Las siete cidras

 

Era un joven que vivía en compañía de sus padres. Un día llevando él su caballo al agua encontró una señora bañándose. Le dice: —¡Ten! Espero, niño, que tú serás dueño de las siete cidras.
Entonces el joven se fue para su casa. Llegó y le dijo a su papá: —Papá, me dijo una señora que yo tendría que ser dueño de las siete cidras. Yo me voy a ver dónde las encuentro.
Se fue. Llegó. Iba caminando. Entonces encuentra unos peleándose por las herencias que sus padres les habían dejado. Era un sombrero, unas botas y un bordón. El bordón resuscitaba muertos donde se daban tres bordonazos. Allí se resuscitaba la persona que ellos querían. Los zapatos caminaban a cien leguas por paso. El sombrero, poniéndoselo no los veían. Entonces este llegó y les dijo: —Buenos muchachos, ¿qué es lo que están haciendo?
Le contestaron: —Pues, aquí este que quere los zapatos. Yo que quero el sombrero.
—Y yo que quero el bordón.
Dijo: —Para que no queden peleando presten acá. Yo les voy a dejar contentos.
Entonces este agarró el sombrero. Se lo puso. Les quitó los zapatos. Les quitó el bordón y agarró y se fue. Entonces llegó a una parte donde no más la luna y el sol habitaban. Llegó y tocó la puerta. Le contestó la luna: —¿Quién?
—Yo.
—¿Quién es yo?
—Yo.
Le dice: —¿Quién eres tú? ¿Qué vienes buscando?
—No más vengo buscando las siete cidras.
Dice: —Pos yo no sé dónde serán. Dice: —Ahí pueda ser que mi vecino sepa dónde están.
—¿Dónde es eso?
Entonces él se fue camine y camine. Llegó a donde estaba el sol. Le preguntó, dice: —¿A dónde?
—¿Qué vienes buscando, buen joven?
—Vengo buscando las siete cidras, que me han dicho que yo tendré que ser el dueño de ellas. Y es lo que vengo buscando.
Dice: —Pos yo no sé lo que, ónde se encuentran. Ahi mis amigos pueden saber.
Llegó con el aigre [i.e., aire] y le preguntó: —Oyes, que ¿tú sabes dónde, es dónde habitan las siete cidras?
Dice: —Pues no. Dice: —Mi bisabuelo era el que sabía dónde era eso. :Él iba tres rutas allá.
Entonces él se fue. Le dice: —¿Dónde está tu abuelo sepultado?
Dice: —Pos, allá.
—Vamos para llevarte, dice. —No más has de caminar como yo camine. Entonces él se puso una bota. No fue suficiente. Se puso las dos y áhi van.
Llegaron a donde estaba el abuelo y le dice: —¿A dónde es?
—Aquí.
Bueno, llegaron. Entonces él llegó y con su bordón dio tres bordonazos.
Entonces salió el abuelo del chico. Le dijo: —Oiga, señor. Yo vengo únicamente a molestarlo porque yo he sabido que usted sabe dónde se encuentran las siete cidras.
Dice: —Vamos para llevarte. Vamos para llevarte. Entonces le dice: —No más has de caminar conmigo a mi paso.
Entonces el aigre se levantó y áhi van los dos juntos. El joven se ponía, se puso el sombrero y no vían tampoco. Ahi van. Llegaron a unas peñas muy altas donde ni el sol ni el aigre ni el firmamento se vía. Entonces estaba la señora que le había dicho que tenía que ser dueño de ellas. Entonces estaba la señora espulgándose. Llegó el muchacho. Un imán, un imán fue lo que se puso en los dos zapatos y empezó un remolinazo que no se podía soportar. A la señora le echó unos cogollos a la cara para que no lo viera. Entonces él las cortó y se vino contento para su casa que se las había encontrado.
Entonces llegó a un ojo de agua y quiso beber agua. Dijo: —No. Pos yo ya tengo cidra para comérmela aquí.
Entonces la cidra se le desapareció y se fue a su palo. Llegó a otro y por igual. Llegó a otro y por igual, hasta al sexto que llevaba llegó y le dijo la cidra: —Un jarrito de agua me habías de dar, joven.
Entonces, entonces este se quedó triste. La última que le quedaba le dice: —Un jarrito me habías de dar de agua, niño.
Se lo dio. Y ya cerquitas de su casa, llegó contento a su casa porque las había encontrado y las incontró y entonces se casó con una, con la de la más chiquita y toavía están en la boda. Yo también fui.

 

Nº de referencia: 77

Al habla:
Felipe Sánchez
(16 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Mezcala (Tepatitlán de Morelos, Jalisco), el 21 / 11 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

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Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 59

Notas
In the versions of A-T 408 The Three Oranges, elements I and III show considerable variety in Los Altos. Usually the incidents of the enchantment of the princess by thrusting a pin or a thorn into her scalp, the substituted bride, and the disenchantment of the princess by removal of the thorn are present. Where these episodes occur, the enchantress is punished by being drawn asunder by horses (motif Q416).

 

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) -

 

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408. - The Three Oranges.

 

Materiales adicionales

 

 

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