El huevero

 

En un pueblo vivía una familia que se componía de dos hermanas y un hermano. Las hermanas eran sumamente trabajadoras y acostumbraban a, a dar lo necesario de la casa. El hermano que nunca se preocupaba por darles el sustento resultó que nunca hizo por trabajar pero una vez que las hermanas se enfermaron le dijeron al hermano: —No es posible que nosotras trabajemos. Ya estamos muy cansadas y muy enfermas, así que ahora tú tienes que hacer por trabajar.
Y él nunca quiso tener dificultades para todo porque era muy tímido y muy flojo, por principal. Pero no hallaron la manera de... empezaron a buscar la manera de, de que él trabajara para ellas poder descansar y a la vez que él estuviera al frente de la casa. Un día que ya estuvieron las dos enfermas, le dijeron al hermano: —Es necesario que de alguna manera te pongas a trabajar.
Entonces él se puso a pensar varios días. Él no hallaba la manera de hacerlo. Entonces pensó que lo compraran un... a vers... encontraran un caballo aunque fuera viejo. La cuestión es que lo consiguieron, y un par de canastillas, llevar huevos a los ranchos para, a ver qué suerte le tocaba. Las hermanas luego que les dijo ellas empezaron a, a prevenirlo todo lo, lo que él les había dicho. Fueron y le consiguieron el caballo, las canastillas, huevos, y en fin todo lo que él, él quiso, pues, de alguna manera, ponerse a trabajar.
Se fue ande y ande y ande y encontró a uno y a otro señor, a otro y a otro. Por fin se trataba de una, de una gavilla de ladrones, que yendo acercándose con ellos empezaron a preguntarle: —¿Qué trae usted en esas canastillas?
Les dice el señor, dice: —Pues, unos huevos, que se me ocurrió venir aquí por los ranchos a ver si los podía vender. Así es que no he llegado yo a ninguna casa. No sé yo si, si los puedo vender o no.
Entonces le contestaron los, el señor, uno de ellos, de los ladrones, que era de, de la gavilla, le dice: —Mire. Vaya a, a la casa de allá del señor el jefe. Los puede comprar.
Y entonces se fue él, se fue él allí a la casa, a ver si acaso los vendía. Resultó que les, les agradó mucho y ya los huevos como estaban tan apenas de, de todo, lo necesario resultó que les cayó muy bien. Les cayó muy bien. Ya le dijeron que, que no le podían, no le podían pagar el huevo sino que cuando regresara algún día que pudiera fuera por el dinero de los huevos.
Bueno. Así lo hizo. Ya que le desocuparon las canastillas se fue ande y ande y ande y ande hasta que llegó con, con su familia. Y entonces le dicen las hermanas: —¿Cómo te fue?
Dice: —Pues, perfectamente bien. No se imaginan ustedes lo pronto que vendí el huevo. Una cosa muy buena, eso, lo que yo, lo que yo intenté hacer. Así es que los señores no me dieron ni un solo centavo pero me dijeron que fuera el día que pudiera. Entonces me lo darían todo. Así es que ustedes no, no se mortifiquen. Los señores son muy buenos. Tienen mucho dinero, que no es posible que no me lo paguen. Así es que me dijeron que ahora quiero para agarrar a esos señores, quiero que me, que me arreglen un vestido de ustedes para... para ir yo al cobro de los huevos.
En fin. Las hermanas dicen: —Pero, ¿cómo te vas a vestir de mujer? ¡No, no! ¿Para qué te vas a poner el vestido ese?
Dice: —Yo, yo pienso hacerlo así y me sale perfectamente bien.
Y entonces le perfeccionaron ya el vestido las hermanas y ya él se lo puso.
Ya se fue, ande y ande y ande y ande, hasta que encontró uno de los señores. En seguida encontró otro, en seguida otro, en seguida otro, hasta que, hasta que llegó a la casa con el, con el capitán que era de los ladrones. En fin. Le dicen: —Usted, ¿a dónde va, señora?
Dice: —Pues yo voy a ver a mi madre, que está enferma.
—Pero, ¿cómo va usted sola? Es necesario que permita que la acompañemos.
—No, señores. No se molesten. No se molesten ustedes. ¿Cómo se van a molestar por mí? Déjenme ir. Yo voy a irme pronto por miedo de no alcanzar a mi madre, que está sumamente enferma.
—Pero, ¿cómo? No es posible que se pase usted sin, sin saludarle a mi capitán.
—Bueno. Pos, entonces les haré a ustedes ese gusto, de irle a saludarle al señor, para irme inmediatamente.
El capitán, luego que vio a la señora, a la señorita, le dice: —¿A dónde va usted?
—Pues, voy a ver a mi madre. Pues tuve noticia de que está, estaba sumamente enferma y me puse en camino inmediatamente, así es que no pude por menos de venirme sola, arresgando que me saliera un perro del mal. Así es que áhi tienen ustedes que por ese motivo voy así.
—No, no. Pero háganos favor de, de esperar esta noche aquí.
—No puedo por ningún motivo.
—Pero, señor... señorita. Quiero yo casarme con usted.
—No es posible. No. No puedo tratar de ese asunto ahora. Estoy muy mortificada y no me siento con humor, así es que no, no, no... no me digan ustedes nada. Tengo que partir.
Pues estos estuvieron rogándole hasta que le hicieron, pues. Insistieron en que se quedara. El señor empezó a, a tratarle de matrimonio, y ella dice: —Mire, señor capitán. ¿Usted quiere casarse conmigo? Tengo que hablarle a usted muchas condiciones.
—Sí, muy bien, dice el señor capitán. —Lo puede hacer usted con confianza.
Dice: —Pero ante de todo quiero que se vayan. No quiero hablar delante de nadie las condiciones que yo quiero. Así es que para eso necesito quedarme sola con usted.
—Bueno. Si así lo desea usted entonces les mando a distintas partes a los señores para quedarme solo con usted.
Bueno. Entonces ya mandó el señor a los ladrones que se fueran a un cuarto de legua de retirado porque tenía que hablar con la señorita algunas condiciones. Obedecieron inmediatamente. Se quedó solo el señor huevero con que la... con aquella señorita, quedó solo con el señor capitán. Y alguna vez que se ve sola con él, le dice: —Áhí tiene usted que no soy señorita ni soy nada. Soy el huevero que vengo por mi primer abono. Así es que ya se puede usted componer si no me paga el huevo que yo le traje en la otra vez.
—Pero, ¿cómo va a ser posible que usted me dé, me pegue, siendo que yo... no es motivo para que le apalié? Áhi 'stá todo el dinero que usté desee. Puede retirarse y no volver jamás.
Bueno. Ya que el cogió todo el dinero que pudo, entonces ya hizo por irse, lo más pronto que pudo para que los ladrones no lo encontraran allí con el señor capitán. Se fue ande y ande y ande y ande y llegó al pueblo donde vivía. Las hermanas inmediatamente que lo vieron sintieron mucho gusto.
Le dicen: —¿Cómo te fue?
—Perfectamente bien. No se imaginan lo bien que me trataron esos señores, lo fino que son, lo rico que son. Bueno. Todo el dinero que yo quiero traer está a mi disposición.
Entonces dicen: —¿Pero cómo va a ser posible?, las hermanas le dicen. —¿Cómo va a ser posible que te hayan dado tanto dinero por el huevo?
—Pos, ya verán ustedes. Son muy ricos y todo el dinero que yo quiera traer, todo... todo lo traigo, pues, todo lo que me proporcionan. Bueno. Ya al... áhi tienen ustedes que se me ha ocurrido una idea.
—¿Cuál idea?, le dicen ellas.
—Pos, un' idea, que, que yo quiero que me compren un saquito por áhi, viejo, de los que ya... algunos de los que los patrones de ustedes ya no lo usen.
Así es... y luego quiero también que me arreglen, que compren anilina y me arreglen unas botellitas que tengan colores de distintos, para ir a... con el señor ese para divertirlo porque me dicen que vaya de distintas maneras. Así es que ya... áhi tienen ustedes que el día que me proporcionan el saquito ese día me voy otra vez con los señores.
Bueno. Así lo hicieron inmediatamente. Fueron y le consiguieron el saco que él deseaba y ya arregló su caballo, arregló sus botellas como él deseaba y se fue ande y ande y ande y ande hasta que llegó a... a... al... a la casa donde estaban los ladrones. Así es que ya fue encontrando de uno por uno y le va preguntando el primero que encontró y le dice: —Señor, ¿a dónde piensa ir usted?
—Pues, mire, señor. Yo pienso ir por áhi a un pueblito que queda cercas de aquí, que me hablaron, el señor tiene pulmonía. Y no me detengan ustedes porque no puedo esperar ni un momento. Me dicen que está muy grave. Y áhi tienen que quiero irme lo más pronto que pueda porque tengo mucho miedo no alcanzarlo. Está sumamente malo.
Dice: —Pero, ¿cómo va a ser posible?, uno de los ladrones, —que no se espere aquí a cuidar a... a nuestro capitán? ¡Está tan malo!
—¿Qué tiene su señor capitán?
Dice: —Pues tiene... calentura y un quebranto muy fuerte. Así es que inmediatamente lo atiende y lo dejamos ir.
—Pero, ¡hombre! Pos, no puedo. No puedo. No... no. Me da mucha pena, pues, no poder atenderlo pero ¿qué voy a hacer?
—¡No, no, no! Háganos usted el favor, le dijeron los ladrones, —háganos usted el favor de atender a nuestro capitán.
Por fin, tanto le estuvieron rogando que él fue a hacerles el favor de atender a su capitán. Y le dicen, una vez estando con el capitán le dice: —¿Qué es lo que tiene usted?
—Pues yo tengo calentura. Me siento quebrantado. Y en fin no sé ni lo que tengo. Me siento tan malo. Y no se imagina usted, le dice al doctor.
Empezó el doctor a examinarlo y le dice: —Para lo que usted desea, esta medicina que traigo no le sirve a usted para nada porque esta medicina es para un enfermo que me habían dicho hace días que tenía pulmonía. Así es que esta medicina no le sirve a usted. Y para fin de curarlo necesito, pues, que vayan a traer lo necesario para su enfermedad.
Bueno. No le ponen ninguna dificultad: —Eso se arregla ahorita, le dice el capitán al doctor.
Entonces les llama a todos y les dice: —Vengan aquí con el doctor para que el doctor les dé la receta y vayan a traer todo lo necesario para mi enfermedad.
Llamó a uno por uno y empezaron a irse todos. Entonces les empezó a despachar a distintas partes, hasta que no quedó ni uno en la casa. Únicamente quedó el señor capitán con el doctor. Una vez el doctor, oyendo que ya estaban retirados los ladrones todos, entonces le dice el doctor al capitán, le dice: —Pues áhi tiene usted que no soy doctor ni soy nada. Soy el huevero que vengo por mi segundo abono. Así es que ya se puede componer usted si no me da la... el dinero que yo necesito.
El capitán cuando el doctor le dice eso se puso del todo muy pálido, pues no hallaba ni qué hacer porque ya, como le había dado una paliza, ya no... no quería resistir. Le dio todo el dinero que él quería. Entonces se retiró el huevero, que la hacía de doctor. Se retiró inmediatamente. Y se fue ande y ande y ande y ande hasta que llegó con su familia.
Inmediatamente que su familia lo divisó, le dice: —¿Cómo te fue?
—Perfectamente bien. Los señores son tan buenos que áhi tiene usted todo el dinero que me proporcionaron.
—Pero, ¿cómo va a ser posible que te hayan proporcionado tanto dinero por un par de canastillas de huevos?
—Pues yo no sé. Son muy buenos y muy ricos, así es que no... puedo traerme el dinero que me proporcionan.
—Pero, ¿cómo va a ser posible?, le dicen ellas. —No le creemos. ¡Ni esperanzas!
—Bueno. Pues no me crean. Ya verá. Pienso ir vestido de señor cura, así es que me hacen favor de conseguirme una sotana para ir vestido de padre. —Bueno. Pero, ¿cómo? Yo creo que tú estás loco, le decían ellas. —Yo creo que tú te volviste loco porque no es posible. N o es posible todo eso que nos cuenta.
—Pues ya verán ustedes. Ahora tengo que ir vestido de padre para que... porque así se me ha ocurrido.
Inmediatamente fueron las hermanas con mucha pena con el señor cura y le dicen lo que el hermano les pedía y el señor cura con mucha voluntad les proporcionó el... la sotana que deseaba. Inmediatamente fueron con el hermano.
Entonces le dicen: —Aquí está lo que tú deseas.
—Bueno. Está muy bueno eso.
Entonces arregló su caballo y arregló todo lo necesario para poder... para poderse marchar. Ya se fue, andando, andando, hasta que llegó a la misma parte donde él pensaba ir, que era el sitio donde se encontraban los ladrones. Y empezó a encontrar a uno y empezó a preguntarle ese. Le dice: —¿A dónde va usted, señor?
Le di... le contesta el señor cura: —Pues ahí que... ¿Qué me dices, hijito?
No te oigo nada. Háblame más fuerte, más cerca, porque no te oigo absolutamente nada, nada. Estoy sumamente atrasado de los oídos, muy atrasado. Así es que necesitas acercarte mucho y gritarme porque no es posible. No es posible oírte, hijito.
Bueno. El otro se le acercó lo más que pudo y empezó a decirle, empezó a decirle: —Pero señor, ¿a dónde vas tan aprisa?
—No puedo detenerme. ¿Qué me dices? No puedo detenerme.
Dice: —¿A dónde va? ¿A dónde va?
Dice: —Me voy a confesar a un enfermo, a un enfermo que está muy grave.
—Pero háganos favor de confesar a nuestro capitán que está muy malo, muriéndose.
—¿Qué dice? Que tengo que ir inmediatamente a este pueblo. No puedo detenerme ni un momento, ni un momento más.
—Háganos favor, señor, de bajarse aquí a ir a atender a nuestro capitán, que está sumamente grave.
—Pues no puedo por ningún motivo, hijo. Tengo que ir con el enfermo ese que está muy malo.
Por fin tanto estuvieron insistiendo uno y otro y otro hasta que le bajaron al señor cura. Lo llevaron con el enfermo. El enfermo luego que vio al señor cura empezó a darle mucho gusto porque ya pensaba morirse y trataba de confesarse. Y le dicen los... y le dice el señor cura: —No puedo a usted confesarlo. Estoy sumamente sordo. Es imposible confesarlo. Necesitas gritarme mucho, mucho. No es posible confesarlo a usted. Con tanta gente que le rodea a usted.
Le dice el capitán: —Eso tiene remedio, señor. Les mando a un cuarto de legua para que usted no tenga pendiente.
—Bueno, entonces. Si es así, le dice el señor cura. —Si es así, entonces sí lo confieso a usted porque de otra manera no lo puedo confesar, porque estoy sumamente atrasado de los oídos.
—Bueno, ya dice el capitán.
Empezó a llamarlos a todos y les dice: —Señores, el señor cura no me puede atender. No me puede confesar porque estoy sumamente... está sumamente sordo, y necesitan ustedes retirarse siquiera un cuarto de hora para poder... para poderme confesar. Así es que me hacen favor de irse todos inmediatamente.
Ya una vez que el capitán se quedó solo con el señor cura le dice: —No soy señor cura ni soy nada. Soy el huevero que vengo por mi tercer abono. Así es que usted ya puede componer si no me da todo el dinero que yo necesito.
Y entonces el capitán cuando vio al señor... al huevero, era el huevero en vestido de padre, se asustó inmediatamente. Dice: —Ahora sí me va a matar este. Ya con tres mondas que me da. Ya me va a matar de a tiro. Bueno.
Ya entonces dice:— Mire, señor. No hay necesidad que usted me... me pegue. Ahí 'stá el dinero, todo el que usted necesite. Puede llevárselo.
Inmediatamente fue el huevero, que la hacía de señor cura, fue a tomar todo el dinero que quiso. Se fue inmediatamente para que no lo encontraran los, los compañeros, que eran los ladrones... para que... para irse inmediatamente al pueblo. Se fue y entonces cuando ya consideraban los ladrones que ya se había confesado su... su capitán, entonces regresaron a su casa.
Luego que se fueron llegando a su casa y empezaron a preguntarle al capitán, le dicen: —Señor, ¿cómo fue?
—Pues, ¿cómo me he de ir? Yo todo lo que quiero es que me maten a ese sinvergüenza huevero, que ya no lo aguanto. Ya van tres mondas que me da. Y ustedes hacen lo que quiere. ¿Para qué me andan trayendo al huevero? ¡Qué buenos favores me hacen! Ésas son las curaciones que me hacen, ¿verdad? No quiero que se vuelva a repetir eso, así es que inmediatamente me van a... a traer a mi vecina y me van a atender porque no... no me es posible. Yo ya estoy casi muerto. Ya no es posible aguantar tanto ese huevero.
Y entonces los... ladrones empezaron a mortificarse mucho por todo lo que les había dicho el señor... capitán. Ya no... ya el huevero no intentó nunca ya volver a ir porque ya estaba sumamente rico, con las dos o tres veces que había ido. Así es que luego ya se quedó, pues, con las hermanas a ver qué... qué lucha hacía con todo el dinero que tenía.
Un día le dicen las hermanas: —¿Qué piensas hacer con todo ese... con toda esa suma de dinero que tenemos? Es mucho y no es posible que estemos aquí no más con todo el dinero y no vayamos a hacer alguna lucha. Que te pongas a trabajar.
Ya un día i... intentó él... poner una tienda. Estaba sumamente rico. Puso una tienda y ya estaba contenta la familia con toda la suma de dinero que tenían, y que los ladrones... No faltó quien les dijera que el huevero estaba sumamente rico, que tenía una tienda muy buena. Y empezaron a... a pensar que ahora de qué modo lo mataban y lo robaban. Entonces ya dice: —A ver qué modo hacer para matar a ese huevero, que nos ha robado todo el dinero que teníamos reunido. Y entonces ya dice: —Vamos a ir al pueblo y le hacemos un agujero en el techo de la tienda para metemos y matarlo y a robarlo.
Así lo hicieron, pero al ladrón... al huevero no faltó quien le dijera la intención que tenían los ladrones. Ese día que intentaron a... ir a la tienda el huevero estuvo con un ratero allí esperándolos y cuando intentaron bajar... se subieron al techo de la tienda los ladrones... y empezaron a bajarse con una soga, y les dice... No hallaban cuál bajarse porque le tenían miedo al huevero. Empezaron allí a hacerse del rogar todos. Por fin bajó uno. Y entonces dice... dice: —¿Qué modo voy a hacer eso?
Dice: —Si te encuentras al huevero lo mata sin remedio, le dicen los otros. Inmediatamente lo bajaron con la soga y el otro, el huevero que estaba prevenido con un fierro para el que bajaba lo... lo quemara. Ya empezó a bajarse el... el ladrón. El otro que veía que venía luego luego le... le quemó. Inmediatamente dice: —¡Súbanme, súbanme! ¡Súbanme porque me ha quemado el huevero!
Y ya no intentaron más. Ya lo dejaron por la paz, porque ya le tuvieron miedo. Así es que ya, ya no hicieron por hacerle nada. Se fueron allá otra vez, allá donde vivían y se fueron allá los ladrones a reunirse todos. Por fin allá se pusieron a pensar que qué modo le harían, que ya aquel modo como habían pensado para robarle la tienda no lo... no lo habían seguido. Así es que luego dijeron: —Ahora, pos, ¿qué hacemos?
Les dice el capitán. —Ahora es necesario poner... hacer un baile, una fiesta muy grande para que, a ver si acaso de ese modo el huevero conseguimos hacerle algo.
Pues entonces dice: —¡Muy bien hecho!
Todos estuvieron de acuerdo, para hacer ese dicho baile. Y una vez que estaba la fiesta en grande, el huevero ya estaba allí adentro, en la fiesta, que no se dieron cuenta los ladrones. Y el huevero le pagó a otro porque gritara en la calle: ¡Yo soy el huevero! ¡Yo soy el huevero!
Y entonces una vez que gritó el huevero en la calle, luego los otros corrieron detrás de él para matarlo. Pero no, no pudieron. No lograron matarlo, así es que se les escapó y nunca jamás volvieron a hacerle ningún mal. Y aquí se acaba el cuento.

 

Nº de referencia: 144

Al habla:
María Reynoso de Navarro
(45 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Tepatitlán de Morelos (Tepatitlán de Morelos, Jalisco), el 27 / 8 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

Ver en el mapa: localidad / sitio de documentación / lugares mencionados

 

Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 127

Notas
The informant of this tale did not possess a large repertory of narratives. She reported that she had learned the tale from her sister Cristina Reynoso.

 

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) -

 

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1538. - The Revenge of the Cheated Man (previously The Youth Cheated in Selling Oxen).

 

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