Los tres pelos del diablo

 

Este era un viejito y una viejita que tenían tres hijos. Dos eran malos y uno era bueno. Una vez el niño bueno se halló un manzano. Se lo llevó a su casa y lo plantó. Como a los cinco o seis años ya tuvo manzanas. Y en ese tiempo la princesa, o sea la hija del rey, estaba mala y la medicina que tenía era de que se comía unas manzanas y con esas se aliviaba. Sabiendo el niño malo que la princesa estaba mala, fue por la noche al árbol, cortó las manzanas y se las arregló en una canastita. Ahí se la iba a llevar otro día por la mañana.
Cuando se pasó por la calle encontró un enanito y le dijo: —Buen niño, ¿a dónde vas?
Dijo: —Voy a casa. Voy con el rey.
—Tú, ¿a qué le ibas?
—A codiciarlo, dijo.
—Pos, quiero saber qué llevas en la canastita.
Dijo: —Llevo distintos animales, serpientes, tarántulas, arañas, etcétera.
Dijo: —Pos todos se te volverán.
En seguida se fue. Tocó la puerta. Salió la criada.
Dijo: —Aquí te llevo unas manzanas para la reina para que se aliviara. En seguida salió la reina. Partió las manzanas y ¡Oh, sorpresa! al ver. Estaban podridas. Tenían serpientes, arañas y tarántulas. Y lo mataron.
Al siguiente día el niño malo le dijo lo mismo. Arregló su canastito por la noche y otro día por la mañana salió. Se encontró al mismo enanito. Hizo las mismas respuestas y él le dijo que llevaba en esa vez muchos animales más venenosos. Y le dijo: —Pos esos animales venenosos que llevas se te han de volver.
Tocó la puerta y en esa vez no quisieron abrirle. Tocó por segunda vez y salió la misma criada y le dijo que allí llevaba esas manzanas para que la reina se aliviara. Y en esa vez la reina ya no quiso salir sino que la criada misma partió la manzana y ya vio que estaba más podrida que la otra y tenía más animales más venenosos que los otros. En seguida lo mataron también.
Al tercer día el niño bueno por la misma noche preparó su canastita y otro día por la mañana salió.
Se encontró en la misma casa al enanito y le saluda. Dijo: —Buen niño, ¿a dónde vas?
Dijo: —Voy con la princesa a ver si me compra esas manzanas. Dijo: —¿No gustas de acompañarme?
Dijo: —No. Estoy aquí cuidando mi casa.
Y se fue el niño. Tocó y en esa vez estaba el rey dando instrucciones a unos soldados. Pero en esa vez iba la niña a llevar tortillas. Se llamaba María.
Le dijo al rey que allí tenía unas manzanas muy buenas. Y la reina no se sabía hartar comiendo plátanos y hasta por gusto quisiera aliviar. Tiró las cáscaras por debajo de la cama en vez de tirarlas a suerte. En seguida partieron y la vieron tan buena que estaba. Pero dijo el rey, dijo: —Piensas hacerme tres cosas y si de tres esas no cumples, penas de la vida. Digo la primera. Tienes que llevar cien conejitos al campo y los cien tienes que traerme. Si no los traer penas de la vida.
El niño muy apurado se fue a cumplir la orden. Salió al campo y cuando apenas abrió la boca del costal se desparecieron todos los conejitos y no supo ni para dónde irse. Eran como las cuatro y media de la tarde, ya cayendo la tarde y él descalzo allí solamente encontró tres. Muy apurado volvió por la misma casa del enanito y salió el enanito y le dijo: —Buen niño, ¿por qué vas apurado?
Dijo: —Fíjate no más. Me mandó un rey que llevara cien conejitos al campo y los cien ya que vienes por todo el camino pitándoles.
Te digo fue todo el camino pitándoles y llegó a la casa. Ya estaba aliviada la princesa. Ya veían lo que le había dolido. Sino que como un rey de los conejitos como eran tan mansos y se los echó encima y al contarlos sólo noventa y nueve salió.
Muy apurado dijo: —No. Traía los cien. Alguien me lo tiene allí cogido. Salió y a puro a píteles y píteles y el conejito por querérsele caerse a la reina le rasguñó mucho. Por fin se dispertó de su engaño. Ya llegó ahí el conejito y lo contaron.
Dijo: —Va la segunda. Tengo tres mulas broncas y las tres tienes que amansármelas. Si no me las amansas penas de la vida.
Dijo: —Eso sí que está más penoso.
Pasó por la misma casa del enanito y le dijo: —Buen niño, ¿por qué vas tan apurado?
Dijo: —Fíjate no más. Ora me pusieron que tenía que amansar tres mulas broncas y no sé cómo amansarlas.
Dijo: —No te apures. Ya en ese cazo están, que las desbarates en el cazo y ya que estén desbaratadas que se las coman y verdad que ya se son mansas.
Hizo lo mismo. En seguida ya fue a la casa del rey y le dijo: —Sus mulas ya están mansas.
Ya fue y llega como a amansar, como a falsificar.
En seguida dijo. —Va el último. Tienes que cumplir tres para que te cases con mi hija y si no, penas de la vida. Dijo: —Tienes que ir al infierno a traerme tres pelos del diablo y si no, penas de la vida.
En esa vez ya el niño estaba muy triste. Fue a su casa y le pidió a su padre la bendición, y a su mamá también. Dijo, porque en esa vez le iban a matar que se tenía que ir al infierno a traer tres pelos del diablo y que si no, moría.
Pasó por la misma casa del enanito y le salió lo mismo y le dijo: —Buen niño, ¿por qué vas tan apurado ahora?
—Bueno, dijo. —Fíjate no más. Despachó un rey que fuera al infierno a traer tres pelos del diablo.
Dijo: —No te apures. —Toma esta velita y la llevas y donde ella se vaya, por el campo que ella se vaya, te vas tú detrás de ella, y donde ella se pare, allí tú también te paras, porque es que se quiere descansar.
En seguida llegó donde estaba una viña y le dijo: —Buen niño, ¿dónde vas?
Dijo: —Voy al infierno.
Dijo: —Si ves tú a Satanás le preguntas que por qué esta viña daba vino y ahora no lo da. Y si me traes la respuesta te doy tres cargas de dinero.
Bueno, pos que se fue. Siguió caminando. Más tarde se encontró un hortelano. El hortelano preguntó: —Buen niño, ¿a dónde vas?
Dijo: —Voy con Satanás.
Dijo: —Si vas con Satanás le preguntas que por qué estos naranjos daban naranjas y ahora no dan. Dijo: —Te doy tres cargas de dinero.
Siguió caminando y entonces llegó al mar y halla allí lo más difícil que él no podía. La velita con facilidad pasó al otro lado y ella estaba esperando. Y en eso se vido un marinero y le dijo: —Buen niño, ¿a dónde vas?
Dijo: —Voy con Satanás.
Dijo: —Pos si vas con Satanás le preguntas que por qué más antes las personas me pagaban y ya no me pagan. Y le dices que pases ahorita, que pases a la vuelta y te doy tres cargas de dinero.
Pos que sí. Lo pasaron y siguió. Llegó al infierno y vio una puerta muy grande y allí estaba una como banqueta. Ahí se subió la velita y él también pisó la banqueta y subió él también. Ya se vio dentro, en el infierno.
Tocó la puerta y salió la madre del diablo. Le dijo: —¿Por qué no está Satanás aquí ahorita?
Dijo: —Ahorita no está pero soy yo su igualdad.
Dijo: —Pero yo aquí lo venía a procurar mandar a decir el rey que si me daba tres pelos de su hijo.
Dijo: —Sí, no más que venga. Espérate en este cuarto. Te voy a cerrar.
Dijo: —También mandan unos recados que le preguntara a su hijo que por qué una viña daba vino y ahora ya no da.
Dijo: —También le pregunto.
Dijo: —También un hortelano preguntó que le dijera que por qué unos naranjos daban fruta y ya no la dan.
Dijo: —También le pregunto.
—Y dijo un marinero del mar que por qué ya más antes le pagaba la gente y ahora ya no le paga.
Dijo: —También te lo cumplo.
Le dio un lápiz y un papel.
Dijo: —Aquí te voy a apuntar todo. Dijo: —Y cuando sientes ya muy caliente es porque ya viene por ahí mi hijo. Cuando sientes ya muy frío es porque ya viene llegando. Y cuando sientes de vuelta caliente es que ya llegó a la puerta. Y cuando sientes frío es porque está dándose junto contigo.
Luego llegó. Sentía muy caliente, muy frío, en seguida muy caliente, y luego muy frío.
Dijo: —Madre, ¿qué tienes en ese cuarto?
Dijo: —Nada, hijo. Vente a comer.
Dijo: —Tráeme cuatro aves, cien borregos y diez hanegas de tortillas. Dijo: —Pos, no más quiero saber qué tiene en ese cuarto.
Dijo: —Nada. Vente a comer.
Ya comió. Dijo: —¡Aa, madre! Yo traigo comezones en la cabeza.
Dijo: —Voy a buscarte a ver qué traes.
Entonces dice el diablo, le estiró, le dio un estirón. Le sacó un puño de cabellos.
Y le dijo: —¡Aa!
Dijo: —No, hombre, en serio.
Dijo: —No. Sabes que estaba soñando que más allá una viña daba vino y ahora no lo da. ¿Por qué será?, dijo. —¿Por qué?
—No le quita las lombrices.
Oyó el niño y apuntó. En seguida vio cómo el diablo estaba durmiendo vueltas y luego le hizo risión y dijo: —¡Aa, madre! Yo me voy. Tiene mucho. Ya me, yo me voy.
Dijo: —¡No! Mira, hijo. Voy a contarte lo que estaba soñando, que más antes había, que un hortelano sembraba sus naranjos. Los cultivaba muy bien y no le daban fruto.
Dijo: —Porque no tenían, dijo, —porque le faltaba más estiércol y más agua. Y oyó el niño y en seguida apuntó.
Y ya en seguida dijo: —Áhi sé qué es lo que te dio. Es como una comezón que traías aquí. Yo te vi.
En seguida vio que el diablo ya estaba durmiéndose. Le dio otro tirón y en esa vez le sacó más y dijo: —Ya me voy. Dijo y dijo: —Me voy, madre.
Dijo: —No. Espérate. Puedes ir ya. Lo malo es que estaba soñando que más antes todavía vi un marinero. Le pagaban ya las personas cada cliente.
Dijo: —Si no le pagan los arroja al medio mar.
Oyó el niño y apuntó y se fue el Satanás. Ya vio la madre que este iba muy lejos y ya le abrió al niño y le dio el envoltorio de cabellos del diablo. En seguida se fue y cuando iba ya llegando al mar le dice: —¿Qué te dijo Satanás?
—Me dijo Satanás que al bote palancas, aventaras al mar.
Dijo: —Tente tres cargas de dinero que te había prometido.
Y lo pasó, de oquis.
En seguida llegó con el hortelano y le dijo: —¿Qué te dijo Satanás?
—Dijo que le faltaba más abono y más agua.
Dijo: —Ten tres cargas de dinero.
Ya llevaba sus dos tres cargas de dinero y ya era muy gustoso. Cuando llegó a la viña dijo: —¿Qué te dijo Satanás?
Dijo: —Dijo que le quitara lombrices y que así se podrían dar vino.
En seguida ya le dieron tres cargas de dinero y llevaba otra. Llegó muy gustoso. Llegó a su casa y ya sus padres muy contentos. Lo recibieron y enseñó los pelos de Satanás.
Luego se dirigió al palacio a llevar los pelos y en esa vez la mujer ya estaba más mala y lo mismo tenía que, porque las mismas manzanas tenía que aliviarse. En ese tiempo eran de manzanas y lo mismo hizo. Cortó unas manzanas. Se las llevó y se alivió y se casaron. Hicieron un baile muy grande que por tanto que estuvieron bailando que se emborracharon.
Salgo por un caño y salgo por otro. Quiero que si les gusta les cuento otro.

 

Nº de referencia: 99

Al habla:
Francisco Cornejo Romo
(14 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Jalostotitlán (Jalostotitlán, Jalisco), el 10 / 12 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

Ver en el mapa: localidad / sitio de documentación / lugares mencionados

 

Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 82

Notas
The present story is introduced by the motif of the magic apple that brings health [D1342.2]. It is then followed by elements of type 570, The Rabbit Herd. The remainder of the tale, type 461, the quest for three hairs from the devil's head, is the third of the three tasks that the hero must perform in order to win the hand of the princess. The present story has a few slight variations from the outline given by Aarne-Thompson. The first two questions propounded to the hero on the journey -the request to ask Satan the cause of the grapevines' and the orange trees' not giving fruit- are variants of the same motif [H1292.2]. The question asked by the boatman -why passengers no longer pay him- is somewhat different. Here the devil's mother, rather than his wife, assists the hero to obtain the hairs and the answers to the questions. Manuel J. Andrade's No. 198, from Bonao, Dominican Republic, is a version of type 461.

 

Ver los motivos
) -

 

Ver los tipos

461. - Three Hairs from the Devil's Beard.

610. - The Healing Fruits.

 

Materiales adicionales

 

 

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