El caballo de siete colores

 

Bueno, pos áhi tiene que en cierta ciudad y que había en aquellos tiempos lejanos, había un rey que tenía mucha familia él y su esposa. Y el último que Dios les dio de familia nació ciego. Y el rey se enfureció porque el niño había nacido ciego. Por fin él no lo mató luego porque la mamá no lo dejó, pero lo bautizaron y le pusieron por nombre José. Pero tenía él bastantes hijos y en lugar de mandarles mandados a los que tenían su vista buena, le mandaba a aquél que no veía.
Y un día llega el rey y le habla al chamaco, que tenía ya siete años, y le dice : —José.
—Mande usted, papá.
—Tráeme, dice, —el aguamanil para lavarme las manos.
Y como él sabía todo, dónde estaba allí en su casa, todos los objetos, fue a tomar l'aguamanil para llevársela al papá pero mientras ib' él caminando ande estaba el aguamanil echó una carcajada de risa el chavalo, carcajada fuerte. Entonces el rey se para y dice: —¿Por qué te ríes tú, muchacho?
—Papá, dice. —Oyí una voz en el viento que me dijo que el día se llegaría en que tú me sirvieras el aguamanil a mí para lavarme yo las manos.
Y ése fue el coraje que le dio al rey. Al momento le habló a uno de los soldados, vasallos que tenía, y dice: —Orita vas y me matas este muchacho por allá en una sierra.
Bueno. El soldado aquel tomó al muchacho, al niño, muy simpático, pero ciego de los ojos y por el camino le suplicaba el chamaquito al soldado. Le dijo: —Mira. Me puedes dejar, dice. —Te voy a pedir un favor, que me dejes en una parte donde consideres tú que haiga mucho animal osado, fieras de esas carnívoras, dice, —que comen gente, pa que me coman la primera noche y no sufra yo.
Bueno. El soldado se le hacía muy triste pero le ordenaron. Fue y lo dejó en la sierra, sierra lóbrega, y allá se despidieron y lloraron los dos, el soldado y el chamaco. Y allí lo dejó.
Y a él le llegaba hambre. Escarbaba el suelo y incontraba raíces de yerbas, de lo que incontraba y eso era su alimento. Pero cuando ya se vio más fatigado jue cuando le pegó la sé. Y que no incontraba agua ni veía para ande po..., para ande podía incontrar agua. Anduvo él así al tiento, al tiento por los cerros hasta que oyó un arroyo que ... se oyía el ruido de una agua que corría el arroyo. Y se jue hasta qu' incontró el agua. Llegando allí a aquel arroyo palpó el agua con la mano y en lugar de tirarse a tomar agua de ... por la sé que llevaba, se hincó a dar gracias a Dios porque le había, le había dado permiso de llegar hasta allí.
Cuando había resuelto su oración, se agachó a tomar agua y cuando se iba agachando, oyó la voz, oyó una voz en el viento que le dijo: —José. Y al levantarse le dijo: —¿Ves?
Y él se puso a meditar en aquello y pensó que la misma debilidad que él cargaba lo hacía oír aquellas cosas. Volvió a agacharse a tomar agua y oyó la voz otra vez. Y por tercera vez al levantarse, se levantó con los ojos buenos. Entonces ya ni hizo caso de tomar agua. Volvió a hincarse a dar gracias a Dios que lo, le había dado su vista y dijo: —De aquí para adelante ningún animal me comerá. Dice: —Me subiré a un árbol de ésos. Aunque no los conocía, pero dijo: —Me subiré arriba y no me comerá ningún animal.
Pos, allí en esa sierra hasta que se puso él de la edá de unos doce o trece años. Solo en aquella sierra. Y caminando. No se sostiene en ninguna parte establecido, mas caminando por la sierra, caminando, hasta que un día salió a un camino donde transitaba un carbonero porque diario pasaba a llevar un viaje de carbón a un gigante, que aquel gigante tenía una suidá encantada. Y el chamaco salió al camino y devisa al arriero que venía con muchos burros cargados de carbón. Y se asustó porque él no conocía nada de aquello. Pero no corrió. Tuvo que encontrarse con el arriero. El arriero también le pasa igual. Se sorprendió porque él ahí se había hecho viejo en aquea sierra y nunca había incontrado una gente que, que viviera ahí en la sierra más de solamente aquel gigante.
Al toparse ya le habla: —¿Qué haces tú aquí, buen niño?
—Señor, dice, —yo aquí vivo.
—No es posible, dice. —Yo aquí me he hecho viejo y nunca he visto yo un ser viviente más que solamente yo y el gigante a quien le llevo este carbón.
—Pos, señor, dice. —Yo aquí vivo en esta sierra.
—¿Quién es tu padre? ¿Quién es tu madre?
—No tengo yo padre ni madre, dice.
—Pos, ¿cómo vinistes a este mundo?
—No sé, señor. Cuando tú dices razón, en esta sierra, ¡ay!, y aquí vivo y aquí ando, en esta sierra.
Dice: —¿No te ... no gustas de irte conmigo?
—Sí, cómo no, dijo él. —Sí me voy.
—Bueno, pues. Vámonos.
Y se jueron. Al poco andar le dijo: —Oyes, dice. —¿Qué comes?
—Como raíces, lo que incuentro.
—¿No te gustan las tortillas?
—Sí me gustan, dice.
—Mira, dice. —En aquel burro va un morral y allí hay unas gordas.
Entonces él allí supo que aquellos animales se llamaban burros. Y siguieron caminando. Cuando llegaron con el gigante era una ciudá que estaba amurallada y no más solamente el gigante vivía allí. Pero era una población muy grande aquella población. Antes de llegar le dijo el arriero al, al muchacho, dijo: —Mira. Vas a decir que tú eres mi hijo. Porque este gigante no almite que viva nadie aquí en esta sierra más solamente yo y él. Pero vas a decir que es mi hijo, que eres mi hijo, y así te voy a salvar la vida porque ya al entrar quiere matarte.
—Está bien.
Al tocar él allí al portón del gigante sale el gigante y luego ve al chamaco y se aparta y lo agarra en sus manos. Y le dijo al arriero, dice: —Bueno, anciano, dice. —¿De dónde trais este joven?
—Señor, dice. —Es mi hijo.
—No es posible, dice. —Nunca me habías dicho tú que tuvieras un hijo, mayormente tan simpático como es.
—Pos nunca se me había ofrecido, señor, pero ahora lo vamos a ver. Ya este muchacho es mi hijo.
Dice: —Pues sabes que este muchacho no te lo vas a llevar. Aquí me lo vas a dejar a mí. ¿Qué tanteas, niño? ¿Te quedas conmigo?
Dice: —Pos, lo que diga mi papá.
Dice: —Mira. Si me dejas al niño, dice, —te quito de carbonero. Te cargas tus burros de dinero y te quito el de carbonero.
—Bueno. Está bien.
Y el muchacho se anima a quedarse. Cuando ya dejó de ir el carbonero, le dijo el gigante: —Mira. Sabes. Esta población, dice, —es tuya. Todo lo que se encierra dentro de la muralla es tuyo. Puedes disfrutar de lo que incuentres, no más gente no hay.
Pero allí había riquezas, había que vestir, había que comer, todo.
—Y todo puedes tocar, no más, dice, —te voy a p ... , a p ... , a privar de que no me abras un cuarto.
Y lo llevó a aquel cuarto. Dijo: —Este cuarto no quiero que me lo abras.
Y le entregó todas las llaves de todos los cuartos de la suidá, menos a... también la de aquel cuarto, pero le prohibió que lo abriera. Bueno. Y le dijo: —Mira. Sabes que yo, dice, —duro seis días aquí en mi suidá y seis días salgo a recorrer mis propiedades. Y no más seis días estoy aquí yesos seis días vas a estar tú solo.
—Está bien.
Así lo hacía el gigante. Y el chamaco su divirsión de él era ... abrir puertas y ver, recorrer la suidá, ¿verdá? Y un día ocúrresele. Dijo: —Bueno. Dice: —Yo lo voy a abrir, no más no tocándole nada de lo que tiene adentro. Y él no va a decir que yo lo abrí.
Pos, abrió el cuarto. Y va viendo que en el rincón del cuarto en una esquina había un hirvor, como, así como lumbre que hervía para arriba y se fue acercando y luego le ponía la mano así altita a ver si le quemaba y no le quemaba nada. Y entons se le ocurre y mete un dedo y resulta que aquella era una fuente de oro que tenía allí el gigante que hervía como un caldo, ¿verdá? Y se le encasquilló el dedo de oro al muchacho y ya no pudo quitarse el casquillo. Entons se asustó. Fue y saca una mascada y se amarra la mano.
Cuando regresa el gigante de su gira lo ve amarrado de la mano y corre y lo toma en sus brazos. Dijo: —Mira. Dice: —¿Qué te pasó?
—Señor, dice. —Me machucó una piedra.
Dice : —Vamos a ver orita.
Toca una campana el gigante y por áhi vienen toas las piedras sueltas que había, brincando a brinqui, brinqui. S' hizo un montón de piedras allí. Y ya le dijo el gigante: —¿Quién de toas ustedes golpió a mi hijo, lo machucó? —Señor, ninguna de nosotros. [sic] De lo contrario, dice, lo cuidamos porque él es muy vago. Dice: —Él nos golpea unas con otras y nosotros [sic] lo cuidamos.
—Ya ves, dice. —Es mentira. ¿Qué te pasó en la mano?
—Un fierro, dice, —fue el que me golpió.
—Orita.
Suena otra campana el gigante. Por áhi vienen fierros viejos y todos brinqui y brinqui. Ya que estaban ahí todos reunidos: —¿Quién de toas ustedes machucó a mi hijo?
—Ninguno de nosotros, dice. —Nosotros lo cuidamos. ÉI nos golpea unos con otros y ... y nosotros no le hemos hecho mal.
—A ver, dice. Dice: —Sácate la mano.
Pues ya jue y le quitó la mascada aquella y lo va viendo que tenía el dedo encasquillado de oro. Y le dijo, dice: —¡Ay!, dice. —Te prohibí que abrieras ese cuarto y lo hiciste.
—No, dice.
—Pos, ahora verás. Ahoy te voy a matar.
Y lo toma de los pies y lo cuelga así con la cabeza para abajo. Y el chamaco tenía el pelo que le daba a los hombros, largo el pelo. Y entra al mismo cuarto el gigante y va y en aquel hirvor lo zambute, lo que era la cabellera. Y ya lo, lo puso de pie y le dijo: —Ahi está tu castigo.
Y se le encasquilló el pelo de, de oro al muchacho, y el dedo también. Y no le hizo nada. No lo mató. Y allí siguió viviendo el muchacho. Con el tiempo en una salida de aquel gigante por allá a sus propiedades encuentra él un cuarto que nunca lo había abierto. Y luego jue y lo abrió y en el rincón del cuarto estaba un caballo ensillado y enfrenado, atado a una estaca.
Y el, el caballo luego que lo vio que abrió la puerta le dijo: —¿Qué andas haciendo aquí, buen niño? Dice: —Que va a venir el gigante y te mata.
Dijo: —No, ¿por qué me va a matar, dice, —si yo soy hijo del gigante?
—¡No, hombre!, dice. —Yo soy aquí caballo. Desde que soy caballo estoy con el gigante. Nunca le he conocido familia, ni esposa ni nada.
—Pos, ya ves, ¿no? Yo soy su hijo.
—No, dice. —No me cuentes mentiras, dice. —Mira. Acércate a mí.
Ya se metió pa dentro y se acercó al caballo. Entonces le dice: —Mira. Dice: —Lo que tú me cuentas es mentira. Tú no debes de vivir en esta ciudad. Eres un niño muy bien parecido, un joven muy bien parecido. Tú debes ir a una suidá, dice, —donde haya gente, que platique con ellos, que agarres algún oficio, t' incuentres a alguna dama donde se te case, dice. —Aquí, ¿qué vas a hacer? ¿Qué te ganas con tanta riqueza, con tanta riqueza, con tanto... de comer, con tanto de vestir? Dice: —Mira. Si me sacas de aquí, yo soy un caballo de mucha potencia. El, el gigante me tiene aquí castigado por ciertas cosas, dice, —y si me sacas de aquí yo te llevo a una parte donde tú seas feliz.
—Bueno, dice, —sí me conviene.
—¿Cómo no te va a convenir? Acércate.
Bueno. Ya se acercó y lo desató de allí y lo saca afuera del cuarto. —Sácame una estaca, dice, —que tengo metida en la frente, dice. —Es el castigo que me puso el gigante. Y dentro de mi paladar, dice, —tengo un copín de un negro, para que no pueda yo comer. Sácamelo. Y ése te lo vas a poner tú y te sirve para que te disfraces y no vayas a peligrar tú por tu cabellera que tienes.
Bueno. Pues que ya lo convidó el muchacho y luego se monta en el caballo y se arranca el caballo con aquella carrera desmedida. Cuando ellos habían salido ya de, de la suidá y iban ellos por, por propiedades del gigante, llega el gigante y que no incuentra ni el muchacho ni el caballo y se va detrás de ellos a seguirlos. Y el caballo le dijo: —¡El gigante viene sobre nosotros! ¡Azótame con esa vara!
¡Y más corría el caballo! Cuando ya salieron de los linderos del gigante, que ya no era su propiedad, dijo: —Estamos de vida, le dijo el caballo.
Y ya se jueron al paso, hasta que llegaron a orillas de una población, donde había ot... un rey. Y allí le dijo el caballo: —Sabes, que nosotros no podemos andar juntos. Aquí nos vamos a separar. Tú con ese copón de negro que trais puesto te disfrazas de un negro. Puedes entrar a la suidá. Puedes buscar trabajo. Puedes hacer lo que quieras, pero yo no puedo andar contigo. Aquí nos vamos a separar, dice. —No más que me la acuerde, dice, —que día que tú t'incuentras en algún apuro, en algún precipicio, no más gritas "caballo de siete colores" y al momento llego yo a salvarte.
—Está bien.
Se despidieron allí. El negro se jue a la suidá, y vuelto un negro. Fue y se sentó en un sofá del cuadro allí esperando a ver qué hallaba, de trabajo, que comer, pues. Dinero no llevaba. En eso ya se le acerca un individo y dice:
—¿Buscas trabajo tú?
—Sí, dice.
—El rey ocupa un, un mozo.
—Bueno, pues yo voy a trabajar.
Ya le llevó con el rey: —Aquí está este hombre que desea trabajar.
Dice: —¿Qué oficio tienes tú?
—Señor, yo no ignoro nada, dijo. —Yo todo sé trabajar, todo.
—Yo ocupo, dice, —un jardinero aquí. Sabes tú que tengo una quinta áhi arrumbada y quiero que la modernicen con nuevas flores, nuevos palos frutales porque es el deleite de mi hija y ahí va a ir a, ella a distraerse.
—Bueno, pues yo le entiendo a eso. Está bien.
Arrancó los árboles viejos, todos los arrancó. Aró la tierra y todo, y plantó de nuevo. Cuando ya estaba aquella quinta en fruto, flores distintas, llevó el rey a la princesa para que viera la quinta a ver si le había quedado a su gusto. Ya le dijo que sí estaba a su contento. Le dijo la princesa: —¿Pero sabes, papá, lo que me hace falta aquí en esta quinta? Dice: —Es un baño para venir a bañarme diariamente aquí a la quinta.
—Está bien. Que lo costruya. Ya le dijo al negro: —¿Tú no podrás hacer eso?
—Sí, señor. ¡Cómo no!
Y ya le pintaron allí el, le dieron el mapa del baño, como lo quería la princesa y lo hizo el negro. Y toos los días iba la princesa a, a bañarse allí al dicho baño. Y cuando tenía los ratos desocupados se sentaba arriba en el balcón arrimada a una ventana pa’ estar viendo cierto, no más para allá ande tenía su quinta y su baño. Al tiempo el negro le dieron ganas de bañarse y empezó a acercarse al baño y la princesa lo estaba viendo allá del balcón y luego corre y dice al rey: —Papá, dice. —El negro lo veo con intinción de bañarse en mi baño. Pero si se llega a bañar ese negro allí inmediatamente me lo mandas desterrar.
Dijo el rey: —No, hija, dice. —Es obra de él y tiene derecho a bañarse allí. —¿Quién se va a bañar, dice, —después que se me baña ese tizón?, dice.
—¡No, no, no! ¡Déjalo! ¡Déjalo que bañe!
Bueno, pues que... ella jue y se puso en espía. No, el negro anduvo regándose del baño y cuando menos hizo la princesa, se desnuda y pega el brinco al baño y lo alcanzó, le alcanzó a ver la cabellera, así que se le, le vio y brilló la cabellera. Y dijo ella: —¿Qué pasó, pues? ¡Después de estar tan negro le brilló el pelo a ése! Me voy a poner alerta, dice, —cuando salga.
Pos no. Cuando salió tampoco no lo vio. Cuando, cuando lo vio, vio que ya era un negro otra vez, pero ella se le grabó aquello que le había visto la cabellera y dijo: —Éste se me pone que no es un negro. Hace cosas muy maravillosas éste.
Pos, un día ella ya le dijo al rey, dice: —Papá. Dice: —Quiero que me hagas un favor, de que me concedas llevarle una comida al negro. ¡Pobrecito, creo ni come ni nada!
—Pos, llévale, dijo. —Las veces que quieras. Yo no te prohibo.
Pos ya ella mandó hacer una comida y ya le dijo a un sirviente, dice: —Carga con este canasto, dice, —y sígueme.
Llegaron allá y luego ya le habló al negro ella muy cariñosa y el negro haciéndose todo chistoso. No quería acercársele. Al fin ya lo, la obedeció y jue y dijo: —Te traigo aquí una comida.
Y allí en uno de los prados del jardín allí le sirvió la comida. Y el negro avergonzado por allá mirando por otro lado. Se puso a comer y al fin que ot... se jue la princesa. Otro día vuelve a llevarle el desayuno y de esos días para adelante diario le llevaba la comida. Y siempre ella buscando la, la manera de ver, a ver si se desengañaba, si era negro o no. Pos ya que no hubo una oportunidad entos un día se le declara ella y lo enamora, al negro. Dice : —Yo deseo que tú te cases conmigo.
Y el negro se espanta y corre y se esconde. Y va ella allá: —¿Por qué te asustas? Ven.
Dijo: —No me vuelvas a mencionar una palabra de esto. ¡Figúrate no más! ¡Si llega a oídos de tu papá! ¡Me mandaría fusilar inmediatamente porque yo soy un negro y tú eres una princesa!
Dijo: —Yo arreglo con mi papá.
—Bueno. Siendo así, ¿cómo no voy a querer yo?
Pues ya se jue la princesa y lueo fue ella a decirle a su p..., al papá y le dijo: —Papá. Dice: —Vengo a que me concedas una mercé.
—A ver.
—Vas a casarme con el negro jardinero de la quinta.
—¡Hija de mi vida!, dice. —¡No te permito eso! ¡Un negro horrible!
—Pos, yo lo quiero, papá, y deseo casarme con él.
—Bueno. Si te deseas, si tú deseas casarte con él, los caso, pero aquí en mi palacio no los quiero. A él verá, que no te mete, ni le hago, ni te hago residencia ni te hago casa ni nada.
—Bueno, papá. Dice: —Está bien.
Pos llamó al negro el rey y ya lo... y le anticipó, pues, que la princesa lo quería para casarse con... con él, y los casó. Y le dijo: —Ahi 'stá tu esposa. Tú sabes ónde la llevas.
Pues se la llevó y le hizo un jacalucho allí en la quinta, como era propiedad de ellos. Allí vivían los dos. y aquel negro allá era un vago. Y el rey tenía otros dos... otras dos hijas. Aquellas hijas se casaron con unos grandes capitalistas y los quería muncho el rey. Eran sus ... los yernos también. Cuando el negro ya estaba con su esposa allí en la quinta le vino una invasión a aquel rey, y tuvo que salir a peliar.
Y los otros dos hijos que eran yernos, pues, se presenta el más grande y le dijo al rey: —Señor, dice. —Yo como soy el, el yerno más grande, dice, —me, me corresponde ir al frente del ejército, con el mando de todo el ejército.
—Está bien, le concedió el rey.
Y jue el, el, el yerno el más grande, se jue a la guerra. Pues que el enemigo empezó a peliar con el ejército del rey y empezó a perder el ejército del rey. Y en la noche le dice el, el negro a la princesa. Le dice: —Oyes. Dice: —Los ejércitos de tu papá que salieron a la guerra, dice, —según sé yo están perdiendo. Me están dando ganas de ir a darles una canillita.
Dijo ella: —Pues sí, si puedes.
Porque no ... ella, ella como tomándolo por vacilada, ¿verdá? Dijo: —Porque sabes que si no voy yo, no vuelve ni tu cuñado. —Bueno, pues. Anda.
Pues que se jue aquél y luego se roba un macho que había en el palacio, chueco de las patas, y se jue por áhi y se puso en un atascadero por donde tenía que pasar el ejército del rey. Y allí lo hallan. Y ya le, le gritaron: —Pos, ¿qué está haciendo aquí, negro maldecido?
Dice: —Es que vamos a la guerra, muchachos.
¡Pobre negro! Allí se burlaron de él. Cuando ya pasaron los soldados y se jueron, sale él del atascadero con el macho y luego le pega el grito al caballo de siete colores: —¡Ee, caballo de siete colores! y al momento llega el caballo: —Estoy a sus órdenes. ¿Qué deseas?
—Deseo un traje de príncipe lo, lo nunca visto, que ningún príncipe del mundo lo haiga usado y quiero ganar esa campaña, dice, —a pura espada en, en tu lomo.
—¡A darle!, dijo el caballo. —Se te concede.
Se jueron y llegaron por otro lado donde no estaba el, el ejército del rey. Y los jefes del ejército del rey estaban mirando con anteojos por todos rumbos y vieron aquel caballero que venía por otro rumbo en aquel caballo bonito y luego él muy, muy alhajado, ¿verdá? Y se estuvieron al pendiente y llegó él a la, las trincheras del enemigo y saca la espada y se echa encima. Y a pura espada rindió aquel enemigo.
Entonces ya hizo que se jue por un lado y el concuño, que era el yerno del rey, y los grandes jefes del ejército corrieron a alcanzarlo para, para darle las, las gracias y a ver si podían llevarlo con el rey para decirle que él había ganado la campaña.
—Pues no, ya les dijo él. —Saben que yo no me puedo detener. Yo voy a un mandado que me manda mi papá a la ciudá Fulana. Dice: —No más que pasé por aquí y los vi a ustedes un poco fastidiados áhi y me pareció darles una ayudita y, no. No puedo destragar mi camino. Así es de que me voy.
—Pues ya, dijo uno. —¡Vamos! ¡Lo llevamos por la fuerza pa que lo conozca el rey!
—No, no, dice. Por la fuerza, no. Déjalo áhi. Déjalo que se vaya.
Pos ya llegaron a la suidá y luego el rey ya tiene preparado un, una fiesta, ¿verdá?, en honor de que su ejército había ganado. Y se puso la suidá en, en fiesta. Pues estaban no más terminando aquellas fiestas cuando viene otro enemigo respondiendo por aquél que había perdido. Entonces ya le, se le presenta el yerno más chico y dice: Señor, ahora a mí me toca ir al frente del ejército.
—Está bien, dijo el rey. —Tú vas. Pues ya salió aquel ejército, a peliar de vuelta.
Entonces el negro le dice a la princesa. Dice: —Oyes. Vuelve a perder el ejército de tu padre. Ahora va tu cuñado el más chico. Si no voy ya no vuelve.
—No. Pos, anda.
Y se va de vuelta. Y se pone allá en el mismo campo de la primera vez. Y otra vez se burlan de él. Pero ya cuando andaban peliando luego le grita al caballo de siete colores. Llega el caballo y dice: —¿Qué deseas?
—Quiero otro traje difetente al que me trajistes la otra vez y quiero lucirme un poco más. No quiero dejar ni casi gente enemiga.
—Vamos, dijo el caballo. —Se te concede.
Se subió al caballo y el ejército perdiendo, ¿verdá?, y él, el príncipe aquel iba al frente del, del ejército, que era del yerno del rey, el más chico, preguntándole a los jefes por qué, por qué lado había llegado la otra ocasión aquel que les había ayudado. Ya lo ansiaban cuando de repente lo vieron que iba. Dijo: —Allá viene. Aquél es. ¡Oo!
Y vieron que llegó y sacó su espada y se fue al, al enemigo. Y ganó de vuelta la campaña. Y le hicieron la lucha de llevarlo con el rey.
Dijo: —No puedo. No puedo yo porque voy a un mandado. Y se jue por otro rumbo.
Aquel ejército volvió. Otra fiesta por la vitoria que había hecho. Y el negro no lo invitaban ni a las fiestas. Él estaba en la quinta allí en su jacalito allí con la esposa. Bueno, pues que al poco tiempo viene otra invasión. Entonces el rey le dijo a los yernos: —Ustedes han cumplido con su deber. Y ahora a mí me toca ir al frente del ejército.
Bueno. Y el negro, pues no, no.
—Ya le dijo él, dice: —Tengo otro yerno, dice, —pero ése no sirve más de, para cortar flores. Dice: —No sirve para nada. Dice: —Ora a mí me toca ir al frente de la batalla.
—Está bien.
Salió el rey. Pues en la noche le dice el negro a la princesa, dice: —Sabes. Tu papá se fue a la guerra ahora. Y ora sí. Y ora si no voy yo no vuelve ni tu padre.
—No, pues anda.
Entonces se va él siempre en aquel macho que se robaba y se puso allí donde iba a pasar el suegro. Y que lo va viendo y dice: —Pero dime, negro maldecido, ¿qué es lo que estás haciendo áhi?
—Señor, dice. —Vamos a la guerra. [Laughter from the audience.]
—Pero, hombre. Si hubieras pensado venir a la guerra, ¿cómo no trajiste un caballo que te hubiera dado servicio? ¡Ese macho chueco! [Laughter from the audience.]
—Pos, señor, dice. —No hallo más.
—Bueno. Pos, áhi te quedas.
Ahí lo dejaron porque el macho no podía salir del lodazal. Cuando ya el ejército empezó a pelearse, le pega el grito al caballo de siete colores.
Y llega el caballo: —¿Qué deseas ahora?, dice.
—Ahora deseo un traje más elegante y ahora quiero lucirme porque ora mi suegro es el que viene al frente a la guerra.
—Está bien.
Ya se jue en el caballo. Y luego empezaban a hacerle pedazos al ejército del rey, ¿verdá?, y él les preguntaba a los jefes de él, coroneles, generales por qué lado llegaba el príncipe, pues siempre le daban las noticias. Cuando al momento lo vieron que venía, dice: ,—Aquél es, señor.
No llegó. Y entonces, y entonces sí, sí hizo lo que aquél quiso a pura espada.
Casi terminó toda la gente enemiga. Ya cuando el ejército corrió, él solo se quedó. Entonces él solo se dio una cortada con la espada en una mano y l' iba cortando la, y l' iba gotiando la sangre de la mano cuando lo tocó el rey y toos los oficiales.
Y ya le dijo el rey: —Esta vez sí va a ir usted a mi suidá, dice, —a darle lo que usted me pida. Le voy a dar.
—No, señor. Dice: —No puedo yo ir para allá. Sabe que voy para tal parte, dice, —nada más que me gusta un poco la guerra y lo vi un poco fastidiado allá su ejército y, y pareció darle un, una manita.
—¿Qué heridas trae en su cuerpo?
—Nada más ésta. [Dogs bark loudly outside informant's house.] Nada más una cortadita aquí en esta mano, dice.
Saca una mascada el rey de las de él, que él usaba, y le amarró la mano. Y le dijo allí, dice: —Mira, dice. —Vamos a mi suidá. Dice: —Le voy a conceder lo que usté quiera. Luego le voy a regalar lo que usté quiera. Dice: —Tengo tres hijas. Las tres son casadas, dice, —pero si le simpatiza alguna, yo se la puedo dar a usted.
Dice: —¡No, no, ni, no, no! No me interesa nada, señor, dice. —Me despido.
Adiós, adiós, y gracias por, por su ...
Se llevó la mascada del rey amarrada en la mano. Se jue y se convirtió en negro y ya llegaba con la princesa: —¿Quiubo? ¿Cómo te fue?
—¡No, hombre! Dice: —Ya viene tu padre. Vuelve.
Pos entonces aquella fiesta fue más bonita porque fue el rey nuevamente que ganó, ¿verdá? Se puso por, por semanas la fiesta en aquella ciudá el triunfo del ejército del rey. Y cuando él vio l'opulencia de aquella fiesta le dice a la esposa, el negro dice: —Oye. ¿Qué pues, tu papá? Dice: —Nos ve com ... , muy pobrecitos. Nos ve muy como al pardear, ¿verdá?
Ya ella estaba sin ropa y ya toda des ... , destraída.
Dice: —¿No te parece que váyamos a hacerle una visita?
—¡Sí, cómo no!, dijo ella.
—Bueno. Arréglate pues. Arréglate, que nos vamos a hacer una visita al palacio de tu papá, dice, —ya que él no nos convida.
Entonces ella se metió para dentro y agarró un peinito a peinarse los cabellos. Dice, llorando, dice: —Pues me dices que me arreglara. ¿Qué me arreglo?
Era toda la ropa que traía puesta la que traía. Y él se retiró y sale ajuera.
Y luego le pega un grito al caballo de siete colores: —¡Ee, caballo de siete colores!
Llegó al momento el caballo: —¿Qué deseas?
Dice: —Deseo un traje de príncipe, la cosa más chula, y un caballo del mismo, idéntico tuyo, no más que sea colorao oscuro, dice, —con un albardón que sea compuesto con pura plata y oro, dice, —para mi esposa porque vamos ir con el rey. Y un traje para ella que ni en su casa se lo haya puesto nunca.
Todo le arrimó el caballo inmediatamente. Dice: —Aquí tienes.
Bueno. Cuando él fue a ver si ya estaba lista la esposa, llevaba la ropa de ella en los brazos. La halló llorando. Dice: —¿Por qué lloras?
—No, pos, porque me dijistes que me arreglara. Pos, estoy arreglada.
—¡No, pero! Aquí te traigo tu ropa. ¡Andalel y trai... y aquí traigo la mía y ahorita nos vamos a poner de, de fifí.
Pues ya se metió ella alegre, ¿verdá?, a ponerse aquella ropa, y él se metió a otro cuarto. Se copinó el copín y se puso el traje, que se puso el traje del caballo de siete colores. Y luego que no hallaba ella, él cómo salir porque la esposa no lo conocía como era. Dice: —¿Cómo voy a salir ahora?
Y ella con el ansia que quería estar allá en el palacio, pos, se desesperó y fue y le toca a la puerta. Dice: —¿Quiubo? ¿Todavía no te cambias? ¿No estás listo?
—Sí, dice. —Yo estoy listo. Pero no hallo cómo salir.
No, pos. Al... abrir la puerta y que lo va viendo con el pelo de oro y ¡bueno!, muy simpático aquel muchacho. Era un príncipe, pues. [Dogs bark again outside.] Ya hasta se le olvidó la visita allá con el papá. La abraza y áhi está allí ella muy contenta con su esposo.
Al fin ya le dijo ella: —Bueno, vamos. Vamos. Ándale a la fiesta.
Se montó cada quien en su caballo. Agarraron una calle que, que daba vista al palacio. Se veía hasta el palacio. Y el rey estaba arriba en, en el balcón de allá arriba con todo el estado mayor, cuando los ve que ellos iban por la calle, el, el negro y la princesa pero no iba vestido de negro. Entonces le dice el rey: —Allá viene, dice, —el que ganó las campañas, dice. —Y trae a mi hija. Dice: —Mató al negro y bien matado. Vamos a encontrarlo.
Y corren a encontrarlo. Llega el rey y lo baja en brazos. Dice: —Dime. ¿Qué has hecho del negro?
—¿De cuál negro, señor?
—Del esposo de mi hija, dice. —Si lo matastes no te asustes. No, no te asustes, ¡Bien hecho! Le prometí que si te gustaba cualquiera de ellas yo te la daba.
—No, señor, dice. —Yo no hago, no sé de quién me habla usted, de qué negro me habla. Yo soy esposo de, de esa prin ... , de su hija.
—¡No, no es posible! ¡Si es un negro horroroso éste!, dice.
Bueno. Por fin llegaron al palacio y el rey con la terquedad, hasta que le dijo: —¿De moo que usté duda que yo sea el, el negro?
—¡Sí, cómo no!, dice.
—Bueno. Permítame un momento y venga para acá.
Se metieron a un cuarto. Saca él el copín y se lo pone. Dice: —¿Quién soy ahora?
—¡Oo!, dice. —¡Tú eres el negro entonces, hombre!
Pos, allí tuvo que pedirle perdón el rey. Tuvo que pedirle perdón y le dijo, dice: —Tú serás el rey. La corona tú te la has ganado.
—Está bien, señor. Favor que me hace.
Dice: —No más que sabes para ca ... , para coronar a un rey, dice, —se necesita solicitar siete reyes, y hay que hacer ya la solicitud para que vengan.
—Bueno. Está bien.
En esas solicitudes que le hicieron a los siete reyes tuvo que tocarle al papá de él, también, aunque cuando le, lo mandó a la sierra estaba ciego. Pero vino el papá. Y ya que estaban todos juntos allí, ¿verdá?, prestaron de, de subirlo al trono y cada rey le tocó po ... , hacer una cosa. Uno ponerle los zapatos, el otro ponerle el vestido, y otro ponerle la corona y así le fue tocando a cada rey. Y al papá de él le fue a tocar arrimarle el aguamanil pa' que se lavara las manos así como él había oído cuando era niño.
Bueno, pues que ya que se sentó en el trono se puso a platicar con toos aquellos reyes y ya les dijo allí, dijo: —Ustedes, reyes que son hombres de experiencia, hombres de justicia, ¿qué sentencia le darían ustedes a un hombre que mandara tirar a un hijo que por desgracia naciera ciego?
Entonces el padre de él toma la palabra y le dijo: —Un hombre de ésos no, no solamente ser fusilado, dice. —Ser recibido en un perol de aceite hirviendo.
Entonces el príncipe le dirige la palabra a los demás reyes. Dice: —El que acaba de hablar es mi padre. Y él me mandó tirar porque yo nací ciego, pero por misericordia de Dios, dice, —yo recobré mi vista y no tuve contratiempos. Hasta la fecha me incuentro aquí. Ahora ya soy un rey pero él fue el que me mandó arrojar.
Pues entonces lo quieren matar allí los demás reyes porque él mismo había dado la sentencia, ¿verdad?, y el príncipe no los dejó. Dijo: —No, déjenlo. Lo perdono. Que se vaya. No más ya le dijo al papá, dice: —De favor te pido que me mandes a mi mamá, a todos mis hermanos para conocerlos.
Y el rey le prometió que sí. Llegando allá a su reinado mandó a la mamá, mandó a los hermanos pa' que conocieran al príncipe y les hizo él un banquete muy bonito y a la mamá y a todos sus hermanos. Y yo creo que allí están todavía en el banquete este.
Se ha terminado ya el cuento.

 

Nº de referencia: 5

Al habla:
Eduviges Reyes
(61 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Amapa (Santiago Ixcuintla, Nayarit), el 24 / 1 / 1959

Transcrito por: Stanley L. Robe

Ver en el mapa: localidad / sitio de documentación / lugares mencionados

 

Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1972. Amapa Storytellers. Berkeley: University of California Press, núm. 2

Notas
The present version of Type 314 The Youth Transformed to a Horse is combined with elements of other tales in which the prophecy is made that a king will humble himself before his son [M312.2], in this case by holding a basin while the latter washes his hands. The prophecy is made before the initiation of Type 314 and is fulfilled as the tale's final element. Consequently, these incidents do not greatly affect the internal composition of the tale. There are minor similarities between this tale from Amapa and Types 725 and 517, in which prophecy figures prominently, as in no. 100 "El rey Daví y el rey don Alejandro" of Rael, Cuentos españoles. Type 314 has been reported fairly frequently from Spanish America. It has scarcely been noted, however, in Spain. In the notes to his Cuentos folklóricos de Chile, Pino Saavedra remarks: "I know of no Spanish version strictly of AarneThompson Type 314." In view of the tale's presence in Spanish-speaking countries of America, it is reasonable to assume that it has existed in the peninsula or still exists there and has not yet been recorded. Espinosa's Spanish peninsular collection contains no version of this type.

 

Ver los motivos
1) M312.2 - Prophecy: parents will humble themselves before their son.
2) M371.1 - Exposure (murder) of child to avoid fulfillment of prophecy of future greatness.
3) F952 - Blindness miraculously cured.
4) S211 - Child sold (promised) to devil (ogre).
5) G452 - Youth takes service with ogre.
6) C611 - Forbidden chamber.
7) W126 - Disobedience.
8) C911 - Golden finger as sign of opening forbidden chamber.
9) D1610.18 - Speaking rock (stone).
10) D1316.1 - Stone reveals truth.
11) D1610 - Magic speaking objects.
12) C912 - Hair turns to gold as punishment in forbidden chamber.
13) D475.1.10 - Transformation: hair to gold.
14) B211.1.3 - Speaking horse.
15) B401 - Helpful horse.
16) B184.1 - Magic horse.
17) D765.1.2 - Disenchantment by removal of enchanting pin (thorn).
18) D1182 - Magic pin.
19) D1067.2 - Magic cap.
20) D1361.15.1 + - Magic cap changes the color of the skin.
21) B184.1.1 - Horse (mule) with magic speed.
22) K1816.1 - Gardener disguise.
23) H75.4 - Recognition by golden hair.
24) T55.1 - Princess declares her love for lowly hero.
25) L161 - Lowly hero marries princess.
26) Q485.2 + - Princess married to lowly hero must live in hovel.
27) R222 - Unknown knight.
28) L225 - Hero refuses reward.
29) L175 - Lowly successful hero invites king and humbles him.
30) M391 - Fulfillment of prophecy.
31) M11 - Irrevocable judgment causes judge to suffer first.

 

Ver los tipos

314. - Goldener (previously The Youth Transformed to a Horse). (Including the previous Type 532.)

Véase también:

725. - Prophecy of Future Sovereignty (previously The Dream).
517. - The Boy Who Understands the Language of Birds (previously The Boy who Learned Many Things).

 

Materiales adicionales

 

 

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