Los chaneques traviesos y los que pierden a la gente

 

Sí. Nos contaba mi abuelita que dice que ella de noche dejaba sus cosas limpias, ella en su casa. Y que al rato que se acostaban oía que andaban con sus trastos y los botaban y los trajinaban como si hubiera andado ella en la cocina. Y ya este... dice que el otro día se paraba y estaban llenos de lodo, de puro lodo los... y se los ponían en el fogón y en el suelo y dondequiera que los ponían. Y que luego empezaban sus perros ladra y ladra y ya que ello se acababa poco tiempo dice que vieron salir una luz y escarbaron allí y que sacaron un montón de puros muñecos enterrados ahí y que les dijeron, les contaban a ellos, ¿no?, que los sacaran porque eso era lo que, los chaneques esos que les hacían cosas en la casa. Y dice que una vez que sacaron eso ya dejaron de irle a revolcar sus trastos a la casa. Dice que todas las noches le ensuciaban sus trastos y que eso eran los chaneques.
S. L. R: ¿Y por qué no sigue con el otro relato de cómo se perdieron ustedes?
E. R: ¡Ah, pues sí! Eso fue otra vez. También andábamos con mi mamá. Fuimos a ver una enferma, y luego de allá para acá veníamos, ella y mi otra hermana. Y venían unos señores, que venían, creo, a tomarle, y nos hicimos a un ladito del camino y en ese momentito nos perdimos. Que no dimos con el camino para llegar a la casa, ya llegando a la casa. Y anduvimos y se nos parecían unas lagunas de agua. Llegábamos así y agua. Caminamos y vimos un placer limpio, muy barrido. Y dice mi mamá: -Pero, que no damos con la casa.
Ya nosotros le teníamos miedo a los coyotes porque ya chillaban y: -¡Ay, mamá! ¡Nosotros vamos a dormir aquí porque esos animales nos van a comer! Nos subimos arriba del palo.
-No, dice. -Cámbiese su ropa al revés, que es que nos han perdido los chaneques.
Y ya nos cambiamos la ropa al revés. Y vea usted que estamos al piecito de la casa. Oímos que se reían, mi abuelito y todo. Y andábamos perdidos. Estuvimos como más de una hora en el monte perdidos, que no dimos con el camino. Y sí fue cierto que nos perdieron los chaneques.
S. L. R: ¿Podría decimos cómo eran, más o menos? ¿Qué forma tenían y el tamaño?
E. R: Pues nosotros no los vimos. No, pero este... dicen que los chaneques son chiquitos.
Un chiquillo (hijo de Guadalupe Aguilar, que escuchaba el relato): Llevan sombrero grande.
S. L. R: ¿Y que tienen qué?
El chiquillo: Sombrero grande.
E. R: Sombrero grande. Son unos hombres. Son hombres pero son chiquitos.
El chiquillo: Y tienen el sombrero de como... de mariachi. Así, así. Grandote lo traen, ¿verdad? Y brincan por....
E. R: Eso sí, que dicen que brincan por dondequiera. Va uno caminando por un monte, por los montes y oye uno que le chiflan, que le hablan, que van hablando, que oye uno que le cita y uno no ve nada, ¿no? Va uno caminando y entre esos montes se oyen esas cosas. Sí le tiran a uno. Parece que le tiran a uno palitos y no es nada. Pero a nosotros nos decía la profesora que eso es, era que cada árbol tiene su guardián, nos decía. Dice, no más que unos dicen duendes, dice.
El chiquillo: Y brincan por palos.

 

Nº de referencia: 297

Al habla:
Elodia Rojas
(65 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Jamapa (Jamapa, Veracruz), el 26 / 7 / 1965

Transcrito por: Stanley L. Robe

Ver en el mapa: localidad / sitio de documentación / lugares mencionados

 

Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1971. Mexican Tales and Legends from Veracruz. Berkeley: University of California Press, núm. 60

Notas
While recording legends concerning the duende in coastal Veracruz, the term chaneque began to occur in the narratives. It was readily known to residents and natives of Jamapa, Alvarado, and La Isla, but in coastal Zempoala, slightly north of the port of Veracruz, inforrnants were unfamiliar with the designation. In Rinconada duende was preferred by residents but they also knew of the chaneque. In No. 60, the inforrnant blames the chaneques for causing her and her mother to become lost in brush and tall grass while returning from a visit to an ailing neighbor. Nevertheless, Elodia Rojas does not really distinguish between their activities and those of the duendes. Such is generally the case in these legends from central Veracruz. The chaneques throw kitchen utensils about as do the duendes but at the same time live in the woods and tease travelers. Among certain indigenous groups of southern Veracruz, the chaneque possesses an independent identity and is not equated with the duende or attributed his activities. George M. Foster clearly states the role of the chaneque among the Popoluca, who live not far from San Andrés Tuxtla: “The ‘chanekos’... are ‘espantos’ -phantoms in the shape of dwarfs who inhabit the mountains. They are of human form, about three feet high, either all white or all black, and go about unclothed. They appear to be "masters" of game and fish.... Though beneficial, the chanekos are also dangerous, since if seen, fright and illness may result” (Foster, Notes on the Popoluca of Veracruz, Mexico, 1940, p. 25). A more general definition and covering a wider geographical extent is provided by Leovigildo Islas Escárcega, who considers them to be wood spirits. Of the chaneque he says: Nombre legendario que entre muchos pueblos nahuatlacas, principalmente en territorio del actual Estado de Veracruz, se daba y aún se da a unos niños de baja estatura, robustos, mofletudos, y de quienes se dice que son hijos de los bosques. Algunas investigaciones han dado lugar a que se considere que esos pequeños hijos de los bosques vivían y aún viven en gran parte de lo que hoy es el territorio mexicano. En otras regiones se conocen con diversos nombres: teotome, en el Sur del Estado de Puebla; macazame (los que acarrean con las manos), por Zacapoaxtla, del mismo Estado; alucas, por la Península de Yucatán (Diccionario rural de México, México, 1961, pp. 85-86). During the recording of this tale, I attempted to elicit from the informant a description of the chaneques. She remarked that she had not really seen them when she and her mother became lost, so that her description was based on what others had told her. She began by noting that chaneques are small. At this point she was assisted by a small boy of seven or eight who was listening to her account. He added that they wear large hats, like those worn by mariachi musicians, and that they move by hopping. The feature of the large or widebrimmed hat is attributed to duendes and other spirits in many regions of Spanish America. One recalls the sombrerón of Guatemala and Colombia, the duende in Ecuador, and the trauco in Chile.

 

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