Cuento de bandidos

 

En una ciudad había dos niñas viejas muy ricas y una criada vieja allá con ellas. Llegó un señor muy alto, mucho muy andrajoso a pedir posada, que venía de Roma, que traía unas gorditas benditas de Roma. —Les voy a dar una gordita, una, una para cad' una.
Y en la noche se pusieron a cenar y luego la criada les calentó las gorditas para la, a la patrona. La gordita de ella no se la comió. El viejo se fue a acostar en una troja que había muy oscura, muy larga. Y allá se quedó en un cuartito que siquiera no se veía. Esa noche comió la gordita. Las gorditas, tenía ocho.
Por allá a medianoche aquel viejo se le quitó todas las garras. Lleva un pizote [sic] muy grandote con una vagona muy grande. Entonces ese pensó que la muchacha, la criada, estaba también cloroformada. Entonces fue y luego le tentó y aquella muchacha muriéndose de susto empezó... y decía: —Yo... Me va a matar este hombre. Voy... voy yo a hacerme de las muertas.
Áhi que en aquel tiempo que llegó a moverla aquel viejo, aquel viejo bandido ella cortó el resuello. Y la bulló y le dijo: —Está dormida.
Ella suspendió el cuerpo como muerta. Volvía el viejo a su campo donde había todas las garras y volvía de vuelta con la muchacha y la volvía a mover: —¡Julana, Julana!
Y ella se hacía de las muertas. Entonces dijo él en secreto: —Ya estuvo bueno. Esta ya está muerta.
La, la, la... muchacha, dijo que ella también estaba muerta. —Yo me voy. Tengo mis espías en la esquina, dice.
Siguió. Abrió la puerta del zaguán y empezó una contraseña, fueron para, para robar las muchachas. La muchacha que se da cuenta que el bandido sale a la puerta del zaguán, ella prontamente corrió apresuradísima y le dio el picaporte a la puerta. Sale, sale al balcón y el otro cuando quiso, quiso dar la vuelta ya estaba el zaguán cerrado. Entonces pidió auxilio. Les dijo que vinieran, que sus patronas estaban ojeadas, que ya de seguro estaban muertas y ella, como no se había comido la gordita, ella no, no se había ojeado.
Entonces mandó traer un herrero y un médico. Vino el médico y vino el herrero. Quebró la puerta. Y ellas estaban ya casi muertas. Les faltaría cualquier mejora para morir. Entonces las curaron. Entonces las señoras, las señoras esas ricas en gratificación que ella les salvó la vida la hicieron heredera de todo su capital a ella.
Ya se acabó el cuento.

 

Nº de referencia: 234

Al habla:
María de Jesús Navarro de Aceves
(40 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Tepatitlán de Morelos (Tepatitlán de Morelos, Jalisco), el 7 / 9 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

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Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 217

Notas
Rural manners of pronunciation and expression are prominent here. The narrative is intended to be believed and serves as a warning against giving food and lodging to suspicious strangers.

 

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