La fruta extranjera

 

Este era un señor que tenía un hijo y al morir le dejó un sombrerito, que podía volar en él. Se sentaba en el sombrerito y se fue a volar, una bolsita que de allí podía sacar todo el dinero que él quisiera.
Pero era acémita y el muchacho dice: —Bueno, dice. Yo puedo caminar y tú y el sombrerito, me puedo caminar por donde yo quiera.
Y así, caminaba. Le faltaba dinero y abría la bolsita y sacaba dinero y aquella bolsita... y el dinero de aquella bolsita nunca se le acababa. Si al cabo lo que él quería siempre la bolsita tenía con ella. Estaba en la escuela y estaba allí también la princesa.
Esta un día le dice: —Bueno. Dice: —Tú vienes en la mañana, dice, —y tú te paseas por esta parte, por esta otra. ¿Cómo le haces?
El muchacho no quiso decir el secreto pero tanto insistió la princesa. Y él quería mucho a la princesa, ¿verdad?, y dice: —Mira, dice. —Mi padre al morir, dice, —me dejó un sombrerito, dice, —y me subo al sombrerito y puedo pasearme por donde yo quiero. Dice : —Voy a ciudades muy lejos y regreso antes de la hora del colegio.
Dice: —Mira. Dice: —Véndeme el sombrerito. —No, dice. —No lo puedo vender.
Entonces como ella era muy caprichosa y el rey hacía lo que ella decía, fue llorando con su papá y le dice: —Papá, dice. —Yo quiero el sombrerito de Fulano.
Dice: —¿Cómo? Dice: —Ya tienes sombrerito. ¿Por qué quieres ese sombrero?
Dice: —Sí. Dice: —Yo lo quiero y yo lo quiero.
Y ella era tan caprichosa que el rey hacía todo lo que ella decía. Muy bien. Fue con el muchacho y le quitó el sombrerito y se enojó. Lo llevó a la escuela otra vez y la princesa... estaba muy enojado con la princesa pero él se contentó en poco tiempo. Y vio que él gastaba mucho.
Dice: —Bueno. Dice: —¿De dónde sacas tú tanto dinero?, dice.
Y él no quiso decirle porque pensó que iba a sucederle lo mismo que el sombrero. Pero tanto insistió la princesa que le dijo que tenía aquella bolsita que le había dejado al morir y esa bolsita nunca se le agotaba el dinero. Sacaba el dinero que él quería y aquella bolsita quedaba con dinero.
—Mira. Véndeme la bolsita.
Dice: —No. Dice: —Lo único que tengo.
Pero en fin, esta fue otra vez con su padre y empezó a llorar y a hacer la misma comedia y el papá fue y le quitó la bolsa, la bolsita también al muchacho huérfano. Este ya estaba sin un centavo y ya no podía pagar colegio ni nada de eso y se fue caminando, muy triste.
Caminando, caminando llegó a una sierra y este sentía mucha hambre pero no había allí ni qué comer. En eso vio unos plátanos, unos árboles con plátanos. Empezó este a comer aquellos plátanos. Comió mucho y este empezó a poco rato... empezaron a salir muchos cuernitos, todo el cuerpo lleno de cuernitos. Dice... y no podía ya ni recostarse por ningún lado por tanto cuernito que le salía en el cuerpo. Y se va. Dice: —Ora sí, ¿qué voy a hacer?
Ni poder caminar porque hasta en las plantas de los pies. Y ese como pudo con trabajos siguió caminando. Pasaron dos días y este sentía mucha hambre y no vía que comer. En eso vio unos árboles y vio unas ciruelas, muchas ciruelas, pero aquella fruta que no era igual a la que había en su país. Y este comprendió que con aquellos plátanos le habían salido aquellos cuernitos. Empezó a comer aquellas ciruelas y se le empezaban a quitar aquellos cuernitos, poco a poco y poco a poco se le quitaban los cuernos.
Dice: —¡Ay! Dice: —¡Ya tengo la clave! Dice: —Con esto voy a quitarle la bolsa a la princesa, la bolsa y el sombrerito que me robó hace años.
Porque ya había pasado mucho tiempo. Este juntó muchos plátanos y además se llevó escondidas unas ciruelas, no para venderlas sino que esas le servían para el remedio que le iba a hacer a la misma princesa. Empezó a gritar por la ciudad: —¿Quién compra fruta extranjera? ¿Quién compra fruta extranjera?
Muy bien. Sale la princesa al balcón y dice: —¡Aaa! Dice: —¡Yo quiero fruta extranjera! Dice: —¡Esa fruta yo nunca he probadol Dice: —Son plátanos pero son muy diferentes a los que nosotros comemos aquí. Dígale que venga.
Esa se comió un plátano y le gustó y comió más y más. Y a poco rato empezaron a salirle también cuernitos, llena y llena de cuernos. Dice: —¡Vaya! ¿Qué es lo que tengo? Dice: —¡Llena de cuernos!
Y ya no podía ni acostarse ni andar ni pararse. De ninguna manera podía estar a gusto. Ese... empezaron a hablarles, a llamarles a todos los doctores pero ningún doctor la atendía porque no sabía lo que ella tenía. Y ya. Mandaron llamar a todos los doctores para que fueran a curar a la princesa y ninguno sabía qué enfermedad tenía: —¡Ps, cuernos!, dicen. —No. Esa enfermedad no sabemos qué es.
En eso el muchacho se vistió de doctor y fue allí con el rey y le dice: —Yo curo a la princesa.
Dice: —¡No! Dice: —Tú, ¿cómo la vas a curar? Dice: —Los médicos más conocidos no la han podido curar. Dice: —Tú, yo creo que tienes poco de recibido. Dice: —Estás muy joven. No tienes experiencia.
—Sí, dice. —Yo sé.
—Bueno.
Entró con la princesa y empezó él a... a hacerle sus curaciones, pero le hizo las curaciones con medicinas de la... de las ciruelas. Dice, dice la muchacha, dice... ¡Aa! Pero le dice el muchacho, dice: —Tú. Dice: —Te voy a sanar, dice, —pero yo sé que tienes una bolsita.
Dice: —No. Dice: —Yo no tengo bolsita.
Dice: —Sí, una bolsita que le quitaste tú a un niño en el colegio. Dice: —¿No recuerdas?
Dice: —¡Aaa, sí!
Dice: Pues, ve. Yo te voy a curar pero con esa condición.
Y empezaba la medicina y la muchacha no quería, pero le dice: —Si no, no te alivio bien.
Y él empezaba otra vez con la medicina, se le empezaban a medio quitar los cuernitos. El muchacho no le daba más medicina sino que esperaba qu' esa se deshiciera de la bolsa. Y ya le dijo: —¡Por fin, me vas a dar la bolsita y te acabo de curar!
—Espérate, dice la muchacha. Dice: —Bueno, pues sí.
Y le entregó la bolsa y ya empezaron las medicinas bien y ya quedó sana la princesa y después la misma princesa se casó con el muchacho.

 

Nº de referencia: 98

Al habla:
Agustina Gómez
(24 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Tepatitlán de Morelos (Tepatitlán de Morelos, Jalisco), el 24 / 9 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

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Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 81

Notas

 

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) -

 

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566. - The Three Magic Objects and the Wonderful Fruits. (Fortunatus.) (Including the previous Type 580*.)

 

Materiales adicionales

 

 

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