Los dos compadres

 

Eran dos compadres, que uno era rico y otro era pobre. Un día el compadre rico le dice al pobre: —Mira, compadre. Vas a mi casa para que te hagan una gordita para ahora que te vas a trabajar. Una gordita vienes a buscar.
Y que luego fue el compadre. Y en medio de la gordita el rico ordenó que pusieran una moneda de diez pesos. Y se la llevó el compadre pobre. Se fue. Llegando a su trabajo se encontró un limosnero que le dice: —¿No me regala una limosnita por amor de Dios?
Este, como era muy caritativo, le dio la gordita y ese se la comió y al comérsela se encontró la moneda de diez pesos. Y luego el compadre no supo lo que dio. Pero el otro día también el compadre rico le volvió a hacer lo mismo. Tres veces le regaló la monedita de diez pesos y las tres veces el limosnerito las aprovechó.
Cuando en seguida le dice: —Compadre, ¿me haces favor de prestarme diez pesos?
—Sí, compadre, pero ¿por qué quieres tanto dinero? Ya van treinta pesos que te he dado.
—Pues, yo no me doy cuenta. No sé cuándo me las has dado.
Dice: —Pos, te los di en las gorditas que te he regalado las tres veces que has ido a mi casa.
—Pero, esos se los daba a un limosnero. Dice: —Yo no me doy cuenta, pues, de nada.
Dice: —Se los voy a prestar.
Se los prestó: —Con todo, me los tienes que pagar.
Pero como era un rico avariento sucede que otro día luego fue y le cobra al compadre: —Compadre, vengo por mis diez pesos.
—Que no, compadre. Pos, ¿de ónde te pago? Apenas tú me los prestaste.
Así pasaron como diez días, a cobre y cobre, cuando luego dice: —Ya me voy. Le dice a la mujer: —Ya no vengo. Dice: —Pero en fin, llevo esta canasta a ver si acaso algo traigo en ella. A ver si consigo para mi camino.
Se fue hasta una barranca donde se le hizo noche. Y entonces, este estando allí descansando, donde estaban unos carrizos verdes. Allí estuvo sentado un rato cuando llegan unos ladrones y dicen: —¡Ábrete, peroncito!
Y entonces el compadre este ve que al abrirse una peña se asusta. Luego dicen los ricos, dicen los bandidos: —¡Ciérrate, peroncito!
Se cerró. Dice luego este, dice: —Pues yo voy hasta fueron los bandidos. Y dice: —¡Ábrete peroncito!
Y se abre. Y va viendo adentro mucho, mucho dinero, pilas de oro, de plata, de cobre, pilas de cosas de valor que tenían allí los bandidos. Y agarra este mucho y en la canasta y se la cancha y no la puede levantar. Le quita siempre y le quita hasta que pudo y se fue para su casa. Llega y luego tira el dinero y se acuesta. Llegó como a las cinco de la mañana.
Pues ya el compadre se levanta: —Compadre, vengo por mis centavos. Dice: —No, compadre. Dice: —Espera. Al rato te los doy.
—Pero, dámelos entonces.
—Sí. Ora te los doy yo, ahora mismo.
Dice: —Pos, ya.
Dice: —No. Espera. Dice: —Yo soy más rico que tú ya.
—¿Cómo es posible?
Y asoma el rico. Abrió las puertas y vio el rico: —Pos, ¿de ónde?, le dijo al pobre.
Allí le cubrió y allí se corrió y el otro cuenta. Le da los diez pesos y se va.
Y el pobre se va de vuelta y trae otra canasta. Y ya él la vacía. Y luego al compadre siempre le cabía espina que de dónde se había hecho él de aquel dinero.
Dice: —Bueno, compadre, yo no necesito de su dinero. Dice: —Vamos. Yo te llevo. Pero llévate una canasta.
Se fueron los dos. Llegando allá el rico, como era muy avariento, cancha luego luego su canasta con mucho. No pudo salir. Cuando luego, entonces le quita siempre más de cosas que de ganas. Le quitó dinero a la canasta y se vienen con su canasta los dos.
Otro día dice: —Compadre, ¿nos vamos mañana?
Dice: —Sí, vamos.
Y este dice: —Pero fácilmente no voy a ir, dijo el pobre.
El rico se fue solo, ¿verdad? Envidioso, más pronto que la hora que de ordinario que se iba este hombre. Y al llegar este dice: —¡Ábrete, peroncito!
Y se abrió. Este se mete para dentro y canchó su canasta de vuelta y al llegar a la puerta dice: —¡Ábrete... limoncito! ¡Ábrete gigantito! Y aquello cerrado. Y —¡Ábrete fresnito! Y —¡Ábrete duraznito! Y aquello que no se abría.
Por fin tanto batalló allí mentando todos los árboles del mundo. Y no mencionó el peroncito.
Cuando llegan los bandidos, dicen: —¡Ábrete peroncito!
Dice: —¡Aa, hombre! ¡Peroncito se llama! Dice: —¿Onde tengo la cabeza?
Se abre y se meten para adentro a caballo todos. Dicen: —¡Este es el hijo de cierta madre que nos está robando todo el dinero que nos falta!
Y lo agarraron y lo horcaron. Otro día dice la mamá al compadre, o sea la mujer del que estaba ahorcado: —¿Qué hubo, pues? ¿On tá mi esposo?
Dice: —Pos, no sé. Dijo que iba a traer dinero. Pero allá quedó colgado. Se acabó.

 

Nº de referencia: 142

Al habla:
Victoriano Robledo
(26 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Acatic (Acatic, Jalisco), el 17 / 11 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

Ver en el mapa: localidad / sitio de documentación / lugares mencionados

 

Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 125

Notas
The tale of The Rich and the Poor Peasant is occasionally combined with type A-T 841, One Beggar Trusts Cod, the Other the King. In Mexican tradition, the poor compadre, after receiving the loaf containing the coins, sells or gives it to another poor man. Boas' version from Pochutla, Oaxaca [not Pochulata], resembles this tale.

 

Ver los motivos
) -

 

Ver los tipos

954. - The Forty Thieves. (Ali Baba.) (Including the previous Type 676.)

841. - One Beggar Trusts in God, the Other the King.

1535. - The Rich and the Poor Farmer. (Unibos.)

 

Materiales adicionales

 

 

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