Daria

 

Este era un señor que era viudo y tenía una hija que se llamaba Daria. Él su trabajo era comerciante. Y al frente vivía una señora que era viuda y tenía una hija la cual se llamaba Francisca. Un día fue Daria a visitar a su vecina y le dice, dice: —Oyes. ¿Por qué no le dices a tu papá que se case conmigo? Dice: —Mira. Te voy a dar sopita de miel.
Ella se comió la sopita de miel. Llegó a su casa con su papá y le dice: —Papá, ¿por qué no se casa con la vecina? Dice: —Es viuda y tiene también una hija. ¡Cuánto me voy a divertir yo jugando con ella! Mira, me da sopita de miel.
Dice: —Sí, Dice: —Ahora son sopitas de miel y después serán sopitas de hiel.
—No, papá. Cásate con ella.
Muy bien. Tanto insistió que se casó con la señora viuda. Ella creía que iba a estar muy contenta con la otra compañera pero no fue así. Los primeros días los pasaron muy contentos, la trataban muy bien, dice, pero después la madrastra la golpiaba mucho y le hacía que trabajara mucho en el quehacer de la casa. Y esta se estaba muy triste.
Un día el señor tenía que salir de viaje, como era comerciante, y le dice, a la señora, dice: —Mira. Llamas a mis dos hijas al mediodía.
Una era hija y la otra no pero le nombraba a las dos sus hijas. Dice: —Les dices que me encarguen lo que ellas quieran. Voy a ir lejos y traeré todo lo que ellas gusten.
—Muy bien.
Ella en vez de decirle a Daria que le encargara vestidos o calzado o sombreros fue y le dijo: —Mira. Tu padre va a venir a preguntarte que qué quieres que te traiga del viaje. Tú tienes que decirle que te traiga tres florecitas de mirto de araña. No tienes que decirle que te traiga más porque si no te voy a golpiar mucho. Y la pasarás muy mal.
Ella se quedó muy triste y la otra hija sí va a encargar pero ella no lo sabía.
Pero al mediodía llega el papá y les dice: —A ver, hijas. ¿Qué quieren que les vaya a traer yo?
Dice Francisca, dice: —Mira, papá. A mí me vas a traer calzado, vestidos, sombreros, dice, —y las alhajas más finas.
Dice: —¿Tú, Daria?
Dice: —Yo. Dice: —Tres florecitas de mirto de araña.
Dice: —¿Pero que no ves que Francisca que no es mi hija me encargó tantas cosas? Tú, ¿por qué nada más esas florecitas?
Dice: —Pos yo no más eso quiero.
—Muy bien.
Se fue el señor. Encontró todo, los calzados, sombreros, a los colores que le encargó su otra hija, pero las florecitas no las podía encontrar. Un día se fue al borde de un camino muy triste. Y estaba allí sentado porque no podía encontrar las flores. Dice: —Mi hija, no le he encontrado el encargo que me hizo. No he encontrado lo que ella me encargó. Se me hace muy penoso llegar a mi casa.
Estaba pensando cuando pasó una señorita y le dice: —¿Qué está sintiendo, buen amigo?
Dice: —¡Mmm! Aquí estoy no más pensando. Dice: —Pero ¿por qué estás tan triste?
Dice: —¿Cómo no he de estar triste? Dice: —Tengo una hija. Dice: —Me encargó tres florecitas de mirto de araña. Dice: —Y no las puedo encontrar.
Dice: —¡Jummm! ¡Por eso te apuras! Mira. Vete por todo este camino y al llegar a una plazoleta está un árbol. Y allí está un nidito y está un pajarito. Si tiene los ojos abiertos es que está dormido y si tiene los ojos cerrados es que está dispierto. Llegas y si tiene los ojos abiertos le espantas y sacas las tres florecitas que están en el nido.
—Muy bien.
Ya se fue él muy contento caminando. Hasta facilito se le hizo el camino.
Llegó. Estaba el pajarito con los ojos abiertos. Lo espantó y sacó las tres florecitas. Ahí viene caminando muy contento. Llegó a su casa. Y la señora creía que era de mirto de araña pero no fue así. Era del pajarito. Y ella creía que era mirto de araña.
Luego que todos se fueron acostar le dice a Daria la madrastra, dice: —Mira. Dice: —Mañana cuando enciendes la lumbre, arrojas una florecita de mirto. Luego que salga el enanito tienes que hablarle. Y si no le hablas, te voy a golpiar mucho y la vas a pasar muy mal.
Dice Daria: —¡Mmm! Dice: —Si le hablo, nada bueno puedo esperar. Ella me maltrata mucho. No le voy a hablar. Luego que salga el enanito no le hablo.
Se llegó la mañana siguiente. Encendió la lumbre. Arrojó la florecita de mirto y salió un... el enanito y un pajarito. Dice: —Daria, Daria. Le dice el pajarito, dice: —Háblame. Mira. Yo soy un príncipe encantado y si tú me hablas me desencanto. Tengo que concederme un año todavía más que sufrir, así de pajarito, dice. —Háblame. Con una palabra.
Y Daria no contestó, porque ella creía que algo mayor iba a suceder. Ya la madrastra tampoco no se daba cuenta que no eran de araña porque si habían sido de araña al hablarle de araña tenía que haberse caído muerta, le habría matado. Y no era así. Había una equivocación en las flores.
—Dice: —Ándale, mira. Se está acabando el mirto. Yo te haré muy feliz.
Y ella no contestó. Se acabó el mirto y se perdió el pajarito. En seguida llega la madrastra y le da una pela pero muy buena. Dice: —¡Ay!, dice. —¿Por qué no le hablaste?
Dice: —No le hablé, dice, —porque no podía esperar nada bueno y decirle que tú me hables.
—Pues tienes que hablarle. Mañana en la mañana es la segunda. Ya no te quedan más que dos. Y si a la segunda no le hablas, te va a ir peor que ahora. —Muy bien.
Otro día en la mañana arrojó otra vez la florecita de mirto de araña. Salió otra vez el pajarito pero como no era de araña... era del pajarito... ella creía que siempre algo malo le había de suceder.
—Ándale, Daria. Daria, contéstame. Mira. Está acabando el mirto. Ya ves cómo te vas a ir con la madrastra. ¿Por qué no me contestas?
Y ella no le contestó. Se acabó el mirto. Le fue más mal con la madrastra ese día. Al tercer día tenía que arrojar la otra. Dice: —No. Dice: —Pero ora sí le voy a contestar, dice.
—Dice: —Tienes que contestar, le dice la madrastra, —porque yo te voy a matar si no le contestas. Esta vez no te perdono la vida.
—Muy bien.
A la tercera arrojó la florecita. Salió el pajarito. Dice: —Daria. Háblame.
Mira. Ya es la última vez. Ya se está acabando el mirto. Háblame porque la madrastra es capaz de matarte.
Y ella no contestó. Muy bien. Llega la madrastra y manda... dice: —No le hablastes, ¿verdad? Dice: —Ora te voy a mandar matar. No te perdono la vida.
Mandó traer dos señores y les dice: —Llévenla al bosque y mátenla. Le sacan los ojos y me los van a traer de pruebas de que la mataron.
—Muy bien.
Se fueron los señores y llevaron a Daria. Ya la iban a matar cuando ella empezó a llorar y a decirles que le perdonaran la vida, que la dejaran. Ella no volvería a su pueblo, que no la volverían a ver pero que la perdonaran.
Dijeron: —Bueno. Te perdonamos la vida. ¿Y los ojos?
En eso vieron un perrillo, que iba detrás de ellos.
—Bueno. Vamos a sacarle los ojos al perro y se los llevamos y le decimos que son los de Daria.
Muy bien. Mataron el perrito y a ella le perdonaron la vida con la condición de que no volviera nunca jamás a su pueblo. Y se quedó allí perdida en el bosque y ya se iba a hacer de noche. Ya no hallaba para dónde ir. Cuando empieza a ver una sombrita del... la misma sombrita de aquel pajarito que había visto, cuando los mirtos, y le dice: —Daria. ¿Ves cómo te abandonaron? ¿Ves cómo quedaste aquí en medio del bosque? Vamos. Sígueme. Háblame y inmediatamente te ayudaré a salir. Contéstame.
Y ella no contestó.
—Bueno. Si no quieres contestarme, sígueme. Sígueme nada más la sombrita. Te voy a llevar a casa del lechero del palacio de mi padre. Dice: —Pero nunca se te vaya a subir, ir al palacio, porque los sirvientes son muy envidiosos y pueden levantarte algún falso y mi padre te puede matar.
Muy bien. Se fue ella pero sin contestar. Llegó con el lechero y la encargó a la familia del lechero y le dijo que jamás la llevara al palacio. Así pasó tiempo y ella nunca les dijo que la llevaran al palacio. Un día les dice: —Llévenme al palacio del rey. Yo quiero conocer el palacio.
Dicen: —No. Eso no puede ser. El encargo del príncipe fue que no te llevaran.
Dice: —Sí. Llévenme. Yo quiero ir. No me sucede nada.
Tanto insistió que la llevaron al palacio. Las sirvientes al verla dijieron: —Mira. ¡Qué muchacha tan bonita! ¿Qué falso le levantaremos? Vamos diciendo que ella se compromete en una noche a separar una bodega muy grande de arroz y alpiste. Y tiene que separarla en una noche. A la mañana siguiente tiene que estar todo separado.
Muy bien. Van con el rey y le dicen que aquella señorita se comprometía a separarlo. La mandó traer a su presencia y le dice: —¿Que tú te comprometes a separar una bodega muy grande de arroz y de alpiste en una noche?
—No, señor. Yo no he dicho eso.
Dice: —Sí. Aquí me lo acaban de decir y así es de que te vas a quedar.
El lechero se fue muy triste y empezó a llorar, que ¿qué iba a hacer? No hacía el ánimo de empezar a separar aquello porque se le hacía imposible que en una noche terminara. En eso llegó el pajarito y dice: —Daria, ¿qué venites a hacer? ¿No te dije que no volvieras por aquí? Dice: —¿Ves? Dice: —Si no alcanzo yo a separarlo ahora en la noche a ti te van a matar mañana y yo no quiero que a ti te maten. ¿Por qué hicistes eso de venir?
Y ella no contestaba.
Dice: —Pero en fin, duérmete. Yo voy a ayudarte.
Y se durmió. Cuál no sería su sorpresa que la mañana siguiente ya estaba separado todo. Llegó el rey y al ver, dice: —Bueno, dice. —En una noche no puede ser, dice. —Pero en fin, algo tiene esta doncella. Dice: —Tiene algo sobrenatural.
Y la dio libre. Se fue a su casa. Y le dijo: —No vuelvas más por aquí, le dijo el príncipe a Daria. —No vuelvas, dice, —porque la otra vez quizá no paso por aquí y me dé cuenta y te pueden matar.
—Muy bien.
Se fue Daria. Pasó tiempo y tampoco no les volvió a decir. Y otra vez insistió que la llevaran al palacio. Fue al palacio y le dice, dicen ellos: —Bueno, ¿y ahora qué vamos a decir? Dice: —Pues todo sabe.
—Bueno. Vamos a decir que se compromete a traer los juguetes del príncipe cuando era chiquito, dice. —Al fin, que el príncipe es un pajarito. Tiene que ser una jaula, pero ella no se da cuenta de esto. Dice: —Es forastera. No es de aquí y no tiene que saber.
Muy bien. Llegan y le dicen al rey. Nada más la llevaron a su presencia. Dice: —Tiene que traérmelos. Tráeme los juguetes.
Y la encerraron a ella en una pieza mientras trajera los juguetes. En eso llega el pajarito y le dice: —¿Por qué estás aquí? ¿No te dije que no volvieras? Dice: —Así es de que quiere que traiga los juguetes, ¿verdad? Mañana venga y les pida permiso que te dejen salir. Y tomas este camino a tu derecha, dice. —Llegas a una plazoleta, dice. —Allí está una casita. Tocas y sale una ancianita. Le pides agua. Cuando ella entra a coger el agua está una jaula en el zaguán. Coge la jaula y te vienes corriendo, que no te alcance a ver ella.
—Muy bien.
Así lo hizo. Pidió permiso para dejarlo al otro día.
Dice: —Bueno. Dice: —Si nadie sabía que el príncipe mi hijo estaba encantado. Dice: —Y ella supo que era la jaula. Dice: Y éstos son precisamente los juguetes del príncipe.
Muy bien. Se fue. Dice: —Ya no vuelvas.
Que se terminó el año y iba a casar... al terminar el año que estaba el príncipe encantado iba a desencantarse. Se avisó por toda la comarca que fueran, que todas las señoritas con unos cirios, a las doce del día. En una parte estaban las de más, de categoría, las más ricas, otras en término medio, y las más pobrecitas.
Daria le dice al lechero: —Yo quiero ir cuando se desencanta el príncipe. Yo quiero verlo.
Dice: —No. Tú, ¿cómo vas a ir? Dice: —Tú eres muy pobrecita. Dice: —Tú no tienes para un cirio.
Dice: —Yo me llevo esta velita.
—Muy bien.
Se llevó una velita muy delgadita. Y llegó y empezó el pajarito antes de las doce, antes de desencantarse, a dar la vuelta alrededor. Pasó por una parte, y otra y a nadie le habló. Y al llegar con Daria le dice: —Daria, ¡qué triste está tu cirio!
A lo que contesta ella: —Y más triste está mi pensamiento.
Y al hablarle Daria inmediatamente se desencantó el príncipe. Y escogio como princesa a Daria, a aquella pobrecita. Las demás se quedaron muy disgustadas. Dijeron: —Bueno. ¿Por qué se escogió a aquella pobrecita que no valía la pena? Dice: —Nosotras con tanto dinero, tan ricas. Dice: —Y aquella pobrecita fue la que, fue la princesa.
Muy bien. Hicieron la boda y unas fiestas. Y colorín, colorado, el cuento está acabado.

 

Nº de referencia: 81

Al habla:
Agustina Gómez
(24 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Tepatitlán de Morelos (Tepatitlán de Morelos, Jalisco), el 22 / 9 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

Ver en el mapa: localidad / sitio de documentación / lugares mencionados

 

Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 63

Notas
In its major features this tale corresponds to A-T 425B The Disenchanted Husband; the Witch's Tasks. At the same time, it also has features of A-T 432 The Prince as Bird. For this reason I have included below references to both types in Spain and Spanish America.

 

Ver los motivos
) -

 

Ver los tipos

425B. - Son of the Witch (previously The Disenchanted Husband: the Witch's Tasks). (Cupid and Psyche.) (Including the previous Types 425J, 425N, and 428.)

 

Materiales adicionales

 

 

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