?, de que se puso en fiesta la suidá porque se habían aparecido los príncipes aquellos, diciendo ellos que del chico no habían tenido ninguna noticia.
Pero vamos a ver de que ya le presentaron, que le dijieron: —Tenemos una princesa para casarnos uno u otro. Trayemos el agua maravillosa, el pájaro de todos cantos y una banda que compone una estatua aquí de un rey.
'Tonces el rey les dijo: —Está bien, dice, —pero yo para vía de casar uno de ustedes con esa princesa primero necesito de ver, que me cure mi vista.
Le echaron el agua maravillosa en los ojos pero faltó el canto del pájaro porque el pájaro enmudeció también. Bueno, pos que ya metieron la mula al corral y cayó como, de a cuando lo sacó él de allá. Cayó al ... tirada en el suelo, flaca allí y nada circuló y el rey no pudo ver, de moo que a la princesa le puso un departamento que nadien la visitara más solamente una, una dama. Y ellos que los príncipes prohibidos que subieran allí donde ella estaba.
Y luego ... a los tres días le dijo el coyote: —Bueno, ya vámonos.
Al otro príncipe. Y se jue abriendo él el agua por delante y el, el príncipe andando por la arena. y cuando ya iban llegando a la suidá le dijo: —¿Piensas llegar directamente al palacio? ¿Cómo lo vas a hacer?
—No, dice. —Tengo un amigo en la orilla, un viejecito, dice, —que, que es un, trabaja el oro. Hace anillitos y eso y pienso llegar allí con él, a pedir hospedaje mientras, a ver cómo hago para, para entrar al palacio.
—'Stá bueno.
Llegaron a la, a la suidá y ya jueron con aquel anciano que trabajaba el oro y pidió permiso allí, hospedaje de dormir esa noche y le consiguió el viejito sin conocer al príncipe porque iba muy tirado de ropa y barbón y todo eso. Y éste le había, la princesa le había regalao tres cintillos de oro, que él llevaba en el bolsillo, uno con el nombre del papá de la princesa, de la niña tres veces blanca, y otro con el nombre de la mamá, y otro con el nombre de ella. Y los conservaba el príncipe. Bueno, ya, que pasó ya la primera noche allí con el anciano aquel, cuando el anciano acabó su trabajo y quiso alzar su herramienta, le dijo el príncipe: —Señor, dice. —Quiero que me haga favor de prestarme su herramienta para ver si fabrico un anillito. Sabe, que yo soy aficionado a su oficio. Dice: —Quiero fabricar un anillito a ver si saco mañana para las tortillas y eso.
—¡Sí, cómo no!, dice. —Yo no ocupo la herramienta. Áhi 'stá. ¡Pues no!
Otro día en la mañana. Él se acostó pues. En la mañana que se levantó el viejito dice: —Voy a ver cómo ha quedado de acabar de hacer el anillo.
Y que lo andaba limpiando así. Dice: —A ver qué obra hizo usté, joven. ¡Un anillito allí corriente!, dice.
Luego él lo vido, el, el anciano, y dijo: —Joven. En mi vida he visto yo una obra tan fina como ésta que tú has costruido, dijo. Dice: —¿No quieres hacer otro anillo?
—Pos, sí, dice.
—A ver si me, si me enseñas cómo hacer esta obra.
—Está bien. Pero ahora quiero pedirle un favor, dice, —de que vaya usté al palacio del rey a vender este anillo, a ver, a ver cuánto le dan por él.
—'Tá bien. Sí voy.
El viejito se preparó y por áhi va al palacio. Dice: —Allí vendo yo los que hago, los más.
Pos que ya llegó y pidió permiso entrar con el rey y le dijo: —Señor, vengo a ver si me compra este anillo.
Dijo: —Sabes, que ahora tengo una hija, que todavía no la conozco, dice. —Si a ella le gusta lo compro. ¡Háblenle!
Ya le hablaron a la princesa y como ella también 'taba muda, no hablaba, salió. Reconoció el anillo y habló al momento allí, dos, tres palabras no más.
Dijo: —Este anillo vale mucho dinero.
Y dio vuelta y se regresó a su, a su departamento. Entonces el rey de gusto vio que iba a hablar. Ordenó que a aquel hombre le regalaran una carga de dinero y se lo llevaran a su domicilio. Cuando el individuo que llevaba la carga de dinero llegó a la casa del anciano, el príncipe lo reconoció y se escondió. Cuando ya se había, ya se había retirado, salió el y ya le dijo al anciano, dice: —Ahi traigo este dinero. Usted dirá dónde se, se lo dejo, ónde lo acomodamos.
Dijo: —Por áhi guárdelo. Dice: —Al cabo yo pienso durar aquí algunos días. Algunos días, dice, —y sirve para la mantención de los dos.
Pos otro día dice: —Quiero que me haga favor de dejarme este otro anillito.
Entonces ya era el pleito con los dos. El viejito quería verlo trabajar y él que, pos, no sabía y ya los llevaba hechos. Por fin otro día dijo: —Quiero que me haga favor de, de ir al palacio a llevarme el anillo, a ver si me lo compran.
—¡Sí, cómo no!
Y se jue el viejito. Llegó allí: —Señor, traigo otro anillo, dice.
—Pos, háblenle a mi hija.
Ya salió la princesa que era la niña tres veces blanca. Y como el anillo en la mano lo reconoció igual y entonces le preguntó al anciano: —¿Usted hace esta obra, señor?
—No, dice. —No la hago yo. La hace un joven que hace dos días que llegó a mi casa, dice.
—Pues, dígale usté a ese joven que si hace otro anillo, que lo traiga él en persona aquí.
Y se jue pa dentro. Y el rey le dio más gusto porque ya la oyó hablar más a la muchacha aquella. Otra carga de dinero de obsequio para el viejito aquel, relojero.
Bueno, pos que en la noche construye el otro. El otro hacia la deshecha despues, ¿verdá? y en la mañana ya dijo: —Estoy dispuesto. Vamos a, al palacio.
Entonces dijo el viejito: —No. Dijo: —Déjame ir a, a comprarle un traje a ponerlo.
Bueno. Lo puso bien guapo. Ya se jueron los dos. Y al llegar, ya le dijo el rey: —Señor, aquí está el joven que hace la obra, dice.
—Pos, háblenle a la princesa.
Y al salir la, la niña tres veces blanca lueo que la vio, lo vio lo reconoció y pegó un grito, hablándole de papá al rey. Dice: —Papá, dice. —Este sí es el que debe ser mi marido, dice, —no los otros. Traidores, dice, —que le pagaron, le querían pagar con la muerte a, al, al príncipe.
Bueno. Pos entonces lueo al momento el príncipe ordenó que le trajeran l’agua maravillosa y le echaron en los ojos al rey y lueo el pájaro cantó y abrió los ojos el rey. Y le vino la vista al momento. Y la mula aquella flaca se suelta repasando por el corral de gusto y la estatua del rey Clarión una banda que el rey se quedó asombrado de oír aquella música. Y todo esto fue el regalo que le llevó el príncipe.
Bueno. Pues ya, estando allí luego ordenó el rey que, al matrimonio del príncipe y la princesa aquella. Y los otros príncipes los puso prisioneros. Pues ya que pasaron los esposorios de la boda, entonces dijo: —Tú eres el rey de todos modos.
Lo ordenó que tenía que subir al trono y lo subió como rey. Ya estando allí empezaron a platicar allí el padre y el hijo cuando se presentó el coyote. Luego se apartaba el coyote al príncipe. Se presentó el coyote y le habla. Dice: —Bueno, buen príncipe, dice. —Yo he cumplido con un deber, dice, —y me retiro.
Y el rey se asombró. Se quedó hasta temblando de oír hablar aquel, a aquel animal. Y le dijo, dijo, dice: —¿Habla este animal?
—Sí, papá. Sí, habla. Dice: —Mire. Gracias a este animal traigo yo lo que traigo, dice, —por él. Yo no hubiera conseguido nada, dice, pero él me consiguió todo esto.
Entóes le dijo: —Mira, animalito. Entonces no te vas. Sabes, te voy a hacer un nicho de oro, para que allí existas, dice, —bajo una buena expensa y hay un cuido. Allí te vas a, a estar metido.
Entonces le dijo el coyote: —No, señor. Dice: —Sabe, dice. —Yo no puedo detenerme ni un momento más. Le dijo al príncipe: —¿Se acuerda usted, dice, —de aquel muerto que encontró en aquella ciudá en la orilla?
—¡Sí, cómo no!
Dijo: —Bueno. Pues yo soy el alma de él. Soy el espíritu, dice, —que yo por desgracia me condené, dice. —Yo iba al infierno. Y usté, dice, —por tantas misas y tantos rosarios que mandó cantar, dice, —Dios me perdonó, pero me mandó a pagarle el favor en, en figura de coyote. Y ya he cumplido con mi deber, dice, —y no me puedo detener. Dice: —Me quedan con Dios.
Y se volvió una paloma el coyote y voló al viento. Y se quedó el príncipe allí sentado en el trono y coronado. Y allí termina el cuento. [The listeners exclaim in amazement.]

 

Nº de referencia: 7

Al habla:
Eduviges Reyes
(61 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Amapa (Santiago Ixcuintla, Nayarit), el 24 / 1 / 1959

Transcrito por: Stanley L. Robe

Ver en el mapa: localidad / sitio de documentación / lugares mencionados

 

Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1972. Amapa Storytellers. Berkeley: University of California Press, núm. 4

Notas
Amapa no. 4 can be outlined as follows, using Aame-Thompson's listing of Types 550 and 551: I b (blind), c (marvelous water and bird of sweet songs). II. Two older brothers are enchanted by a witch. Youngest ignores her and continues on quest, buries man executed by evil king. III a b, IV a (into a river) b (coyote), V *c Prince presents tokens and is identified by princess, cures father's blindness, *d Coyote identifies himself as soul of dead man whom prince has buried. Although elements V *c and *d are not uncommon in versions of Type 551 current in Hispanic areas, they are not included in Aame-Thompson's analysis. Espinosa goes into considerable detail in his treatment of Types 550 and 551. The present story conforms closely to his category IV C, which is characterized by the prominent role given to the grateful dead man, whose soul appears here in the form of a coyote. Espinosa cites specific parallels: Espinosa, CPE, no. 143; Andrade, no. 43; Rael, nos. 200-201; Wheeler, no. 118; and a Brazilian version published by Sylvio Romero. Pino Saavedra (I, 408-409) bases his discussion upon Kurt Ranke's analysis of texts from Schleswig-Holstein (11, 191-192). Using the criteria established by the latter, the present text from Amapa may be described as follows: A2 B1 C1 DI D3 D4 E1. Here and in other Mexican versions of Type 551 it is clear that the hero disobeys the instructions of the helpful animal. Consequently, the latter is on the point of abandoning him but remains faithful when the hero implores him to help. The Aame-Thompson outline gives practically no hint of the effect of this disobedience upon the plot and the final curing of the king's blindness. Not so Ranke's analysis, which clearly points up this feature. The young prince's repeated refusals to heed the instructions of the helpful coyote contribute to the lengthy nature of Eduviges Reyes's narrative.

 

Ver los motivos
1) H901.2 + - Doctor will be killed if he fails to cure king's blindness.
2) D1500.1.18 - Magic healing water.
3) B172 - Magic bird.
4) H1321.2 - Quest for healing water.
5) H1331.1 - Quest for marvelous bird.
6) F716.6 + - Fountain displays image of beautiful woman.
7) K755.1 + - Capture by masking as a beautiful woman.
8) E341.1.1 - Dead grateful for having been spared indignity to corpse.
9) E341.3 - Dead grateful for prayers.
10) L13 - Compassionate youngest son.
11) B563.8 + - Coyote directs man on journey.
12) H1233.6.3 + - Coyote as helper on quest.
13) B435.7 + - Helpful coyote
14) B211.2.11 + - Speaking coyote.
15) B557.16 + - Coyote carries man.
16) W126 - Disobedience.
17) H941 - Cumulative tasks: second assigned so that first can be done.
18) H1301.1.2 - Quest for faraway princess.
19) K1335 - Seduction (or wooing) by stealing clothes of bathing girl (swan maiden).
20) H1319.4 + - Quest for unique statue
21) H1331.4.3 + - Quest for marvelous mule
22) B542.3 + - Escape on flying mule
23) H1242 - Youngest brother alone succeeds on quest.
24) R155.1 - Youngest brother rescues his elder brothers.
25) W154.12.3 - Ungrateful brothers plot against rescuer.
26) S142 - Person thrown into the water and abandoned.
27) K1931 - Impostors abandon (or kill) their companion and usurp his place.
28) K1932 - Impostors claim reward (prize) earned by hero.
29) H94 - Identification by ring.
30) L161 - Lowly hero marries princess.
31) B313.3 + - Helpful animal reincarnation of murdered person.

 

Ver los tipos

550. - Bird, Horse and Princess (previously Search for the Golden Bird).

551. - Water of Life (previously The Sons on a Quest for a Wonderful Remedy for their Father).

 

Materiales adicionales

 

 

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