Juan Diego

 

Este era un... Juan Diego que se apareció alrededor de... allá en Tepeyac. Y iba de pasada este camino. Iba a ver a su hermano, Bernardino. Y allí este, cuando oyó una voz que le hablaron y no hizo caso. Siguió y allí este a la segunda tampoco hizo caso, y a la de tres le habló y voltió. Voltió. Le dice la Virgen asina, desde el cerro. Ella estaba en el cerro y de allí le habló, que fuera allí a hablar con ella, quería hablar con ella, quería hablar con ella. Y ya dice: —¿Pa’ ónde vas?
—Voy a ver a mi hermano, mi hermano Bernardino está de gravedad, dice.
Dice: —Mira. Este es un mandado, un mandado que...
Dice: —No, que mi hermano está en estado de gravedad y voy a verlo. Dice: —Y no voy.
—Mira. Vas allá... a este... a ver al obispo. Y dices que venga a hablar de esto aquí conmigo, que... dices que aquí estoy. Tu hermano estará gozando de bienaventuranza, dice.
Ya con esa... este interés, esta esperanza ya fue a donde, allá a la... allá a la, la parroquia, porque aquellos... aquellos sacerdotes ¿verdad? este... este... este... en esa forma de mandados. Ya dice, pues: —Entonces, mira, ya viene ese espantajo ese... es este...
¡Vaya, que lo que decían los señores sacerdotes!
—No, dicen. —El que viene aquí es un perturbador. Es un... este... hechicero, ellos decían.
—Y no. Que mi madre está allá, padre. Dice: —Mi madre está allá.
—No, dicen. —Tú vete, vete, vete, vete. No así a perturbar aquí. Quítame ese, porque no. Quítame allí tu cara.
Se fue y allá... este... en lugar de llevar la razón a la virgen le cortó güelta ese. Cortó güelta. Entonces este... y entonces lo ve la Virgen, que le aparece otra vez allá: — Oye, Juan, ¿para qué son esos rodeos?
—¡Ay, madre! No me quieren creer, dice. —Dicen que soy un fraude, soy un hechicero. No quieren creer nada. Entonces en qué se bum... Yo voy a ver a mi hermano.
—Anda, ves. Ya que te mando yo que, que dice que yo no le hablo así, como hace la Virgen, conmigo. Aquí estoy.
—¡Ay, Madre! Si no me... no quieren creer! Dicen que soy un hechicero, soy un fraude, dice el otro, perturbador. Por eso no quiero ir.
Pos, dice que: —Anda, ves.
Le obedeció: —Voy otra vez, ya ves.
Y lo vieron venir aquellos sacerdotes que, que, no tardaría en venir: —Áhi viene ese hechicero otra vez, que es un nahual.
Como es por acá le decían.
—¡Ay, mi buey!, dice. —¡Mi buey! Tú pides... vengo a pedirte que vayan a ver a mi madre hasta allá. Que tú vieras a mi madre, ¿qué dijieras? Te murieras.
—A ver. ¿Qué señas tiene?
—Mira. Tiene una corona peina en su cabeza. Cuarenta y seis linjas [?] seiscientos en oros tiene su manto. Bien resplandece.
—Dices que no te resplandece.
—¿Qué dijieras?
—Pa’ que te lo créamos ve a traemos las señas.
Se fue. Se fue. Ya pos se jue a... para la Virgen allí. Dice: —¿Qué te dijeron?
—Me dicen que lleve las señas.
—Mira. Vete al cerro. Áhi corta las flores que más te gustan a ti. Dice: —Allí en la casa...
Dice: —¡No, Madre! Allí en el cerro no hay nada. Hay pu... puros matorrales y espino grosero. No hay nada allí, Madre.
Veía que... Dice: —Anda, ves, que allá están las flores en el cerro. Corta las que a ti te gusten.
Pos le decía también. Se jue para allá. Allí, como la Virgen piadosa, ¿verdad?, este... hubo las flores que a él le gustaban, que ella le había dicho allí. En su ayate luego cortó muchas flores en su ayate.
Dice: —Mira. Ve allá y luego te vienes. No tardes tanto.
Y entonces se jue derechito al, allá al, a la iglesia con los sacerdotes aquellos.
Cuando lo vido venir adentro con las señas, bota las flores al suelo. Y ya lleva aquí la Virgen cabal en su ayate. ¡Ah! Pos, entonces creyeron. Nunca habían visto una Virgen así.
Ya dicen: —Oye, dichoso Juan. ¿Qué hay en tu ayate? Déjalo.
—¡No! No, mi buey, dice. — Tiene que haber con qué me tapo. ¿Así cómo me voy a acomodar así? Lo necesito tener porque, ¿con qué me tapo y cómo te lo voy a dar? Ya me voy porque me dice mi Madre que no dilate, porque me voy.
—Espéranos!
—Vente caminando. Sígueme. Sígueme.
Y allá todos con, con barras de oro, barras de madera, de plata, de, de todas las cosas que estos llevaban, para ir a encontrar a la Virgen allá.
Dice: —Párteme la vía. Párteme la vía.
Iba caminando aprisa aprisa y este iba a pie, caminando, cuando en el aigre se formó así una nube, y una música. Y la veían, más bien así a ver la luz aquella adornada, ¿verdad?, adornada. Entonces que de allí despidió cuando llegó allí. Que allí es donde está el Tepeyac.
Hasta allí. Hasta allí.

 

Nº de referencia: 260

Al habla:
Domingo Jiménez
(55 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Tecolutla (Tecolutla, Veracruz), el 14 / 7 / 1965

Transcrito por: Stanley L. Robe

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Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1971. Mexican Tales and Legends from Veracruz. Berkeley: University of California Press, núm. 24

Notas
Domingo Jiménez narrates a conventional version of the appearance of Our Lady of Guadalupe to the Indian Juan Diego in 1531. In its principal incidents it differs little from the official versions of her appearance, for example, as related by Luis Lazo de la Vega [1649]. The informant identifies Bernardino as the brother of Juan Diego. In accounts of this legend that date from the colonial period, he appears as Juan Bernardino, Juan Diego's uncle, who recovers from his illness through intervention of the Virgin.

 

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