El empleado y el papel de lija

 

Esto me lo refirieron por vía de charla. Había un comerciante que necesitaba un empleado y como circuló la voz de que le estaban empleando se presentó un individuo y le dice: —Señor, sé que usted necesita un empleaelo aquí en su tienda.
—Sí, buen hombre. Pasa. ¿Sabes algo de mostrador?
Dice: —No estoy enterado del todo pero creo que con pocos días que usted me entere aquí de su mercancía, de lo que tiene, yo podré atender a los clientes debidamente, dándole a usted gusto y también gusto a la clientela.
Convenidos en el precio, convenidos en el día que empezaba a trabajar, le dice: —Vente, pues. Empezaremos.
Aquel individuo dio por arreglar la mercancía a su modo para saber en qué lugar se encontraba todo lo... todo lo que tenía a la venta, que por cierto muchas cosas le faltaban. Y entonces acomodando todo debidamente empiezan a entrar los clientes. Llega uno: —Buenos días.
—Buenos días, señor. Pase usted.
El dueño de la tienda estaba allí como espectador, sentado en un equipal, viendo no más, observando a su nuevo empleado.
Entonces pregunta el cliente: —¿Tiene usted de esto?
—Sí, señor.
Lo despacha. Despachó lo que él quería. Llega otro. Pide ciertas cosas, entre unas las había y otras no las había. Total que para más tarde se volvió aquel dependiente casi puras negativas para los clientes porque le faltaba todo lo que iban a comprar. Cuando sale el último cliente de aquéllos que les negaba le dice el dueño algo mosqueado, dice: —Mire, señor. A usted le falta mucho de comerciante, o para comerciante. Cuando no hay alguna cosa puede usted proponerle algo parecido, algo semejante, algo aquello que el cliente pide.
—Muy bien, señor. Seguiré sus instrucciones.
Por fin llega un fulano y dice: —Buenas tardes.
—Buenas tardes, señor. Pase usted. ¿Qué desea?
—¿Tiene usted papel, o rollos de papel sanitario?
Dice: —No, señor. Pero tenemos buena existencia de lija del número dos. Si usted gusta le puedo servir.
—Muchas gracias, señor. Hasta luego. Nos veremos.
Entonces se para el dueño. Dice: —No sea usted tan bruto. ¿Cómo anda usted proponiendo lija del número dos cuando ese papel solamente es el único que sirve para, para el objeto, el papel sanitario?
—Señor, como no había otra cosa más semejante, más cercana a lo que, a lo que me pedían, por eso yo le ofrecí, siguiendo sus instrucciones.
—¡Largo de aquí! ¡Váyase y no quiero verlo más!

 

Nº de referencia: 226

Al habla:
José de Jesús Delgado Román
(65 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: San Miguel el Alto (San Miguel el Alto, Jalisco), el 23 / 7 / 1960

Transcrito por: Stanley L. Robe

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Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 209

Notas
I have seen no published parallel versions of this tale, although the jest is not uncommon in Los Altos. The informant reported that he had heard the story attributed to residents of Arandas, a large town to the south of San Miguel.

 

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