Francisco Barradas y la caza del venado

 

Y aquí fue un dicho Francisco Barradas a linternear los venados áhi a Jalcomulco a los chilares y a los tomatales, a los frijolares y todo. Y el que no sabe, cualquera según la ve. Y llegó allá. Llegó y se apió en Colorado y se jue para allá, estación de Colorado. Se jue para allá y llevaba un muchacho, que tenía un muchacho, quince años. Iba a entrar diez y seis. Pero, ¡cómo no! Él lo llevaba así de compañero nada más. Ya llegaron allí. Se echaron a un changarro y ya ese lo recibieron porque son muy halagañosos y ¡quién sabe! Hasta ¿quién sabe cuándo?
Bueno. Ya le dieron las copas y ya les preguntó que si era cierto que había mucho venado por el cerro de Colorado para allá pa Jalcomulco y le dijeron que sí. Y que él iba con entusiasmo de dir a linternear. Que si por suerte no había alguno que le tuviera la bondad de llevarle a enseñar dónde estaban los lugares donde entraban mucho los venados. Y ya salta uno : -Yo te llevo, joven. Yo te llevo.
Bueno. Así quedaron y ya lo llevó y le pagó y áhi tiene usté que como las nueve dio la primera y iba camino rial, como ora es así el camino rial. Entraron así por una vereda y se fueron para arriba. Como a las nueve le da a ese la primera revisada. Y si no a ver todas las noches entran los, los venados así. ¡Ay, si vas a hacer tiros! Ya lo ves. Bueno. Como a las nueve se metió pa'l campo que estaba on taba el tomatal y que luego que ve así pa allá, las luces de uno, pa acá otro y le dijo al muchacho: -Vente atrás de mí. Sí, porque el que va por delante hace la sombra y el otro se cubre con la sombra de uno, así.
Bueno. Ahi tiene usté que se jueron arrimando y que agarran los venados y que se retiran. Bueno, pal monte. Agarraron monte. Se vinieron para abajo y que se van a un chilar. ¡Qué! Que luego luego entraron allí que va mirando. Allá otro, allá otro y áhi va y con la linterna. Tenía una linterna muy buena y áhi tiene usted que se fue y que voltea la linterna así, pa acá de correr. Y va mirando uno parado como al medio camino áhi. ¡ Pero un anime... , dice, un animalizo, don Sebastián, pero...! ¡Fíjese nomás! Se le vía hasta lo que quería. Y le dice : -Ya me atoracé yo así con mi carabina.
Y el muchacho se fue dando así la vuelta pa cubrirle con la, con la sombra. Y yo que se la pongo así la vuelta pa cubrirle con la, con la sombra. Y yo que se la pongo así y me dice: -No me tires que yo soy el que te traje a enseñarte aquí. [Risa]
Dice: -Pos, ¡oiga usté!
El muchacho se espantó y lo tuvo que estar rependiente pa curarlo del espanto. Y dice: -Yo, ¡qué cosa! ¡Volver a meterme por áhi!
Nunca lo hizo más. Y ya después agarró su corrida del ferrocarril, que era maquinista, y ya hasta después nos encontramos, yo caminando por áhi pa mi siembra. Y ya pasé áhi por en frente de su casa. ¡Uu! ¡Ya ese, ya mi hijo a bañarme! ¡Cómo me estuvo conversando! Dice: -Yo de chico oía a mi papá. Había matado una bruja y era una marrana. Entraba a perjudicar su milpa y su yuca y todo. Y que le tiró un tiro y la panceó. Le pegó el balazo y jue a cáir a su casa. Y corrieron a ver si este... quién le había tirado y después le pusieron una enfermeta en una pierna. Y... la venganza, porque se murió siempre la bruja aquella. Se murió la cochina, la... Y se murió la bruja. Y este... la comadre de aquella bruja lo curó y sanó. Dice el compadrito: -y nunca se vuelva aquí a atrever a matar otro animal porque aquí lo matan así. Y no lo van a dejar a usté paralítico pa siempre. Dice: -Mire usté a los años. Dice: -Que tengo la idea de edad. Vine a encontrar un señor que me orienta de todo a todo. ¿Eh? Pues nosotros ya nos dimos un quemón con los brujos. Y le matamos siete venados porque el que nos valía el otro lo echábamos.
Dice: -¡Bueno, oiga usté! ¡Qué misterios! ¡Aa, esos son... son secretos! ¡Hombre, eso sí! Tráigame usté o déme usté unos seis cartuchos. Yo se los compongo así. Pero nomás usté se lo sabe. Dice: -Por allá por la hacienda de La Luz andaba un venao pinto. Y le tiraban y le tiraban y nunca lo podían matar. Dice: -Y vaste conmigo. Yo le doy una carabina y vaste conmigo. Y no lo tocas. Nos lo vamos a tronchar. Pero ya agarró camino de la corrida del tren y, y ya no. Dice: -Lo siento mucho, dice, -pero áhi tengo mis, mis cartuchos por sí o por no de repente. Y no más usté se lo sabe. Verá si a ver si se le escapa una hora, un brujo. ¡Jmmm!
Sí, porque es un secreto que nomás uno se lo sabe.

 

Nº de referencia: 305

Al habla:
Sebastián Morales
(77 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Xalapa-Enríquez (Xalapa, Veracruz), el 22 / 7 / 1965

Transcrito por: Stanley L. Robe

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Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1971. Mexican Tales and Legends from Veracruz. Berkeley: University of California Press, núm. 68

Notas
The incidents narrated by Sebastián Morales were related to him by Francisco Barradas himself. The nahual legends resemble closely those from other sections of Mexico. The first, that of the man transformed into a deer, is similar to one reporteed by the Mendozas from San Pedro Piedra Gorda, "En la huerta de Don Casimiro," in which a captured animal turns into a woman again, who explains that she merely wanted to frighten. The incident of the witch transformed into a sow is similar to "Un toro bravo," another legend reported by the Mendozas. In Querétaro, reports Valentín F. Frías, nahuales were already rare at the beginning of this century. He describes their habits: Me refirieron (uno de ellos hasta me enseñó al nahual) que estos son indios viejos que se "empautan," (es decir, que tienen pacto con el diablo), y salen al peso de la noche en figura de animal (supongo que será como lobo y coyote) y se andan por las casas llevándose lo que cncuentran, pero especialmente aves de corral y ganado menor. My fleld experience in Veracruz indicates that nahualism is still vigorous in that area. Certainly it has a more prominent role in oral tradition there than in the legend tradition of Jalisco and perhaps more so than on the central plateau of Mexico.

 

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