La servilletita

 

Era una viejecita y un viejecito. La señora mantenía al viejecito. Salía a barrer las calles. Un día se halló seis centavos. Corrió y le dijo al viejecito: —Mira, viejito, lo que me encontré. Seis centavos. ¿De qué los compramos? Si compramos sorrasca se nos acaba. Si compramos azúcar se nos acaba. ¿Qué compraremos?
—¡Mm! ¡Qué tú! Anda. Te compras dos escobas popotonas y además nos compras de cera Campeche. Hacemos una escalera. Vas al cielo con San Pedro. Le tocas. Le pides una caridad a ver qué es lo que te da.
—Pos, que sí.
Se pusieron los dos a hacer la escalera. La hicieron grande hasta llegar al cielo. Ya que terminaron se subió la viejecita y tocó. ¡Tan, tan!
—¿Quién?
—Yo. Una caridad por amor de Dios.
Sale San Pedro y le da una servilletita. Dice: —Toma esta servilletita. Vas y la pones en una mesita. Ya que la ponga le dice "Quiero de comer. Componte servilletita." Entonces la servilletita te da lo que tú quieras.
Se bajó muy contenta la viejecita. Llegó y le dice: —Mira, viejito, lo que me dio San Pedro. Una servilletita para comer lo que uno quiera.
—A ver, tú. Andale, que tengo mucha hambre.
La puso en una mesa. Entonces le dijo: —¡Componte servilletita!
Al momento se puso la mesa con distintas comidas, pan, chocolate, frijoles, carne. Lo que ellos deseaban, no más allí había todo. Almorzaron. En eso le dice el señor: —Mira. Tenemos que ir a la leña. ¿Qué hacemos con esta servilletita? No hay en donde dejarla ni en donde. ¿Con quién, pues, la vamos a encargar?
—Con la vecina.
—Ándale pues.
Ya fue y le dijo: —Vecina, vecina. Le encargo esta servilletita. No más no le diga "componte servilletita."
—No.
Es que se fue la señora a la leña. En eso la fondera, que era fondera la señora, fue y la puso en su mesa y le dijo: —Componte servilletita.
Al momento se puso aquella mesa llena de comidas, lo que... allí no más lo que deseaba.
—¡Qué bueno estuvo esto!
La arregló y la guardó. Fue, compró género y hizo otra enteramente igual.
Al mediodía los viejecitos de la leña fueron y se la pidieron. —Vine. Vecina, ya vine por mi servilletita.
—Sí, aquí está.
Pero le dio la que había hecho.
—Ándale, viejita, que tengo mucha hambre, le dijo el viejito. Fue y la puso en una mesita: —¡Componte servilletita!
Y nada:—¡Componte servilletita!
Y nada: —¿Ves? Por andarle de encargarle la cosa ya te la cambiaron. Ora sí, ¿qué vamos a hacer?
—No te apures. Mañana vamos otra vez con San Pedro a ver qué nos da. Otro día subió la viejecita otra vez por la escalera y llegó con San Pedro. Tocó: ¡Tan, tan!
—¿Quién?
—Yo. Una caridad por el amor de Dios.
Salió San Pedro y dice: —Toma esta bolsita. No más le dices "componte bolsita" y se llena de puros pesos. Allí pon tú lo que tú quieras.
Se bajó la viejecita muy contenta. Llegó: —Mira, viejito, lo que me dio.
Una bolsita. Con esta vamos a tener mucho dinero para comprar lo que nosotros queramos.
—¡Qué bueno!
—A ver. Dile "componte bolsita."
Luego luego se llenó la bolsita de puros pesos. Ya fue ella a la plaza y compró lo que ellos deseaban de almorzar. Volvió y dice: —¡Aa, que ya la leña se acabó! Vas a encargarle otra vez a la vecina pero no le diga "componte bolsita."
—No, no le digo. No tenga pendiente.
Se fue. Entonces la viejecita, ya empicada, le dice: —¡Componte bolsita!
Al momento se llenó aquella bolsita de puros pesos. ¡Qué contenta se puso la señora! Dijo: —¡Ay, qué bueno está esto! ¡Ora sí!
Fue y hizo otra enteramente igual. Cuando volvieron los viejecitos de la leña: —¡Ándale viejita! Anda pon la bolsita para que hagas de cenar, porque tengo mucha hambre.
Y ya fue y le dice : —Vecina, vecina. Ya vine por mi bolsita.
—Sí, aquí está.
Se la dio. Entonces le dice ... la viejecita: —¡Componte bolsita! y nada: —¡Componte bolsita!
Y nada: —¡Ora sí! ¿Qué vamos a hacer? Mayor te la volvieron a cambiar. Mira no más, ¡qué diantre de vieja tan empicada! Ora, ¿qué vas a hacer?
—Pos, ora mañana con San Pedro otra vez, a ver qué hacemos ya.
Se fueron... a acostar, con hambre porque ya no hubo dinero para comprar la cena. Otro día en la mañana se levantó muy temprano y llega la viejecita por la escalera que habían hecho. Y se subió. Le tocó la puerta a San Pedro. Dice: —¡Tan, tan!
—¿Quién?
—Yo. Una caridad por el amor de Dios.
—Pero, ¡mira no más! Pos, ¿qué vamos a hacer, pues, contigo? Ya dos veces que te he dado caridad y para nada. Siempre vienes a pedírmela.
—Pos, sí. Pero mire. Una vecina, voy con los encargos porque yo no tengo ni en donde guardarla y me la robó.
—Toma este chirrión. Vas y se lo encargas otra vez y le dices que no vaya a decir "componte chirrión" porque si no, entonces ella... el chirrión tiene que hacer... darle tres vueltas hasta que te dé tu servilleta y tu bolsita. No se lo quites.
—Pos, que sí.
Se bajó la viejecita y le dice a San... al viejito: —Mira, viejito. ¡Anda, un chirrión!
—¡Jmmm! ¿Qué chirrión vamos a comer?
—No, pero ahora verás. Con este vamos a sacar de ganar.
Pos que luego entonces llegó y le dijo: —Vecina, aquí te encargo este chirrión, pero no le vaya a decir "componte chirrión."
—No, no le digo. No tenga pendiente.
No más dio vuelta la viejecita al irle la puerta y se puso la señora ahí detrás de la puerta y dice: —¡Componte chirrión!
Pos se suelta el chirrión a golpe y golpe y golpe con la mujer, que cada golpe le tumbaba hasta el suelo. Entonces le dice la... le dice la viejecita: —Ora sí. No te lo quito hasta que no me... me entriegues mi bolsa y mi servilleta.
—¡Ay, Dios de mi vida! ¡Quítemelo! ¡Quítemelo porque me mata!
Y el chirrión a golpe y golpe con ella. Entonces ya que vio que la golpió mucho le dijo: —Pues, ¡entriégueme mi bolsa y mi servilleta!
—Sí, orita se la doy.
Fue y la sacó y se la dio. Entonces ya... le... que le entregó la bolsa y la servilleta entonces ya se puso ella: —¡Dóblese chirrión!
Y le guardó y salió para su casa: —Ora sí, viejecito. ¡Qué a gusto vamos a comer! Mira, yo traje todo esto.
Entonces esos ya se pusieron ellos a cenar y durmieron muy a gusto ya sin hambre. En eso un día se enojó el viejito con la viejita. Entonces la viejita que ya sabía lo que hacía el chirrión le dice: —¡Componte chirrión!
Y ha dado los cuatro chirrionazos al viejecito y casi lo mató. Entonces el viejecito le dice: —¡No! No más vuelvas con San Pedro porque te vuelve a dar otro chirrión. Ya no quiero que vayas con San Pedro. Ora no más guardas la servilleta y la bolsita.
En eso la viejecita fue y guardó el chirrión en un asiento de una cajita que tenía. La servilletita también la guardó y la bolsita. Y desde entonces no más han vuelto a tener hambre ni pasar necesidades.

 

Nº de referencia: 97

Al habla:
María Barba de González
(63 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Acatic (Acatic, Jalisco), el 26 / 10 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

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Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 80

Notas

 

Ver los motivos
) -

 

Ver los tipos

563. - The Table, the Donkey and the Stick.

 

Materiales adicionales

 

 

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