La montaña de cristal

 

Este era un señor que tenía dos hijos. El más grande se la daba de muy vivo y el otro lo tanteaban muy tonto. El más grande trabajaba y ganaba mucho dinero y el otro no. Siempre iba el pobrecito allí en la casa. Muy poco dinero ganaba. Un día dice: —Bueno. Dice: —Papá. Dice: —Cómprame un caballo. Dice: —Yo me voy, dice, —a correr el mundo. Dice: —A ver qué voy a ganar por allá. Dice: —Cuando vuelvo entonces seré muy rico.
Le dijo el mayor, dice: —¡Mmm! Dice: —¿Tú rico? Dice: —No puede ser, dice, eres muy tonto. Dice: —Pero en fin, ándale, papá. Yo le ayudo para que compre él el caballo. ¿Cuánto necesita para el caballo?
El muchacho compró su caballo blanco y se fue. Se fue caminando caminando cuando llegó a una montaña. Vio que llegaban muchos allí a esa montaña. Y se encontró un chamaquito que iba corriendo. Dice: —¿Por qué corres?
—¡Mm!, dice. —¡Cómo no he de correr!, dice. —Voy huyendo de la montaña maldita.
—¿Cómo? ¿Por qué?
Dice: —Sí. Es una montaña de cristal. Dice: —Acérquese más para allá y verá alrededor de la montaña, muchos muertos, dice. —Muchos que se han aventurado a subir.
—Bueno. ¿Qué hay allí que es maldito?, dice.
Dijo: —No. Dijo: —Es maldita porque arriba está un palacio y una princesa y el que llegue allí se casa con ella. Dice: —Muchos se han aventurado, dice, —y al llegar como a media montaña resbalan y cain para las profundidades y se han matado. Dice: —Yo por eso corro. Dice: —Yo tengo miedo.
—Pues sí, dice. —Tú corres porque no. Dice: —Ahora yo voy a subir. Luego no llevó más que una navajita. Empezó a subir, pero él subió a pie y los demás habían subido a caballo. Empezó a subir y a subir y el sol más fuerte y mucho calor. Empezó a sentir mucha sed. Dice: —¡Ay! ¡Tengo mucha sed! Dice: —Yo no me voy a dejar caer para abajo. Dice: —Pero no. Si me dejo caer, muero como los demás. Dice: —Pero no. Yo quiero llegar al palacio, dice, —para que mi hermano que me cree muy tonto ya cuando sepa que yo soy el dueño de ese palacio y de esa montaña de cristal, dice, —yo voy a ser el vencedor.
Empezó a subir y más subir, pero ya casi iba llegando cuando, cuando sintió que le faltaban esfuerzos. Y estaba más alto todavía. Y quedaba muy inclinada aquella cuesta que le faltaba de modo que era más trabajoso. Empezó él a sentir sueño también y mucho cansancio. En eso ve que pasa junto a él un halcón y este se le pega de las patas. Y empezó a volar el halcón con él, y el halcón ese estaba cuidando un manzano que estaba en medio palacio, de allí de la montaña de cristal. Y empezó a hacer revolotear alrededor del castillo. Dijo: —Ora sí. Dice: —Ya me voy a dejar caer y al caer yo me voy a dejar caer aquí en el palacio y ya llego y yo fui el vencedor.
Muy bien. Pero el halcón no se sacaba mucho para abajo sino que volaba siempre alto y alto. Una vez se pasó muy cerca del manzano y ese con la navajita sacó la navaja y le cortó las patas al halcón y cayó. No se cayó muy recio pero cayó allá en medio palacio. Empezó a buscar, a buscar a ver dónde estaba la princesa, como ya le habían contado que era una princesa encantada.
Cuando le sale una, una víbora, a quererle cortar el paso. Dice: —Déjame pasar.
Dice: —No, aquí no entra nadie, dice, —porque antes tiene que pasar tres pruebas.
Quiso morderlo la víbora y él con la navajita le cortó la lengua y se llevó la lengua. Muy bien. Siguió caminando caminando. Pasó una alcoba, otra, y le sale un león, queriéndolo matar. Y este pensó, dice: —La lengua de la víbora con seguridad que era para algo. Le aven... le arrojó la lengua de la víbora y el león quedó allí como fulminado, muerto.
Dice: —Me queda otra prueba. Dice: —Esa quién sabe lo que me vaya a suceder.
Al llegar allí va viendo una fosa y tenía que brincarla. Dice: —Pero brincar esta fosa, dice, está muy ancha y no puedo pasar por otra parte más que por esta.
Quiso brincarla y no pudo. Dice: —¡Ummmm! Dice: —Me regreso con el león.
Y fue y le cortó la cola al león y la puso como puente y le sirvió de puente y pasó al otro extremo. Al llegar al otro extremo vio la princesa que lo recibió con mucho gusto. Le dice: —Bueno.
Dice: —De todo lo que han querido hacer los dueños aquí del castillo, nadie ha podido entrar. Dice: —¿Ves aquellos caballeros que están allá abajo? Ven, asoma.
Pero cuál sería su sorpresa que al asomarse a la ventana para ver la profundidad va viendo muchos caballeros en sus corceles ya vivos. Dice: —Bueno. Dice : —Yo los acabo de ver muertos.
Dice: —Sí, estaban muertos pero al que... entrar aquí tú has contestado todos los reyes y ya están vivos. Dice: —Se han revivido.
Dice: —Muy bien. Dice: —Ellos se deben aquí. Dice —Ellos serán tus soldados. Ellos van a ser de ahora en adelante tus soldados.
Y él fue el que se casó con la princesa. Cuando fue con el papá a darle la nueva, le dice: —Mire. Dice: —Vamos al castillo. Dice: —Está en la montaña de cristal. Vamos para que vea, dice.
—Pero, espérese, el más tonto.
Dice: —Sí.
Dice: Tú eras el más tonto y además fue el más vivo.

 

Nº de referencia: 88

Al habla:
Agustina Gómez
(24 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Tepatitlán de Morelos (Tepatitlán de Morelos, Jalisco), el 23 / 9 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

Ver en el mapa: localidad / sitio de documentación / lugares mencionados

 

Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 71

Notas

 

Ver los motivos
) -

 

Ver los tipos

530. - The Princess on the Glass Mountain. (Including the previous Type 530B*.)

 

Materiales adicionales

 

 

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