El rey de Sarabia

 

Voy a contarles un cuento y este cuento se llama "El rey de Sarabia." Éste es un padre de familia que tiene un hijo, ¿verdá? y este hijo salió a ladrón. Tal dicho ahijado es del rey, ¿verdá?, de ese millonario de Sarabia. Y éste un día de tantos eran muy pobres. Ese ahijado y el papá eran muy pobres ellos. Un día de tantos se enfadó de la pobreza y le dijo al papá, ¿verdá? Dice: —Oiga, papá. Dice: —¿Por qué no me concede un permiso?
—Hijo, es el primer favor que me pides y creo que te lo voy a conceder. Dime qué deseas.
—Papá, deseo, al ver la pobreza que tenemos, y yo quisiera salir a otras partes donde no me conozcan y a ver si acaso la suerte me cambia y aún ya volviendo al regreso traiga yo más dinero, sea yo rico, y pos, sueño yo por tener, que téngamos un poco de sobra aquí nosotros aquí en, entre los pobres.
—Bien. Antes de esto, hijo, ¿cuándo piensas salir?
—Mire, papá. Yo pienso salir muy, muy pronto, casi siguiendo esa hora, ahora.
—¿Por qué no sales mañana?, le dijo el papá.
—¿Sí? ¿Para qué, papá? O ¿por qué?
—Sabes que quiero yo ir con mi compadre, ¿verdá?, a pedirle una carta de recomendación, ¿verdá? De algo te servirá en el camino. Creo yo, ¿verdá? y tú estás ignorante, hijo, y yo sé lo que te digo. Atiéndeme.
—Está bien, papá, dice. —Mañana me entrega esa carta de recomendación y a ver si me la quiere entregar mi padrino, ¿verdá?
—Yo creo que sí. Voy a hablar con él.
Y entonces al otro día salió por la mañana, el padrino, el papá del muchacho a hablar con el padrino. Le dijo: —Compadre, muy buenos días.
—Buenos días, compadre. ¡Qué milagro! ¿Qué vientos te traen por acá?
—Es que vengo en, en un asunto con usted, compadre.
—Pero pasa, compadre. No se quede así. Siéntese.
Lo atendieron al compadre pobre allí con los ricos, éste con su compadre el rey, ¿verdá?, y él apenado porque era muy pobre y su compadre era, pos, el rey.
Entonces le dijo: Cuentame, pues, compadre, lo que te pasa y favor que quieres que te conceda.
—Pues bien, compadre, Dice: —Sabe que su ahijado dice "Hombre, me quiero ir."
—¡Qué muchacho! Estará loco, o ¿qué le pasa, compadre?
—No sé, compadre, dice. —Quiere irse a trabajar.
—Tanto trabajo que tengo yo aquí. ¿Por qué no me lo manda? Bueno, pos. No le faltaba trabajo aquí conmigo. Aquí tiene su trabajo y toda la gente aquí del rancho aquí tiene su trabajo.
—Pos, no sé, compadre. Pues, él quiere irse y es más fácil que me conceda ese favor que él quedarse.
—Bueno. Está bien, compadre. De algo le sirve mi, mi firma ... a mi ahijado, y un día que me ocupan se lo voy a conceder.
Y le hizo rápidamente la carta de recomendación y se la entregó. —Tenga. De algo le va a servir a mi ahijado esta carta.
Pues bien. Fue el, el dicho papá. Le entregó la carta al hijo y el hijo se fue. Pues, como a los dos, tres días ya le andaba de mucha hambre. Llega allí con, a un campamento de unos americanos. Pidió él su trabajo allí, a ver si entonces conseguía trabajo y primero se las topó con el grupo de trabajadores los cuales eran diez, y él, once. Bueno, llegó: —Amigos, vengo en plan de buscar trabajo. ¿Puedo incontrar aquí con estos señores?
—Mira. Está muy difícil, amigo, porque aquí no entra gente así. Aquí solamente entra gente que venga recomendada y, y muy bien.
—¡Aa, que la fregada! Me podría servir una carta que traigo aquí. A ver, da cuenta tú de eso.
Y voltea al grupo de mexicanos allí entre los americanos: —Da cuenta de eso.
Ya uno dio cuenta de la, de la carta: —Está muy bien, dice, —la carta.
Creo que sí se le va a conceder trabajo a este muchacho. —¿Ya comistes?
—Pos, traigo mucha hambre. ¡Con qué gusto iba a comer!
—Muy bien, dice. —A ver, tú, Fulano. Tráele mi lonchi a este muchacho. Entrégaselo. Yo sigo haciendo tus trabajos aquí que llegas, el mío y el tuyo.
Ya fue el otro muchacho. Le dio su lonchi, se lo comió y, y va así a hablar con el patrón a ver si acaso quiere darle el trabajo. Le entrega la carta de recomendación y vio que le va a servir porque era del rey de Sarabia: —¿Tú crees que no le vaya a servir?
—¡Aa, cómo no! ¡Véngase, amigo! ¡Vamos!
Le traían allí en la mano porque era ahijado del, del rey aquel. Llegó allí al, con el rico aquel americano y ya le dijo: —Señor, dice. —Aquí viene, aquí viene este, este joven, dice, —con ... en plan de trabajo. A ver si acaso le podía usted a ... acceder trabajo.
—Muy bien, dice. —¿Trae, trae carta de recomendación?
—Sí, trae una.
—Pues bien. Aquí está.
Ya le dijo: —Tienes trabajo aquí, muchacho. ¿Cuándo vinistes?
—Mire. Acabo de llegar, señor.
—Está bien. Aquí tienes trabajo hasta que te enfades.
—Muy bien.
El muchacho aquel, agradecido, empezó a ver cosas allí de que le confiaban mucho. A él le dio por la puntada de estar, de andar agarrando lo ajeno allí. Poco a poco aquí agarraba una pala y va y la vendía. Agarraba un talache y va y lo vendía. Agarraba cosas de los americanos, chamarras, cobijas, que le confiaban a él. Iba y las vendía. Y nunca lo dieron quién fuera ese muchacho, el cual no creían capaz que él fuera, ¿verdá?
Un día de tantos en una ... una conferencia en el trabajo de los mexicanos él se puso a inducir mal a todos aquellos a ... aquellos americanos. Les dijo: —Muchachos, ¿no se han enfadado de trabajar aquí?
—No, dice. —Trabajo muy a gusto.
—Pero este ... hay manera de que trabajemos en otra forma. Diario traigamos miles de pesos en la bolsa como yo los traigo. Miren.
—Pues sí, pero ... ¿Cómo es eso? ¿Qué clase de trabajo será?
—¡Mm, es muy fácil! Vengan conmigo y, y no les irá mal.
—Y ¿tienes trabajo pa los diez?
—¡Mm, hasta pa veinte! ¡Los que vengan! Y si quieren dinero adelantado, no más me hablan.
—¿Cuánto necesitan?
Los mexicanos aquellos como eran muy pobres y interesados al dinero: —¡Así 'stá bueno!, dicen. —¿Vas a prestarnos cien pesos a cada uno?
—¡No, hombre! ¡Hasta quinientos!
¡Nooo! Pos lueo lueo les empezó a prestar dinero allí a todos los mexicanos y ya quedaron preparados.
—Bueno, muchachos. Nos vamos a ir de aquí. Yo voy a ser el jefe de ustedes. Vamos ir a robar.
—Pero, ¿y tanteas que nos fracasamos?
—No. Yo soy estudiado en estas cosas. Soy práctico. Fui ladronazo de allá en Sarabia, pues yo era número uno.
—Muy bien. Nos vamos contigo.
Se fueron a Sarabia nuevamente. Y dijo: —Mañana salemos.
Se regresaron a la tierra de aquel muchacho, ladrón, y ya iban con caballos, buenos avíos y, y bien armados. Llegaron a, al rancho y ya él presentó a sus papases a aquellos muchachos, aquellos diez trabajadores, ¿verdá?, que eran los compañeros de él: —Papá, le presento aquí a mis amigos.
—Y estos señores, ¿qué?
—¡Aa! Estos señores son los que trabajan conmigo y somos los trabajadores de dicho trabajo. Son mis mozos.
—¿Cómo te fue, hijo?
—Muy bien, dice. —Traigo mucho dinero. Tenga.
Le entregó allí la cantidad de unos cuatro, cinco mil pesos al papá y estaba aquél muy botado de dinero. Un día anduvo él allí y ya la primer... la pri..., el primer entre que dieron fue... decirle: —Papá, sabe que...
—¿Qué oficio tú haces, hijo?
—¡Mm!, dice. —Soy ladrón.
—¿Cómo? Y ¿no sabes que es malo eso?
—¡No, papá, dice, —si es rebuenísimo! Diario traigo yo mucho dinero. Y esta noche, estos días los traigo dedicados para mi padrino. Pienso robar a mi padrino. Bueno, pues. No más no se lo vayas a decir.
—No. De eso no tengas cuidado. No tengas ciudado, dice. —Yo no le digo nada a tu padrino, dice. —Yo vaya dar aviso allá que ya volvistes y qué clase de persona eres para que así mismo, ¿verdá?, él sepa que su ahijado, ¿verdá?, el oficio que agarró y no esté ciego él.
Luego otro días en la mañana fue el papá del muchacho y habló con el compadre: —Compadre, muy buenos días.
—Buenos días, compadre. ¡ Qué milagro que viene usté por aquí!
—Vengo a darle una sorpresa, compadre.
—A ver. A ver. Dígame qué, qué sorpresa me trae?
—La sorpresa que le traigo, compadre, es que ya regresó su ahijado.
—¡Aa, mi ahijado! ¿Por qué no lo trajo pa ... pa ver, a ver qué ... cómo viene, a ver si viene con cabal salú o a ver qué pues ... qué? ¡Qué ahijado tan desordenado! ¿Por qué no viene a saludarme?
—¡Mm!, dice. —Está por visitarle, dice, —un día de estas noches, dice. —Quiere venir a visitarlo pero en la noche.
—¿Luego en el día?
—Pues, sabe que es ladrón, dice, —y me apena mucho decírselo, ¿verdá?, pero, pos, ¿qué le vamos a hacer? La familia agarra muy malas costumbres y, y esta costumbre agarró mi hijo. Es ladrón.
—¿Cómo va a ser ladrón mi ahijado? Es ladrón. Me admira mucho que sea ladrón siendo un, un joven tan ... que yo no lo creía capaz.
—Pues ya sabe. Su ahijado es ladrón y ese muchacho viene muy estudiado de por allá, para ... muy práctico para eso.
—¿Vendrá muy bien desarrollado?
—¡Aa, cómo no! Yo lo semblanteo, y esa persona es muy lista.
—Bueno, pues bien. Dígale que se ha de ver conmigo para ver si acaso es tan listo como, como se cree. ¿Qué puede hacer? Dígale que venga en la noche.
—Está bien.
—Pero antes que me robe quiero que platique conmigo.
—Muy bien. Yo soy el menos y lo voy a traer aquí.
—¿Trae gente?
—No. Él viene solo. Yo no me doy cuenta de su gente, si trae o no, pero yo creo que no viene acompañado. Viene él solo.
—Bueno, dijo el, el rey. —¿Qué tan listo puede ser éste que, que me puede hacer a mí tal cosa? Solo no puede ser ... se ... puede hacer siempre ese trabajo y por más listo que sea si trae veinte, no me hace esta... va, va a hacer esta tomada, pues, ¿verdá?, de robarme... a mí... Pues le dijo: —Mira.
Otro día en la noche llegó... el ahijado: —Buenas noches, padrino.
—Buenas noches, ahijado. Pasa. Supe que habías venido. Luego, ¿por qué no has venido a saludarme?
—Pos no, padrino. Es que llegué muy cansado y usted sabe. Los caminos son largos y ...
—¿Ónde estabas, pues, trabajando?
—Pos, mire. No trabajé en ninguna parte. Yo me la llevé en el monte.
—Y allá, ¿verdá?, qué oficio agarrastes?
—Pues yo agarré un oficio de, el oficio es que fui ladrón.
—¡Oo, muy bueno es ése! Gana uno mucho dinero en esas cosas, dice. —Y ¿eres muy listo?
—¡Uu, soy profesional!, dice. —Soy ladrón de cuenta yo. Soy bien estudiado.
—Bueno. Esta noche voy a mandar, dice, —una cantidad de unas cincuenta, cincuenta reses a ver si acaso... y quiero que me las traigas aquí, a mi casa, tú personalmente. Voy a mandar una escolta de soldados y tienes que quitar esas reses y me las tienes que entregar aquí tú personalmente.
—Muy bien, padrino. —¿A qué horas me manda el ganado?
—Ese ganado se lo voy a mandar a usted entre, entre cuatro y cinco de la mañana.
—Muy bien. Lo espero. Sí. Y ¿cuánto voy ganando en ese, en ese robo?
—Pues va a ser una enorme carga de pesos.
—Muy bien. Mañana estará aquí su, su ganado.
Se fue él y arregló, preparó su gente: —Muchachos, dice. —Vamos a robar por allí en la madrugada a mi padrino cincuenta reses. Las vas a trasladar al pueblo Fulano y en este traslado vamos a, a quitárselas y yo estoy comprometido a llevar ese ganado personalmente allí a su casa.
—¡Qué bueno está eso! y ¿cómo lo vas a hacer, jefe?, le dijeron los compañeros.
—Está refácil. Y en la madrugada, dice, —lo prepararé.
Se llegó la madrugada. Ya les dijo: —Muchachos, vámonos.
Ya llegó allá: —Luego tú aquí en este árbol cuélgate.
Lleva un balde grandonón, lleno de mercurio. Lo bañó de sangre allí.
—Áhi, áhi cuélgate de esa rama y cuando ves que viene, viene la gente con el ganado, tú te empiezas a mover y ellos van a decir que estás recién colgado.
—Muy bien.
Ya se puso ya preparado el otro arriba del árbol. Como a los cuarenta pasos preparó otro: —Tú aquí te quedas. La misma operación vas a hacer. Te vas a colgar y te bañas, te bañas de mercurio.
—Muy bien.
—Y ellos van a decir que es sangre.
Así, pues, colgó a cinco. Ya que habían pasado las cinco personas como a los cincuenta o sesenta pasos ya estuvieron dos peleándose: —Ustedes perma... tienen que permanecer aquí peleándose. Tú vas a, alegar que, que no, que son bueyes y tú tienes que decirle no. Son vacas. Y allí tienen que, que tomar un acuerdo y sacan los puñales y se van a, a puñetear, como que se van a puñetear y ellos van a hacer caso a aquella cosa. Van a ir a defenderlos y ése es el instante que el ganado se va, se va a adelantar y entonces yo me lo voy a robar.
Pues bien. Ya llegaron aquellos soldados con el ganado que iban arreando y ya lo primero que van viendo es a uno recién colgadito allí. Ya le dijo: —Mira, lo que está allí.
—¡Aa!, dice. —¡Mira no más lo que ese ladrón...! ¡Eso..., ése es el ladrón!
—¡Aa, sí! ¡Cómo no! ¿No lo ves?
—Y está fresquecito.
—Sí. ¡Aa! ¡Oye, mano! ¡Yo creo que áhi 'stá otro!
Devisaron el otro: —Pues hay aquí muchos colgados.
—Sí, fíjese. Mira. Acá está otro.
—¡Oye!, dice. —Acá están peleando unos.
—¿Dónde?
—Acá están.
—¿Quiubo, amigos? ¿Qué hacen allí?
—¡Mm! Ese hombre que ya, ya... me acaba, hombre, aquí con... con ésta bien friega allí, hombre! Luego que...
—No se pelee, señor, ¡hombre! ¿No sabe que la buena armonía es buena, con todos?
—Pos sí, pero él no, no quiere entender. Yo le digo que son vacas. Y él dice que no, que no.
—Mire. Yo le digo que son bueyes.
Fue diciéndole a ellos, ¿verdá?, a los mismos, a los mismos soldados, ¿verdá?
—¡No, son vacas!
—¡No, señor! ¡Si son bueyes, le digo!
—No, señores. Miren. No son, no son vacas.
—Bueno, va revuelto allí, dice. —Llevamos vacas y llevamos bueyes. De todo llevamos, les decían. —No crea que el ganado son, son puras vacas. También van revueltos.
—¡No, que pa' allá y pa' acá!
Y está queriendo pelear de todos modos, necios. Mientras el ganado se adelantó y el ladrón lo recibió adelantito y ya le decía cuando remonta pa' atrás y se regresó. y ése va llegando: —¡No, pues que son vacas!
—¡No, hombre, que son bueyes!
Dice: —No se pelíen, señores. ¡Hombre!
Ya al rato que uno de esos hombres: —¡El ganado!, dijo. —Al campo, miren. —El ganado ya, dicen los hombres y los hombres corren. Y entonces: —¡Señores, no se pelíen! ¡Hombre!
Pues ya cuando van a ver el ganado ya no estaba el ganado. Ya le habían dado pa' atrás. El ladrón con toda la gente.
—¡Aa, qué fregada nos pusieron! ¡La plancha que han dado esos señores! ¡Pues, fíjense no más, que ya nos robaron el ganado!
Ya al rato ya regresó el otro: —¿Quiubo? ¿Lo encontraron?
—Yo no incontré nada de ganado.
—Pues ya nos lo robaron, dice, dice. —¿Sabe qué pasaría? Estos señores, dice, —nos estaban desentendiendo porque estos señores estaban peliando, dice, —mientras se robaban el ganado. Pos, se perdió y se desbalagó el ganado.
Más bien ésos creían que se había desbalagado el ganado. —Y, ¿ora qué hacemos?
—Pos, vamos a decirle al rey que, pos, se nos perdió el ganado.
—No, pos. Vamos.
Ya de regreso que vieron a la casa ya vieron al ganado allí que ya estaba en el corral: —¡Aa!, dice. —Sabes que nos robaron el ganado, dice. —¡Mira no más! ¡Allí está amontonado! ¡Ay! Y ¿qué cuento vamos a dar?
—Pos, ¿qué cuento vamos a dar?
—Pos, que nos van a poner una fajiza.
Y el rey tenía el gobierno allí a su cargo y la persona que desobedecía las órdenes de él lo, lo ejecutaba con un sable muy cimbreador para que otra vez se pusiera en cuidado y atendiera a lo que él ordenaba. Pos, allí le puso su...
Ya llegaron allí: —¿Quiubo? ¿Ón 'tá el ganado?
—Pos, no. Pos, que áhi no 'stá.
—Se lo robaron, ¿verdá? ¿No les dije que se pusieran listos?
—Pues, sí, dice, —pero no se pudo por menos, dice.
—Pues, hínquense porque los voy a cuerear.
Los cuereó aquel rey a todos, aquellos soldados, y los castigó. Los tuvo todo el día allí parados en los rayos del sol.
Otro día llegó de vuelta el ahijado: —Padrino, buenos días. —Buenos días.
—¿No tiene chambita, pues, ahora por ahí?
—Sí, dice —Tengo una chambita por áhi. Ahora se trata de que tienes que ir a, a quitar un caballo que voy a mandar con los soldados, y ese caballo es un caballo muy fino, dice. —Que ese... voy a mandar, dice, —una escoltita, dice, —para allá y tienes que quitarle a ese pelotón de, de soldados este caballo.
—Muy bien. Aquí se lo traeré. Pues un.... ¿Cuándo va a ser esa cosa?
—Mañana, dice. —En la mañana ellos se van.
—Y yo lo traigo aquí a lo más tardar para mañana o pasado mañana. Muy bueno. Aquí estará.
Otro día salieron con el dicho caballo un pelotón de soldados, bien armados, bien uniformados y bien... muncho parque. Pa' ande lo vieran tenían que matarlo, porque esa vez lo tenían: —Onde lo vean tiene que matarlo, y discurso ninguno.
—Muy bien.
Entonces aquél jue y se preparó. Jue a una sucursal de ropa. Compró once li.... Antes de eso, ¿verdá?, le preguntó que cuántos soldados iban a ir. Le dijo que iban a ir diez. En... para así él agarró de bases. Otro día jue y compró en una sucursal diez capingones de, de curas, de padrecitos, y desde zapatos y vestidos y todo, de padre. Se llevó diez uniformes. Y se jue. Entonces llegó al... ya agarró un mozo de allí de los de él: —Sabes que hasta, hasta aquí hablé contigo y yo puedo oír. De aquí en adelante yo, yo estoy sordo. Y yo soy padrecito y tú eres sacristán.
Llevaron cuatro machos. Uno lo llevaron cargado de ropa, de, de dos velises y en los dos velises llevaban los diez trajes de los padrecitos. Y el otro velís le... en otro, en otro macho llevaban dos... un par de velises. En aquel par de velises llevaban puro vino. Y en otro iba el sacristán y en otro iba el padre. Y en los otros machos que iban cargados con la ropa y con el vino allí mismo llevaban los catres, un catre del padre y otro catre del sacristán.
A la hora que llegaron a... ellos pasaron por allí por donde sabían que iban a estar con el caballo amarrado. Y luego el caballo estaba en medio y los diez soldados estaban alrededor, y el caballo en medio. Ellos por supuesto bien armados y listos.
Bueno, pos ellos pasaron abajo por un camino muy cortito con ellos. Entonces el, el cabo de, el sargento de ellos y el cabo ordenaron: —¡Fíjense no más! ¡Hombre, hay un padrecito! ¿Por qué no van ... por qué no le hablamos? ¡Lo pueden agarrar los ladrones y lo pueden matar!
—Pos, no era mala esa cosa. ¿Por qué no lo llamamos?
—¡Fíjese, mi sargento, que áhi va el padrecito! ¡Fíjese, el padrecito y el sacristán a dar misa! Así se da con el rey. Y ya ve que muy poco van padres allí con el rey a, a dar misa, diciéndole a él lo que va, dice. —¿Por qué no hacernos esa cosa?
Era un pueblo que muy poco iban padres allí a ese pueblo de Sarabia. Pues ese día tocó la casualidad que iba ese padre.
—¡Pues, ándale!
—Ahi mañana que amanezca que se vaya al pueblo, siempre que no camine de noche.
Porque él iba entre, entre cuatro y cinco de la tarde. Tenía que agarrar en la noche. Y al incontrarse con el ladrón tenía el ladrón que matarlo, al padre, y tenía que robar todo lo que llevaba allí, no sabiendo que él era el ladrón, el padre.
Lo llamaron: —¡Venga! ¡Oiga, padrecito!
Ya se le arrimó el sacristán: —No oye, dice. —Está sordo el padre. —¡Aa! ¿Está sordo?
—¿Qué se les ofrecía? Yo sí puedo atenderlos, dijo el sacristán.
—No, pos. Únicamente deseaba decirles que manda el sargento, dice, —a avisarles que no caminen, que no lleguen ahoy, este, este día al rancho, ¿verdá?, porque les va a agarrar la noche y anda un ladrón, dice, —que ese ladrón, dice, —puede matarlos, para robarlos.
—¡Uu!, dice, —pos no me lo habían dicho. Voy a hablarle al padrecito.
Ya se le arrimó: —¡Padrecito, padrecito!
—Mande, hijito.
—Fíjese no más lo que me acaba de decir un soldado.
—¿Qué dices, hijito?
—Que anda un ladrón, dice, —y que nos puede matar pa robarnos. ¿Por qué no hacemos una cosa? Dice que nos quedemos allí en el campamento de ellos y mañana que sea el día, agarramos la mañana.
—Pos, hijito, dice, —tenemos que llegar nosotros ahora al pueblo de Sarabia. Diles que no podemos. Te espero aquí.
Ya dijo: —Pos, no puede hospedarse el, el padrecito, que porque tenemos que estar con el rey este día y bien para dar misa mañana en la mañana tiene que llegar esta noche.
Entonces ya se viene el sargento: —Pero padrecito, ¿no se da cuenta, dice, —que es, que es un ladronazo y cuente y su vida pueden perderla ustedes? Quédese esta noche con nosotros y mañana en la mañana van los soldados que los lleven allá.
—Muy bien. Tendrá razón, hijito. Me voy a quedar con ustedes a pasar esta noche con ustedes y mañana en la mañana, dice, —me iré.
—Pues bien.
Entonces ya llegaron allí: —Ya hijito, dice, le dijo al sacristán, —¿por qué no me acomodas mi catre para acostarme a descansar porque yo vengo muy cansado, muy aporreado. Ya ves que muy poco ando yo a caballo.
Bueno. Ya llamó la atención el sacristán al sargento: —Oye, mi sargento. ¿Dónde puedo yo ponerle este catrecito al padrecito para que se descanse un poco porque dice que viene muy cansado?
—¡Mm, no faltaba más, mi sacristán!, dice. —Mire, dice. —Ahi póngale su catre, dice. —Al cabo aquí nosotros no vamos a dormir esta noche, dice. —Tenemos que velar, dice, —nosotros al ladrón ese, porque esta noche tiene que quitarnos este caballo. ¡Imposible que nos lo quite!
—Pero ¿cómo hay esa gente de veras que agarra malas costumbres?, dice.
—¡Lo que es el mundo! ¡De todo debe haber, gente brava, separada, gente vicianta, gente ladrona!
—¡Válgame Dios!, dijo el padre.
Pues antes se llegó la noche: —Antes de, de dormir quiero estar con ustedes.
Hínquense, hijitos, para rezarles un rosario, para así mismo descansar y en paz ustedes velen su noche y la pasen muy feliz y que Dios los cuide.
S' hincaron allí los soldados todos allí y él empezó a bendecirlos y a rezar algo de su parte. Ya que terminó de rezarles el rosario se acostó a dormir.
Y entonces el sacristán ya estaba con sus avances. Ya que el padrecito estaba dormido ya les dijo: —Muchachos. Dice: —El padrecito se durmió. ¿No les gusta a ustedes el ... una copita de vino?
—¡Aa, cómo no, hombre!
—Trae, trae el padre, pos áhi trae él sus botellas del bueno, dice. —Se lo voy a robar, dice, —no más para darles, para darles una copita a cada quien.
Ya que se la tomaron: —¡Qué bueno!, ¿verdá?
—¡Uu, 'stá rebuenísimo, hombre! ¿No traidrá otra por áhi el curita?
—¡No!, dice. —¡No, hombre!, dice, —porque puede oírme. Si ya ven que está sordo, ¿verdá? Pos, puede oírnos, dice. —Voy a darles otro traguito nomás, pero ya el último para, para acostarme a dormir. Ya descansamos.
Bueno. Y el sargento y el cabo eran los más apegados al vino, al tanto que estaban opinando ya, ya ir a comprar un botellón al, a un pueblo, al pueblo de Sarabia, de vino, para servirle.
—Bueno, mire. Nos va a dar otra copita.
Y así se la llevó hasta que emborrachó a todos. Y mientras que uno tomaba el otro iba... y mientras que tomaba el otro iba y se trepaba al caballo porque no lo querían desamparar ni un momento. Pues, ellos no eran tontos, ¿verdá?, aquéllos... Un soldado ya bien borracho allá arriba del caballo, ya estaba allí hablando en inglés y...: —¡Que yo soy hombre y a mí me importa poco y que ... échenme la botella pa' acá y...!
Pos, ya no más se les quedaba el que estaba arriba del caballo. Pues ya los demás todos dormidos y ya todos ... muertos ya de tanto tomar vino... ahogados.
Y ya que emborracharon al último entonces ya le habló al... ya todos los soldados allí, ya le habló al, al cura.
—Este ... padrecito, padrecito. Ya están bien cohetes.
—¿Ya?
—Ya está bueno.
Ya agarró las tijeras el padre y ya agarró, abrió los velises y ya les hizo una ruedita y les peló en la pura cabeza, una ruedita a cada soldado. Ya les puso a todos su capingón y les puso zapatos negros y, y ya le ... a todos les, les hizo esa operación. Y todos los trajes de los soldados, las sotanas de los velises, y los cambiaron por las de padres, uniformados de padres, a todos. Y al que estaba arriba del caballo lo amarraron con una soga de arriba de una horqueta de un árbol y allí permaneció encaramado aquél, bien borracho y amarrado cuando no se caía.
Él se jue. Ya llegó allá, entregó el caballo y entregó, le entregó todos los uniformes de todos los soldados. Pos, éste, ¿cómo le diría el rey?: —Los dejarías encuerados.
—No, dice. —No están encuerados, dice. —Allí están los uniformes de ellos y yo no sé cómo van a ir a llegar aquí. Hasta orita, dice, —esto le cuesta dos cargas, dos cargas de pesos y me lo va a pagar orita.
—Sí. Aquí 'stán.
Allí está el caballo sin novedad y allí están los uniformes de los soldados y... muy buenas noches, padrino, dice, —porque ya está pa' amanecer. En la mañana llegan los soldados.
Pues en la mañana, ya en la madrugada dispertó uno y se levantó. Al levantar la cabeza ya todo desvelado, modorro, ya vido aquél... a un padre de ellos: —¡Aa, dice, —áhi 'stá el padre!
Se volvió a acostar. Dispierta otro y luego ve pa' allá y dice: —¡Aa, áhi 'stá el padre!
Pensaban todos que unos a los otros se habían venido ... pensaban que era el padre, ¿verdá? No, hasta que el sargento se lev... , dispertó y ya se vido el traje, y todos iguales. Ya se levanta más enojado que la fregada: —¡Levántense! ¡Mira no más, qué bonitos! ¡Puros ... padres ahora! ¿Qué vamos a hacer? ¿y el caballo? Mira. Ahi 'stá aquél encaramado arriba del árbol. ¡Anda, bájalo!
Ya lo bajaron allí y más acongojados y más asustados que nada, que nadie hallaba ni cómo llegar a ir con... con el rey.
—Pos, ni modo. Tenemos que llegar, muchachos. Hay que sufrir la otra pajuelita que nos va a poner. Vámosle llegando.
La mañana por áhi entre siete y ocho de la mañana venía un señor que iba a su trabajo en una yegüita media coscolina. ¡Na, pos! Ya devisa a los padres, a todos que iban con su gorrita arriba y así así, sotanas de padres, y tuvo que regresarse rápidamente pa' atrás, a dar el aviso que iban los padres misioneros porque ellos pensaban que eran los padres misioneros: —¡Ay! ¡Ahi vienen los padres misioneros! ¡Hay que avisar!
Y como era un pueblo que muy poco iban los padres allí, hay... lo que... le pedi... le alcanzó almiración de esa cosa. Arranca a la carrera. Luego en la yegua pero que, que a la carrerísima. Y fue una grita por todas las calles: —¡Los padres misioneros! ¡Los padres misioneros han llegado aquí al, a Sarabia, señores! Y —¡Que alístense y que van viniendo los padres misioneros y a la carrera!
Muchos se asomaron. Las campanas arrancan los señores suenan las campanas allí... a repicar las campanas y luego el rey toca a repicar las campanas de allí del palacio del rey también. Y muchas mujeres matando gallinas, otras personas guajalotes, otros puercos, otros reses y haciendo insolencia y media matando muchas cosas para así mismo a la hora de la llegada de los padres misioneros hubiera mucho que comer para ellos.
Pues ya la gente, se puso rápidamente a las carreras. Hubo un grupo de gente y se pusieron en, en obra, irlos a incontrar. Ya que los incontraron ya llegaron y: —Muy buenos días, padrecitos.
Y besaban la mano a todos no más que sacaban la mano de pena porque, pos, les daba vergüenza, que aquellos... personas conocidas le besaran la mano y ellos no eran padres. Pues, eran los soldados. Y así llegaron hasta con el rey. Ya que llegaron con el rey ya dieron cuenta allí que pos no, que pa' atrás, que los que habían llegado no eran padres misioneros. Bueno, únicamente soldados, los soldados de él, que no había pasado nada allí en esos momentos. Entonces toda la gente acongojada porque habían hecho sus matazones de animalitos y, y no habían sido los, los padres, entonces ya esos gastos los tenía que pagar el rey por haber sido causa de aquellos gastos. Entonces el rey pagó los gastos que habían hecho de matar tanto animal.
Entonces ya se regre... ya se regresó y a ponerle su pajueliza a cada soldado. Ya que les aceptó, les duró, les duró allí unos cuantos días la pajueliza, imponiéndoles trabajos y otros encargos por no obedecer los órdenes y por gentes tontas. Entonces ya le dijo un....
El ahijado a los dos días fue: —Padrino, dice, —vengo a saber si va a seguir usted en el trabajo o si no para regresarme para atrás porque yo aquí gano muy poco dinero con usté. Lo que le he ganado se dé cuenta que no llevo nada.
—Pos luego, ¿cuánto quieres ganar?
—Pues yo quiero ganar unas tres cargas de pesos.
—Ya para esas tres cargas de pesos le hago la casilla. Si no le roba a casilla. Si no, no doy nada.
—Está bien, dice.
—Ahora, dice, —tengo otra.
—Sí, sí.
—Tienes que ir a pelar un borreguito que tengo por áhi, lanudo, dice, —y tienes que traerme la lana que le, que le, que produce el borrego. Se lleva, tienes que traerme la lana aquí en mis manos.
—Muy bien. ¿Cuándo?
—Pos, mañana por la noche. Tienes que ir a quitarlo.
Entonces mandó a otro pelotón de soldados. Ya los puso a cuidar aquel dicho borrego. Todos se pusieron sentados alrededor y el borrego en medio.
Entonces él otro día en el día mandó hacer rápidamente como es... por ganar mucho dinero y él no más cobraba, mandó hacer un, un castillo, muy bonito, chiquito, acondicionado en aquel salón. Tiene un hilillo, acondicionado aquel salón, tenía que encender. Y tenía que, que revestirse muy bonito del castillo. Y aquellos soldados tenían que voltear para atrás y ver aquel castillo que estaba muy iluminado. Entonces iban con unas tijeronas largas como de medio metro de modo que abarcaba el borreguito aquel y de un tijerazo arrancarle muncha lana, de dos, tres tijerazos dejarlo peloncito al borrego.
Entonces ya que estaba el castillo listo se llegó la noche y ya lo puso y ya eran entre diez y once de la noche cuando dijieron: —Pos ya no vino el ladrón, dice, —a quitar ese borrego. Yo creo que ahora le falló.
Y él allí cortitito con ellos allí escuchando aquello.
Cuando de repente: —A mí me está llegando el sueño, dijo uno, un soldado. —Pues, a mí también. Vamos llevando al borrego y, y se lo entregamos al rey y le decimos que no fue, que quedó mal el ladrón. ¿Cómo va, mi sargento, esa cosa?
—Ahi vámonos.
En eso andaban cuando de repente le dio un jalón el ladrón al, al castillito y se reviste: —¡Ay, qué cosa tan bonita!, dice. —Y en la altura se apareció la Virgen. Es la Virgen aparecida. ¿Qué Virgen será? Pero, ¡qué bonito!, ¿verdá?
Y toda la gente con la admiración y mientras el ladrón peló el borrego. Ya cuando estaban en esa, en esa cosa, que se ha aparecido la Virgen y que el castillito aquel tan bonito y que en un castillo se ha aparecido la Virgen y que miren y que pa' allá y pa' acá, cuando regresaron a voltear para atrás ya el borrego estaba pelón. Ya cuando regresaron por el rey hasta la lana estaba allá.
Entonces ya llegó y le entregó la lana: —Aquí está, padrino, la lana. Y los soldados no han de tardarse.
Ya le entregó las tres cargas de dinero: —Deme de una vez la chamba pa' mañana porque no quiero perder el tiempo en venir. Y es que sigue teniendo.
—Pos, le queda la última.
—¿Sí?
—Sí.
—Bueno. Pos ya le estamos dando. Dígame cuál es.
—Mañana tienes que venir en la noche a quitarme a mí personalmente las donas con que nos casamos yo y mi esposa y me las tienes que entregar a mí.
—Muy bien. Mañana en la noche, ¿verdá?
—Sí, mañana en la noche.
—Bueno.
¡No! Pos, a poco rato llegaron los soldados: —¿Quiubo? ¿Qué pasó con ustedes? Otro, otro borrego.
—Pos, no. Pos que nos lo pelaron.
—¿Aa, sí?
—Sí, fíjese.
—Pos, el causante de todo esto es ustedes, oficiales. Ahora van a ser castigados ahí. Toda esta noche parados y mañana todo el día. Así es de que para otra vez pongan cuidado.
El rey esperando la robadilla que le iba a dar el ladrón, pos, en la noche se llegó la noche....
Y él ya mandó hacer en el día un, un mono de estilo tejano, igual a él, íntimo a él. Como vestía él, así mandó hacer el mono y como él vestía de tejano, así informó a aquel mono de tejano y bien parecido, del mismo cuerpo y no, nomás que lo paró allí en, en una ventana, acondicionado con un hilillo, con un hilillo que llegaba hasta onde él. Tenía que estar, y él tenía que estar en la pura puerta onde iba a salir el rey, el dicho padrino. Entonces medio automático el mono porque el jalón tenía que ladearse para un lado y tenía como que estaba asomando para el lado de la casa, al lado de la puerta del salón donde él dormía, y tenía que enderezarse, tenía que agacharse como que andaba escapando, de él mismo.
Bueno, pues. Se llegó la noche y ya se jue al campo, donde él iba a presentar su número. Entonces se para el tejano en la pura ventana. Entonces el rey sacó un rifle que tenía muy bueno y disparó sobre el mono. Luego el mono cayó. Al momento cayó. Entonces le dijo el rey a la esposa: —Fíjate. Ya me lo fregué. Ya está bien muerto.
Y él oyendo allí, cortito.
—Aquí me espera, dice, —un momento. Voy a verlo, a ver si él es.
¡No, pos! Ya jue y ya lo vido, él mismo, ése.
—Sabe, dice, —que voy a dejarlo a la orilla, dice. —Yo lo echo al hombro y voy a dejá... voy a dejarlo a la orilla para que no me lo den de cargo a mí porque estos hombres como tienen mucho dinero y son ladrones de cuenta, dice, —pueden agarrarnos, dice, —y me pueden a mí sacar mucho dinero, dice, —y no deseo yo tanta cosa. Yo lo que quiero matarlo porque ya me ha hecho mucho. Voy a, a dejarlo a la orilla del pueblo.
—Muy bien.
Entonces ya fue él, ya salió él. Ya se lo echó al hombro y en esto, a poco momento ya regresó. Pero él no. Es que regresó el ladrón con la dicha madrina. Ya llegó allí: —Ya vine, le dijo el ladrón a la madrina. —Ya vine.
—¿Ya?
—Ya. Allá lo dejé en la orilla.
—Aa, sí, sí.
Entonces dice: —Oye, dice. —Yo no tengo....
Ya está acostado allí con la madrina, el ladrón: —Oye, dice. —Yo no tengo, dice... —las.... ¿Dónde tengo las, las donas, pues? Y ya con la trastornada del susto que llevé de haber matado al... a mi ahijado, dice, —ya ni acuerdo de dónde tengo las donas.
—Aa, pos bien, dice. —Ahi, áhi 'stán, dice, —en l'alacena.
Bueno. Aquel ahijado abusó de la madrina misma porque el tiempo no permito... no lo permitió de, de por menos más que de aquella cosa. Entonces ya hizo lo que quiso de la madrina, abusó de ella y ya a poco momento le dijo, dice: —Oye, dice. —Voy a ver, dice, —si acaso no se vino, dice, —el, el, mi ahijado, dice, —o a ver si acaso no, no revivió... A lo mejor lo pegué mal. Voy a verlo, a ver cómo está, dice, —a ver si ya está en las condiciones como lo dejé allá.
—Andale pues, viejito. Anda. No te dilates porque yo vaya estar con pendiente aquí y ya ves. Algo te puede pasar por allí, dice, —ya sin saber por, por aquí. No te vayas a tardar muchote.
—No. Te prometo, viejita, que no me tardo mucho.
Ya se jue y allí se llevó las donas. Ya saliendo él y a poquito momento llega el meramente marido, el rey. Ya llegó: —Ya vine, dijo.
—¿Aa, tan pronto?
—Sí, dice. —¿Cómo pronto?, dice. —Ya tengo esto por allá y a mí se me hace que tardo mucho.
—¡Uu! ¡A mí se me hizo poquito lo que tú haces por allá! El tiempo que hicistes y ya estás nuevamente.
—¡Mm!, dice. —Oye, dice, —¿y las donas?
—Pues, luego no, mi hijito ... No sé ón 'taban.
—Oye, dice. —Ya me las robaron.
—Pero, ¿cómo? ¿Luego no eras tú el que vinistes en este momento?
—No. Yo no era. No he venido desde que me fui.
—¿Cómo luego no me agarrastes la mano áhi y luego estuvistes allí? Te acostastes conmigo en la cama.
—No. Pues yo no. Bueno, desde que me fui no he vuelto. ¡Uu!, dice, —pos ya me fregó mi 'hijao de vuelta, dice.
Entonces ya otro día en la mañana llegó el, el ladrón: —Aquí está, padrino, dice, —la, las donas.
—Muy bien, dice. —No. Creo que eres tú un hombre muy listo y muy estudiao, dice. —Ya me robastes hasta mi mujer. No te consolastes con robar ambas cosas, hasta robaste mi mujer, siendo tu santa madrina. Pero eso no importa. A fin que yo tuve la culpa y fui el culpable de todo esto.
Y este cuento se terminó.

 

Nº de referencia: 9

Al habla:
Camilo Villegas
(35 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Amapa (Santiago Ixcuintla, Nayarit), el 26 / 1 / 1959

Transcrito por: Stanley L. Robe

Ver en el mapa: localidad / sitio de documentación / lugares mencionados

 

Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1972. Amapa Storytellers. Berkeley: University of California Press, núm. 7

Notas
The tale of The Master Thief enjoys wide currency in Spain and Spanish America. Frequently it is combined with other tales involving robberies, notably variants of the basic Master Thief tale, such as A-T 1525D, and type 950, Rhampsinitus, which dates from at least the fifth century before Christ. These, with type 1525A, are the usual components of those amalgamated tales that are concerned with robbers and their adventures. The tale narrated by Camilo Villegas is a fairly straightforward version of Aame-Thompson type 1525A: 1525A I a [K301.1] c (king) [F660.1, H915, H1151] 1525D b (by. apparently hanging confederates) [K341.3] 1525A II *c Thieves feign quarrel, distract guards, steal cattle. [K341.3] b Thief dresses as priest, gets soldiers drunk while confederates steal horse. Thief dresses drunk soldiers as priests. [K332] *d Thief and confederates distract soldiers with model castle and illuminated figure of Virgin. Thief shears king's sheep. [K341] III Theft of wedding presents. Thief sets up figure of himself which king shoots, then takes to edge of town for disposal. While king is absent, thief climbs into bed with queen [K362.2], then steals wedding gifts. Amapa no. 6, is well filled out with detail, particularly in sections II and III. Motif K341.3 Thief distracts attention by apparently hanging himself is attributed in Aame-Thompson to type 1525D, a subtype of the Master Thief tale in which the principal episodes are thefts accomplished by distracting the owner's attention. It is not out of place here, nor are episodes II *c and II *d, which could well be combined with type 1525D. Nevertheless, the basic sequences of the tale clearly call for its affiliation with A-T 1525A in view of the introduction with the imposition of thefts as tasks by the king and the seduction of the queen and subsequent theft of the wedding presents. On the basis of Espinosa's classification' (CPE, 111, 230-231), this Amapa version may be described as follows: A. A youth leaves home and learns the trade of a thief. The king wishes to prove the thief's ability and sends him to steal. This introductory episode is different from the one outlined by Espinosa in that the youth has no brothers who set forth to learn a trade. B. The thief steals the king's cows by "hanging himself" in the forest, where he is seen hanging. D. The thief steals the queen's sheet and ring. He prepares a human figure that the king "kills." The thief steals the objects while the king and queen go to bury the figure. E. The thief goes to bed with the judge's wife. There are slight differences here from the Hispanic versions discussed by Espinosa. The thief goes to bed with the queen, not the judge's wife. Furthermore, D and E are combined in the Amapa version. Camilo Villegas enlarges upon the various distractions employed by the thief and keeps the attention of his audience by dwelling upon the ingenious devices used by the youth to outwit the king's men. This inherent feature of the tale, which the narrator is able to exploit, probably accounts for the high listener interest it arouses, rather than Villegas's artistry as a storyteller.

 

Ver los motivos
1) K301.1 - Youth learns robbery as a trade: boasts of it.
2) H915 - Tasks assigned because of girl’s (boy‘s) own foolish boast.
3) H1151 - Theft as a task.
4) H1158.9 + - Task: stealing cattle wich is guarded by soldiers
5) K341.3.1 + - Thief distracts attention by apparently hanging confederates
6) K341.27 - Trickster starts argument and steals from arguers.
7) H1151.2.1 - Task: stealing horse when owner has been forewarned.
8) K311.18 + - Thief disguised as a priest
9) K332.1 - Theft by giving narcotic to guardian of goods.
10) H1151.27 + - Task: stealing the wool of a guarded sheep
11) K341 - Owner’s interest distracted while goods are stolen.
12) K341.30 + - Thief distracts guardians with artful device while goods are stolen
13) H1151.4.1 + - Task: stealing wedding rings
14) K362.2.1 + - Stealing the wedding rings

 

Ver los tipos

1525A. - Tasks for a Thief (previously Theft of Dog, Horse, Sheet, or Ring).

1525D. - Theft by Distracting Attention.

Véase también:

1525. - The Master Thief [K301].

 

Materiales adicionales

 

 

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