[ Los niños perdidos ]

 

Había un viejito y una viejita. Tenían tres hijos. Querían muchísimo a sus tres nietos y estos, pues, por divertirse o jugar o algo así, en su casa los regañaban muchísimo por... había sus quederas [sic]. Entonces acordaron en irse a dar una vuelta al campo o distraerse por allá, a ver en qué se divertían.
Salieron ellos de su casa. Ahi van ande y ande y ande. Llegaron a un arroyo.
Eran tres hermanos y de mayor a menor uno tenía diez años, otro ocho y otro seis. El más chiquillo se tanteaba... lo tanteaban los otros grandecitos muy tonto y le dice el más grande al más chico, dice: —Oyes. A ver tú. Tú te vas a dar aquí. Tú eres el más tarugo de nosotros.
Dice: —¡No, hombre! ¡Yo no soy tarugo!
—No, ¡cómo no! ¡Pruébamelo!
Entonces se agacha y lo tumba y dice: —¡Oyes! Pero, ¿qué modo, pues, tú, de probarme eso?
Dice: —Tú no vas a ser tarugo.
Dice: —Si soy yo... yo sé qué modo te tumbo.
Dice: —¡Oo... no es! Tienes que ser vivo. Bueno, a fin de cuentas tenemos que pasar este arroyo. Está muy crecido y, y ¿cómo lo hacemos, para no poderse hogar? Dice: —¡Mmm! Dice: —Yo soy mucho más fuerte que ustedes.
Bueno. A fin de cuentas que pasaron el arroyo aquel. Siguieron caminando, divirtiéndose ellos, juntando por allí... cosas con que divertirse. Iban entreteniéndose ellos cuando ven una casa muy bonita. Les llama mucho la atención. Le dice, le dice el más grande al que sigue... dice: —¡Oyes! ¡ Mira, qué bonita casa! ¿Vamos? A ver qué hay allí.
Nunca la había visto. Era una casa invisible, pues, para la gente grande, la casa de una bruja, que nada más los chicos la vían. Bueno, ps. Llegaron ellos a la casa. Al llegar a la casa vieron allí una viejita sentada allí, que luego los llama: —¡Ay, hijos! Vengan a ver. Vengan. ¿Qué andan haciendo ustedes por acá?
—¡Um! Pos, sabe usted, señora, que en nuestra casa, dice, —nos golpean mucho y no nos quieren. Por eso lo hacemos nosotros a salir acá, pos, a descansar, a desaburrirnos de tanto que nos golpean.
Dice: —¡Mmm, hijitos! Pásense. Yo les voy a hacer aquí horita... voy a traerles unas cosas. Ora verán, ora que se diviertan y si quieren se quedan aquí conmigo.
—Está bien.
Se metió la señora hasta un cajón de dulces. Y ¡Uu, pos, su gusto de ellos! ¡Cómo está el gusto del muchacho cuando se encontraron los dulces! Le dice, le dice uno al otro: —¡Qué contento! ¿Nos quedamos aquí con ella? Dice que nos quiere bien.
—¡Pos, ándale! Aquí nos quedamos.
Bueno. Ya salió la mujer y luego les dice, dice: —Así de que, a ver, hijitos.
Cuéntenme ustedes que es lo que... lo que, a lo que... a ustedes les gusta o qué.
—¡Ummm, señora! Dice: —Pos. Nosotros semos tan pobres que, pos. Nos gusta divertirnos, que...
Dice: —¡Mmm! Aquí se van a divertir. Ustedes están muy a gusto, no más que no saben. ¿Cuándo es el día de tu santo?, le pregunta al mayor.
Dice: —¡Uu! Yo no sé. Para el día de mi santo falta mucho.
—Bueno, ¿cuál de los tres es el que tiene el día de su santo más próximo? Yo para el día de su santo me gusta celebrarlo. No más acuerda que para el día... el día que llegue el día de su santo viene una hada por ustedes... y se pierden. Se pierden y esa hada los lleva, lleva por allá a un palacio muy bonito donde ustedes se entretienen, muy bonito, juegan mucho, tienen mucho, tienen muchos juguetes. Tienen mucho con qué divertirse.
—Bueno. Está bien. Dice: —El día de mi santo más próximo, dice, —faltan seis meses.
—Está muy bien. Bueno. Dice: —A los tres meses tengo yo que... tengo yo que engordarlos porque ustedes están muy flaquitos. Dice: —y al que va llegando el día de su santo tengo que irlo engordando. ¿Cómo va a ser, pues, que le vamos a celebrar el día de su santo, viene la hada y dice: —¿Es tan flaco? Dice: —No. A la hada no le gustan flacos. Tengo que preparar, voy a engordarlos.
—¡Uu, señora!
—Pos, ¿qué comen?, le preguntó la viejita.
—¡Uu, señora! Pos yo como puros frijoles y tortillas.
—¡Uuu, no! Dice: —Yo aquí te doy buenos alimentos para que tú engordes. Y el día de tu santo celebramos buena fiesta.
Bueno. Pos que, se llega el día del santo del muchacho aquel, el más grande.
Y le... tres meses le estuvo dando de comer, buenos alimentos. Y entonces engordó él. La bruja esa tenía la costumbre de comérselos. Pos, para eso preparaba la... un horno. Le pusieron birria y se la comía.
Pos que ya el día de su santo le dice: —Bueno. Y no tarda en llegar la hada por ti. ¿Qué... qué tanteas? ¿No, no le tienen miedo?, dice.
—¿Cómo le voy a tener miedo si usted me dice que es una muchacha muy bonita, con alas?
Bueno. Ya entonces que se fue el modo de decir al chamaco aquel a... convinieron en que viniera el hada por él. Bueno.
—Mira. Ya, ya no tarda en llegar. Asómate al horno a ver si ya está, el hada. Si el hada ya está para que hagamos una birria.
Bueno. A los otros los despachó al agua a un arroyo cercano que había allí de la casa. Dice : —Ya se van ustedes a traerme un cántaro de agua. Dice: —Yo no tengo nada de agua.
Bueno. Se fueron ellos y... bueno. Luego que fue a asomarse... fue la... fue la bruja y lo aventó para adentro y le cerró el horno. Ya cuando volvieron los hermanos ya él estaba dentro del horno y ya no pudo pedirles auxilio y todo. Bueno. Entonces aquellos hermanos: —Abuelita, dicen. —¿Ya, ya está aquí? ¿Ya vino el hada?
—Sí, ya vino. Cuando ustedes fueron al agua, vino. Se lo llevó. Ustedes ni pudieron verla. No quiso esperar.
Bueno. Así quedó. Y los otros no... el más chico, pos siempre él era el más vivillo, que en vez de ser el más tonto era el más vivo. Ya le dice al más... al más grandecito: —Oyes. Se me hace que, que no está el hada.
Bueno. Se llegó la hora de la comida y les dio la birria.
Dice: —¡Oyes! Esta birria no, no me queda. No está muy bien. No sabe igual a la otra. Bueno. A mí se me hace que... No sé por qué, dice. Pero a mí se me hace que no es buena.
Bueno. Ya que se estaba llegando el santo del otro, dice: —Mira. Yo estoy en que ella calienta el horno y allí hace birria a uno. ¿Sabe lo que vamos a hacer? Es que ya cuando... despáchate a ver el horno, dice. —Porque despacha a uno a verlo, y le dices tú: —Abre tú, vas a ver. Y le falta lumbre o le sobra. Dice: —y le dices, ¿cómo no se asoma usted? Al tiempo que ella se asoma tú la arrempujas y le cerramos la puerta. Y nos quedamos aquí. Mira, ¡qué bonita casa! Y nos hacemos ricos.
—Está bien.
Bueno, pos que ya se llegó el día del santo del otro y ya lo engordó con tiempo y todo. Ya le dijo: —¡Hombre!, dijo. —Mira. Me falta agua.
Como el mismo chico del anterior, mandó al otro. El otro, ya aconsejado y todo, no fue por agua sino se quedó por fuera. Bueno. El otro ya le dijo: —¡Hombre!
Dijo: —Asómate a ver si ya está el horno. Mientras que llega el hada tenemos tiempo de comer y todo.
—Bueno, dice. —Oiga, pero si usted no quiere que me asome al horno, si no sé yo si le faltará fuego o le sobrará.
Dice: —¿Cómo no le das tú una vistita a ver si le falta o le sobra? Si le falta, pues, al rato yo me asomo.
—Bueno. Está bien.
Fue a asomarse y él se estuvo listo por un lado del horno. Cuando metió la cabeza él la arrempujó por detrás y la metió y cerró la puerta. ¡Uuu! ¡Que daba unos gritos, unos alaridos horribles la mujer aquella! Y sale él y le habla el otro: —¡Aa! Dice: —Ya la encerré.
—Ora, ¡qué bueno!
Y, y en eso fueron y se metieron adentro de la pieza. Vieron cantidad de... ¡Uu! Que era lo que allí se encontraba y muchas cosas con que divertirse, todo eso. Ya que no advirtieron a nadie: —¡Hombre! ¿Qué vamos a hacer?
—¡Aa, sabes! Nos vamos a ir para con mi mamá.
—¡Aa, dice. —Pero, ¿si nos va a preguntar por mi hermano? Y ¿qué le vamos a decir?
—¡Aal Le decimos que se lo llevó el arroyo. Dice: —Es que nosotros andamos perdidos, que no podemos dar con el camino de vuelta. Pero en tanto tiempo que tenemos. Dice: —¡Aa! A ver qué mentira les echamos.
Bueno. Ya fueron y llegaron: —¡Mamá, mamá!
¡Aa! La mamá encantada de la vida cuando los vio. Le dio muchísimo gusto y fue a bajarlos: —Oigan. Pero falta el hermano mayor.
—¡Uum! Pos, él se lo llevó el arroyo.
¡Cómo debe ser ya el apuro de ella, llorando y muy apenada! Pues, consintió, pues, en que había sido aquello. Luego les dijo: —Bueno, y ¿en qué habitaron ustedes en ese tiempo?
—Pos, mamá. Nosotros nos hicimos ricos por allá. Dice. —Tenemos una casa muy bonita que nos dio una señora.
—A ver, a ver. Vamos. Ya dejen que llegue su papá. Orita viene y vamos pa verla.
Que ya fueron. Llegó el papá y áhi van a ver la dichosa casa. Llegaron allá a la casa y era de puro caramelo, toda muy bonita. Y tenía algo allí de tierritas y eso.
—¡Hombre, hijos!, les dijo el papá. —Ustedes hicieron más capital en ese tiempo desde que vienen por acá. Y yo allá no pude hacer nada. ¿Qué modo lo hicieron?
Ahí le contaron la historia al papá y todo. Y dijo él: —¡Bueno! Pos, hijos.
Vamos siguiendo trabajando a ver si hacemos producir más, un poco más este capitalito. Siguieron trabajando allí. Vivieron muy felices con su mamá y su papá.

 

Nº de referencia: 61

Al habla:
Pedro González
(26 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Acatic (Acatic, Jalisco), el 21 / 9 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

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Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 43

Notas

 

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) -

 

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327A. - Hansel and Gretel.

 

Materiales adicionales

 

 

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