El burro y el buey

 

Este era un hombre y una mujer que tenían un burro y un buey. Acostumbraban a trabajar el burro mucho, más que el buey... El burro siempre le daban bien de comer. Una vez el buey, cansado ya de tanto trabajar, le dice al burro: —¡Ay, qué feliz es tu vida! Tú, siempre encantado, no más caminando y comiendo, dice, —mientras yo trabajando. Todo el día me tienen en la yunta, así. En la yunta. Y tú no más comiendo y durmiendo.
Le dice: —Pero que tú eres muy tonto. Yo que tú lo que hacías era que hiciera que crean que me encuentro enfermo. Como, mírame a mí, qué encantado estoy comiendo y durmiendo y no trabajo.
Este entonces empieza a pensar que dice muy bien el burro y se... enferma.
Se pone enfermo y luego empieza a quejarse. Llega el patrón y como sabía el lenguaje de los animales, oyó toda aquella conversación y pensó que ahora hay que tener que trabajar ya el burro.
Llama otro día al mediero y le dice: —A ver. Ahora engarra el buey y llévate ya el burro. Le pones el yugo y lo metes al, al campo a trabajar.
Este como ya había... no sabía este que su patrón sabía algo, y sigue él encantado de la vida cuando llega el patrón... el sirviente y le dice: —¡Arriba, burro! ¡Vamos a caminar!
El burro empieza, pues, a trabajar pero no pensando que lo llevaban al, al... con el yugo, a la yunta. Bueno, un día, toda la mañana la pasa el burro trabajando. Cansado llega al mediodía y empieza a restrejar y a estirarse y luego le dice: —¡Ee! ¡Qué feliz está ahora tu día, pero yo que me han traído todo el día picándome con un otate! ¡Y tú aquí no más de holgazán! ¿Qué dices de eso?
—Y ves. ¡Qué bonito día de descanso! Mírame a mí ahora, encantado de la vida. Comí, dormí y te bebí agua. Y ahora aquí de vuelta la pata tirando.
El burro empieza a pensar y no hallaba qué, pues, qué cosa intentar para que el buey se fuera a trabajar. Luego se... luego el otro se acerca al buey y luego le dice: —¡Hombre! ¿Sabes? El patrón... por supuesto está oyendo, ¿verdad?, la conversación del burro... —Pero sabes que ahora al mediodía cuando venía el patrón le dijo al mediero que cómo no... te vendía. Que estabas enfermo y que antes de que te sacrificara prefería mejor venderte.
Luego le dice el buey: —¿Que de veras, amigo? Pero, ¿cómo? ¿Tan pronto?
Dice: —Sí, porque si tendrá que... no... no puedes... Ya no sirves tú para nada, porque tu carne ya no sirve para nada.
El buey se pone a pensar y luego dice: —¿Hombre, es posible? ¿Era posible que yo he de morir no más por capricho de este burro? ¡Oo, mejor yo prefiero trabajar!
Bueno. Llega la esposa, ¿verdad? Y el hombre estaba riéndose de oír la conversación de aquel, de aquel... los burros... el burro y el buey. Luego la esposa le pregunta: —¿Por qué te ríes, esposo?
Él dice: —No, por nada.
Porque él tenía, pues, prohibido que contara el lenguaje de los animales. Entonces le dice: —No. Tú cada vez estás riendo.
—No, mujer, le dice. —¿Por qué me he de estar riendo? No me he de reír por nada.
—No, sí. Mira. Que si no me dices me disgusto.
Le dice: —¡No, hombre! Te digo que no es nada, únicamente que... pues, me estoy pensando en una cosa.
Sí, llora. La mujer llora. Le dice: —Sí. El que sólo se ríe de nadie se acuerda. Desde luego que yo creo que tú juegas riendo.
—No, mujer. Te digo que no.
Y por eso, por esa causa no oyen la conversación del burro y el buey. Le dice: —Retírate. No tengo tiempo orita de conversar contigo.
La señora, pues, como era natural se fue muy disgustada y sentida con él porque jamás habían tenido un disgusto. Pero donde...
Siguen el burro y el buey platicando. Le dice: —¡Oye! ¿Así es de que de veras oíste tú que me van a matar?
—¡Hombre! ¡Si te digo que sí! Te debieras de ir a trabajar ahora. ¡No seas tonto! ¡Eres un bruto! ¡Eres una bestia! ¿Cómo que no te vas a trabajar?
—¡Hombre, no! Aquí estoy encantado de la vida ahora. Mírame. ¡Qué feliz y qué contento! ¡Yo aquí comiendo, durmiendo!
—¡Ay! Pero yo, dice, —ve no más. Tengo mis lomos ya cansados, mis posaderas llenas de piquetes con el palo. Verdaderamente esta es una vida muy pesada.
—¿Qué le hace?, le dice el buey. —Aguanta, aguanta no más unos días. Yo descanso. Vas a ver cómo y descansando yo sigo trabajando, le dice el buey.
El burro dice: —¡No! ¡Eso no! ¡No puede ser! ¡Yo estoy cansado!
Bueno. En esto el bu... el patrón se va, como él quiere a sus animales, y se va como de costumbre a su casa. Llega la señora y ella siempre llorando como estaba con sus pensamientos, llorando le dice: —Dime, ¿qué es lo que pasa?
Le dijo: —¡Hombre, mujer! ¡No, nada!
—¡Válgame! Pero dime. ¿Por qué... por qué te reías tú solo?
—No, hombre, le dice. —Es una cuestión que tú no sabes.
Cuando en esto oye el bue... este, el burro... oye el... el ga... el perro la conversación de la esposa y el esposo y le dice: —Oyes.
Empieza a cantar el gallo. Entonces le dice: —¡Cállate, hombre! ¿Que no sabes lo que pasa aquí? ¿Tú muy contento, encantado de la vida, cantando, mientras que mi patrón y la patrona están muy tristes?
Dice: —¿Por qué?
—¡Hombre! ¿No sabes lo que pasa?
Dice: —No, pos no sé.
—Fíjate no más. El patrón sabe un lenguaje de los animales. Conoce el lenguaje de los animales. Y ahora oyó que platicaban el burro y el buey y la señora quiere saber por qué se reía el patrón. Pero como es un secreto que no puede él descubrirlo dice que es una cosa que ella no puede saber.
—¡Hombre!, le dice el gallo. —¿Pero cómo es posible? ¿Cómo es posible que no pueda con una mujer si yo puedo con diez gallinas? Desde luego que seguro que el patrón puede más con la mujer que yo con las diez... que yo con las diez gallinas. Sin embargo, a toda la que no me obedece le doy su patada.
Entonces el burro... este, el perro se da a la grande y dice: —Pero, ¿cómo es posible? Que yo una perra, cuando se me enoja me muerde.
Le dijo: —Porque no tiene calzones. Pero yo que tengo mis calzones y me los ponen muy gruesos y puedo con todas mis gallinas.
Bueno. Se fue entonces el patrón. Estaba sentado en la puerta y oye la conversación del perro... y el gallo. Le dice... le dice... le dice el buey:
—¡Oye!
El... el patrón entra con su esposa y le dice: —¡Ya mujer! ¡Deja de tanto lloriquear! ¡Estoy cansado de oír tus gritos!
—Pero ¿que tú no ves que yo soy una mujer muy celosa y que no puedo estar tranquila mientras no sepa tú de qué te ríes?
Le dice: —¡No! Pues, ¡nada!
Dice: —Está más disgustada.
Y luego le dice, le dice el perro al gato... al gallo: —Eso era bueno para que el... la patrona ya no llora tanto. ¡Hombre, oye no más! Entre más, más son los gritos.
Le dice el gallo: —¡Mm! ¡Me daba un garrote y le diera garrotazos! Es el único medio, darle picotazos a las mujeres. Ese es el único medio que hay para que... esa vieja mandada... se corrija. ¡Ummm!
Entonces el patrón que oye aquello, se va, agarra un garrote pero no se anima a pegar a su esposa, como la quiere tanto. Entonces el perro empieza a platicar otra vez y le dice: —¡Oye, gallo! ¿Nunca has visto lo que pasa con mi ama?
Dice: —No. ¿Qué pasa?
Dice : —Tiene un amante.
—¿Cómo?, le dice.
—¡Sí! ¡Figúrate no más! Cuando el patrón se va de viaje entonces entra el otro. Y ¿sabes? Para prueba de ello métete. Tú que eres grande te metes dondequiera. Debajo de la cama en un cajón le tiene unos regalos del amante.
Y el patrón desde luego que estaba oyendo la conversación del perro, ¿verdad? Le dice: —¿Y qué sería bueno que hiciera?
—¡Cállate, cállate!, le digo. —Si te viera tonto, entonces sigue la tarea.
Dijo: —Con poca cosa va a darle un garrote, pos que... si se da cuenta.
—Bueno, le dice. —¿Y tú sabes quién es el amante?
—¡Hombre!, dice. —Yo no sé, pero la que sabe muy bien es la vecina, la que le hace las tortillas. Esa le trae de gaita todos los días.
Total que el patrón tan disgustado coge un palo. Entonces ya les da un garrotazo y dos, sino que la agarra a palos y allí la deja, muerta.
Y colorín, colorado, el cuento se ha terminado.

 

Nº de referencia: 107

Al habla:
María del Refugio González
(40 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Tepatitlán de Morelos (Tepatitlán de Morelos, Jalisco), el 20 / 9 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

Ver en el mapa: localidad / sitio de documentación / lugares mencionados

 

Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 90

Notas
This tale resembles closely type 670 as outlined by Hansen.

 

Ver los motivos
) -

 

Ver los tipos

207. - Rebellion of the Work Animals.

670. - The Man Who Understands Animal Languages (previously The Animal Languages).

 

Materiales adicionales

 

 

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