Juan sin miedo

 

Este era un viejito que tenía un hijo muy malcriado y le dice un día: —¡Nooo! ¡Muchacho fregado! Dice: —Ya no se aguanta tanta malcriadez, porque... ¡Conmigo ya no puedes estar! ¡Lárgate de esta casa!
El muchacho agarró sus garras y dijo: —Pues, ya me voy, papá. Dice: —No más que me dé la bendición. Por ahí nos vamos.
Nomás llegó a la esquina y agarró por una vereda y se fue. Luego llegó a un pueblito y estaba un cura sentado. Ahí estaba recargado en una piedra y le dice: —¡Pues, oiga! Mi papá me largó. Dice: —No tengo donde pasar la noche.
—Pues bueno, muchacho. Tú me prometes que te portas bien y yo te dejo aquí conmigo pero te has de portar bien.
Dice: —¡Bueno, pos! No más que me deje pasar la noche y sí me quedo aquí con usted.
Pos, que ya fue y lo acostó en una pieza que estaba cerca de un camposanto. Y el camposanto estaba comunicado con la capilla de la iglesia. Pues que ya se acostó él y empezó en la noche un ruido. Eran como las doce de la noche. Y luego le dice: —¡Caigo que no caigo! ¡Caigo que no caigo!
Dice el muchacho: —¡Pues, ya en qué santo muelen! ¡Pues, caiga el que quiere caer!
En esto cae una bolsa de puros huesos. Dice: —¡Hua! Dice: —¡Que ya tengo colchón!
¡Él era Juan sin miedo! Al rato otra vez: —¡Caigo que no caigo! ¡Caigo que no caigo!
Dice: —Pues, ¡caiga todo el que quiere caer!
Que es que éste tenía una calavera. Dice: —¡Ma! ¡Pos ya tuve el mal!
Al rato empezó un gato, a ruegue y lata: —¡Miaauuu!
Dice: —Venga para acá.
Luego él lo agarró y lo amarró y le prendió con una vela. El gato luego a corre y corre y corre y prendió toda la capilla. Viene el cura de por ahí y le dice: —¿Qué andas haciendo, muchacho?
No más volteó y vio el gato arriba del altar, todo prendido y envuelto en llamas, todo el altar ardiendo. Le dice: —¡Ay, muchacho! Dice: —¡Ya no te voy a tener aquí!
Dice: —¡No! A mí... ya mañana me porto bien. Dice: —Ya. Te prometo que mañana voy a estar muy bien.
Dice: —¡Bueno! Dice: —Tú tienes que ir a dar... tú tienes que acompañar al campanero que den las ocho.
—¡Está bueno!
Es que ya el día siguiente desde en la mañana fue, muy ocupado, servido toda la mañana. Ya iban a dar las ocho de la noche cuando llegó el muchacho con el campanero y le dice: —¡Ándale! ¡No más arrímate! Dice: —y llamas al toque de la oración.
Estaba un mono de cartón en la primera escalera con unas cuartas de tortillas. Y luego le dice: —¡Oyes! ¡Pos, tú! ¿Pa qué las quieres? Dice: —Démelas a mí. Yo traigo mucha hambre.
Ese las divisa y las llevó. Luego como a las otras cinco escaleras estaba un mono con unos quesos. Y le dice: —¡Aaaa! ¡Qué bueno! Dice: —¡Ora sí voy a comer una buena cena! Sáqueme el queso.
Ese llevó los quesos y le dice, le dice al campanero, dice: —Mire. Ahorita me he encontrado una buena, en llegando allá.
Va caminando otras cinco escaleras y estaba otro mono. Le dice: —¡No! Dice: —¡Pos este tiene que tocar las campanas! Dice: —Se me hace que ya no tenemos que hacer.
Ya es que se sentaron allá, que allá amarraron a un mono del badajo de la campana y este da a toque, toque, toque. Pues comenzaron a comer sus tortillas con queso. Y luego se estaban ahogando ya, se estaba recordando el campanero de las tortillas, y le dice: —Pero no hallo yo, es que no hay agua.
Luego ya buscaron y estaba otro mono allí con agua. Entonces que ya, después ya que amarraron todos los monos de las campanas, y empezaron ¡talán, talán! Y toda la gente no más veía aquel monerío, de colgados.
Allí viene el señor cura y dice: —¿Qué pasaría? Dice: —¿Un accidente?
Ya vio él los otros dos acá a come y come y todos los monos allá colgados en las campanas. Y luego les dice: —¡No, muchacho! Dice: —Ya aquí no te voy a querer.
Ya por fin se largó el señor cura y le dice: —¡Vete, porque aquí, aquí ni te aguanto!
Ya dice: —Bueno, señor cura. Dice: —Mañana me voy, que ahora no. Entonces siguió en la noche, estaba el señor cura bien dormido, y le dice: —¡Bueno! ¡Pa que tenga un recuerdo de mí!
Fue y le puso tres cursos de esos cursos de tigre en la cara. Ya se fue el muchacho.
Y estaba allá, pero allá muy lejos caminando cuando ya vio venir unos arrieros. Y luego dijo: —¡Mmmm! ¡A estos les voy a ganar!
Fue y compró una ollita de tepalcate de quince centavos y le puso unos frijoles y agua en la ollita y se fue. Luego dijo: —¡Oiga! Luego llegaron los arrieros y le dicen: —¡Oiga! ¿Qué estás haciendo?
—Que no. Mire. Esta es una ollita mágica que dondequiera que la pongo no demora y se coce una comida.
Dice: —¡A ver!
Dice: —¡Mire! Espérense aquí un ratito.
Y luego ya este, este por debajo le escarba ahí y se hace buena lumbre y se cocieron los frijoles.
Y dice: —¿Cuánto pides por ella?
Dice: —¡No! Pos, ora que me dices, son mil pesos. Dice: —¡No! Pero te dije que no te la faculto en otros dos mil y dos mil. Son cinco mil pesos.
—No, mira. Que te doy tres mil por ella.
—¡Bueno, pos ya!
Ya que compraron los arrieros su ollita se fueron. Al poco caminar vieron que no era cierto y que les había robado. Ahí vienen a corre y corre detrás de Juan.
Cuando los vio venir, subió a un zapote. Luego está pegando con chicle al zapotito puros cincos en las hojas. Llegaron los arrieros y le dicen: —¡Oye! Pos, Juan, ¿qué estás haciendo allí arriba? ¡Tan sinvergüenza! Dice: —Vinimos a que nos dé nuestros tres mil pesos y te damos tu olla.
Dice: —¡No, no, no! Dice: —Ahorita no me hables porque estoy en un descubrimiento. Miren este zapotito, ¡cómo tiene de dinero!
—No, dice. —Tú nos vas a robar.
Dice: —¡No! ¡Por nada en el mundo se lo doy!
Dice: —¡A ver! ¿Cómo es eso?
Dice: —Mira, pos. Este zapotito no más le voy a enseñar a cómo cae el dinero. Y vuelve a salir y vuelve a salir. Dice: —Aquí me voy a hacer millonario. Dice: —Así que ya ni me hable.
Dice: —¡Aaa, Juan! ¡Véndemelo!
Dice él, dice: —¡Nooo! Dice: —No me lo alcanzas a pagar.
—¡Bueno! Pos, ¿cuánto quieres por él?
—Puedo poner diez mil pesos.
Dice: —No. No lo traemos.
Dice: —¡Bueno! Lo mínimo menos es con ocho mil. —¡No, no, no! Te damos cinco mil pesos por él.
Dice: —No. Pero mire. Es que con este me voy a hacer rico, dice.
—¡Aa! Pero no más que quedamos nosotros con los centavitos.
Dice: —¡Bueno! Pos, ¡quédense con ellos!
Ya los agarraron y se fueron. Se creerían gente pudiente. Se quedaron sin un centavo.
Ya fueron y dijeron: —¡Aaaa, Juan! Dice: —¡Nos robó!
Ya a corre y corre detrás de él. Llegaron cerca y estaba Juan haciendo su necesidad. Y luego los vio venir, los arrieros, y le dijo: —¡No! Dice: —Pos ora lo tapo con un sombrero. Y los robo.
Ya llegaron los arrieros y dice: —Pos, ¿qué estás haciendo, Juan? Dice: —No. Aquí tengo un pajarito.
—¡A ver! ¡A ver! ¡A ver!
—Echa la mano.
Dijo: —¿Cuánto quieres por él?
Dice: —Se lo vendo en veinte pesos lo menos. Dice: —¡Bueno! Veinte pesos.
Dice: —Pero, a ver, ¿qué tal es?
Dice: —Bueno, con la condición de que tú no lo destapes hasta que yo haya pasado aquel cerrito.
Dice: —¡Bueno!
Ya caminó Juan todo aquello. Y le dice él, le dice el arriero, dice: —Ora, sí. Ya se fue. Dice: —Vamos metiendo la mano a ver qué pasa.
Dice, ya va el hermano metiendo la mano, y el mismo gritó: —¡Aa, Juan! ¡Ora sí que nos robó! Dice: —¡Ora sí le vamos a matar!
Al llegar al cerrito, Juan los ve y dice: —¡Ora sí! Dice: —¡Bueno! El que es tan breve y es tan menos, dice el diablo, que, el diablo que le aguante, que porque el que es vivo vive de los otros.
Y dicen los arrieros, dicen: —¡No, Juan! Dicen: —Tú qué es, tú lo que tienes es sinvergüenza.
Pos, sí. No lo pudieron alcanzar y se fue con, se fue con el dinero. Se fue con el dinero y le dice... Llegó allá con el cura y dice: —Pos, ¿cómo te ha ido, hijo?
Dice: —No, padre. Dice: —Tienen razón que dicen que el vivo vive del tonto. Dice: —Yo como soy aguzado, pos aquí me tiene ya con mucha lana.

 

Nº de referencia: 59

Al habla:
Genoveva Navarro
(15 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Tepatitlán de Morelos (Tepatitlán de Morelos, Jalisco), el 28 / 8 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

Ver en el mapa: localidad / sitio de documentación / lugares mencionados

 

Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 41

Notas
This tale begins with a series of episodes that closely resemble A-T 326: II a) sleeping near a cemetery, b) sleep disturbed by rattling bones, e) squalling cats, d) motif H1411.1 Fear test: staying in haunted house where corpse drops piecemeal down chimney. Dead man's members call out to hero, "Shall we fall, or shall we not?" From this point henceforth, the protagonist is involved in episodes where he is primarily a trickster. Types 1539 and 1528 in Mexico are ordinarily centered around the figure of the rogue Pedro de Urdemales. Neither type occurs elsewhere in this collection but I have recorded extended versions of each from informants in Amapa, municipio of Santiago Ixcuintla, Nayarit.

 

Ver los motivos
) -

 

Ver los tipos

326. - The Youth Who Wanted to Learn What Fear is.

1528. - Holding Down the Hat.

1539. - Cleverness and Gullibility.

 

Materiales adicionales

 

 

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