Los dos compadres

 

Que estos eran dos compadres y uno era rico y otro era pobre. Y entonces ya este tenía muchos años de mantenerlo, el rico al pobre. Y luego es que la señora del rico le dijo: —Oyes. Tu otro compadre, dice, —tienes mucho tiempo de mantenerlo y pos él no hace ninguna lucha de trabajar ni nada. Es muy flojo. Dice: —Está bueno que, que le dijeras que se ponga a trabajar.
Entonces ya le dijo: —Oyes, compadre. Sabes que... pos, está bueno que te pongas a trabajar, dice, —para que saques... pa que comas. Ya te mantuve mucho tiempo, y que ahora ya no puedo, ¿sabes lo que voy a hacer? Dice: —Te voy a dar un burrito flaco que tengo por allí, y te vas y te juntas toda la ceniza de la cocina, dice, —y te vas a venderla. Va a un pueblo, dice, —por áhi, a ver qué tanto le sacas.
Dijo: —Está bueno, compadre.
Ya cargó su burrito de ceniza y se fue al pueblo. Entonces ya le dijo, llegó a empezarse mucho ventarrón y empezó la... pos a entrar la polvaderona a las tiendas y los dependientes ya reenojados. Entonces ya fueron y dijieron al presidente: —Oiga, señor presidente, dicen. —Pos, aquí está carregada con ceniza, aquí le está tirando ceniza allí en la calle.
Ya fue y le dijo: —¿Quiubo, amigo?, dice. —¿Quién le dio permiso de que viniera a echar esto aquí?
Dice: —No, señor.
Dice: —¿Cuánto quería?
Dice: —Quería un cinco. Dice: —A cinco las tiritas de ceniza.
Dijo: —No. Dijo: —No queremos esto. Dice: —Aquí tenemos mucha y, pos sí se vende, dice, —pero es muy barata. Dice: —Vaya tírela por allá a la orilla.
Y entonces ya lo llevó un policía y ya fue y la tiró. Y ya uno de ellos condolió de él y le dijo: —Mira, te voy a dar seis centavos pa que almuerces.
—Está bueno.
Ya se los dio y este se metió a la plaza porque no hallaba ni qué comprar.
Dice: —Si compro tortilla se me acaban. Dijo: —¿Qué compraré que no se me acabe?
En esto una máscara allí muy fea y dijo: —Pos, esto puede que me dure más. Y luego dice: —¿Cuánto vale?
—Seis centavos.
Dijo: —Pos, téngalos.
Ya se fue él caminando. Llegó allá a la sierra y entonces ya se hizo noche.
Dijo: —Aquí me quedo.
En un árbol muy frondoso que estaba ahí, se subió arriba con mucha hambre. Como a las doce de la noche llegaron los bandidos ahí. Empezaron ellos a jugar baraja, unos otros a... a cenar y con muy buenas comidas y él con mucha hambre. Dice: —¡Aaa, Chihuahua! ¡Siquiera me dieran un taco! Pero si me bajo, dice, —pues me matan. Puedo esperar hasta que se duerman.
Ya entonces ya el jefe de los bandidos les dice: —Ora sí, muchachos. A acostarse ya todos.
Ya empezó a darles los órdenes pa ande habían de salir unos y otros para otras partes. Se acostaron. Luego entonces este dijo: —Pues ya que me maten. Voy a bajarme a comer. Pues nadie, pos ¿qué? Nada me pueden hacer.
Ya se bajó y había allí una lumbre, que saca entonces tortillas y carne y todo lo que hay en la mesa allí. Y, pos, hace mucho vientecito y le caían las chispas de, de las brasitas en los ojos. Dijo: —¡Ay! Pos, traigo mi máscara. Dijo: —Me la voy a poner.
Y luego se la puso. Ya empezó a cenar y luego allí como la lumbrita, pos, siempre se vía bien y luego levantó uno de los bandidos la cabeza: —¡Ay, mira! Le picó a otro. Dijo: —Mira, amigo. Dice: —Mira, el diablo. ¡Áhi está cenando!
Y entonces luego el otro, el otro dijo: —Mira, áhi 'stá el diablo cenando.
Y se pararon todos a la carrera. Y el diablo, y él también se paró. Voltió para toos laos, a ver ón'taba el diablo. Y corrieron. Y él también corrió tras de ellos. Y ya no quiere sentarse el diablo. Y ellos casi se mataron también, a corre y corre. ¡Y el diablo y el diablo y el diablo! Entonces dijo: —Bueno. Y voy que es conmigo porque traigo esta máscara. Dijo: —Yo me voy a devolver.
Ya se devolvió y ya dice, dice el jefe de los bandidos: —Muchachos, dice. —Ustedes, aquí traigo puros valientes. ¿Quién me puede salirme ya allí, a ver si le da un susto al diablo a ver qué pues?
Dice: —Pues yo voy.
Dice: —No. No vayas, dice, —porque te matan.
Dice: —No me hace nada. Yo voy.
Ya llegó él a donde estaban asustados. Ya le dijo: —Véngase amigo a cenar. Y el otro, el bandido se está arrimando poco a poco. Dijo: —¿Quiere un pedazo de queso?
Habla y abre la boca y saca la lengua. Y luego da el pedazo de queso y le da un agarrón a la lengua y le mochó un pedazo. Y luego él a corre y corre. Y luego le dijo el jefe: —¿Quiubo? ¿Qué traes?
—Pos, la, la, la.
No puede hablar. Y luego entonces le dijo: —¿Volvemos?
Dijo: —No. Dijo: —Ya ese palo ya hay que dejarlo.
Y este hombre cuando estaba arriba oyó decir que le hicieron hoyo. Pues vino y se abrió aquel palo y allí tenían mucho dinero. Tenían armas. Tenían todo. Dijo: —Ora sí.
Dejaron allí mulas y todo. Corrieron los otros. Abre aquel pino. Ya se abrió y cargó ese dinero en las mulas y áhi va. Y el compadre ya vido que llegó allá a su casa y dijo: —¿Quién será ese hombre que llegó allí? ¿Un arriero con mi compadre? Pos, mi compadre fue a vender ceniza. Pues, ¿cómo es que la compran?
Ya llegó: —¿Quiubo, compadre? ¿Con que tú eres?
—Sí, ps.
—Pos, ¿qué andas trabajando o qué?
Dijo: —No. Dijo: —Sabes que saqué este dinerito de mi cenicita que fui a vender.
Dijo: —¡No, hombre, compadre!
—Sí.
Dice: —¡Um! Lo verás.
Ya fue y fue a ocupar piones. Y jueron a tumbarle el cerro, pa hacer ceniza pa llevar al pueblo. Y luego pos que áhi andan trabajando y quemando y llevando trocadas de ceniza.
Ya llegó: —¿Quiubo? ¿Qué trae, amigo?
—Ceniza. ¿Cuánto quiere?
—No, dice. —¡Qué ceniza! Pos, aquí hay mucha.
Luego dijo el policía: —¡Ora sí!
Dijo el presidente: —¿Aquí está de vuelta el, el señor que estaba vendiendo ceniza?
—Está de vuelta y ora trajo trocadas, dice.
—Vaya, dígale que la tire por allá.
Ya fue y le dijieron que la tirara por allá y le cobraron multa. Le quitaron las tracas y las mulas y se fue el dinero y se fue sin un centavo. Ya jue y le dijo: —Oye, compadre, dijo. —¿No dice que la ceniza se vendía? Dijo: —No, compadre.
—Pos, de ahí saqué mi dinero.
Dijo: —¡No me diga! Pues, figúrese. Que yo tanto tiempo que lo mantuve y usted ni un favor que me quiere hacer.
Dice: —No. Sabe, compadre. Allí en tal parte está un palo. Dice: —Que allí no más dice "ábrete pino" y se abre y allí hay mucho dinero. Dice: —Si quiere yo lo llevo a la noche. Además, necesita hacer lo que yo le diga.
—Sí.
Se fue ya. Se fueron y ya: —¡Ábrete pino! Ya en una cobija un tambachito.
Y luego el compadre rico que echa un tambache muy grande. Y el otro un tambachito y luego le dice : —Vámonos, compadre.
Dice: —Espérate, compadre. Déjame echar otro, otro puñito.
Luego que lo acaba de echar y muy poco había: —¡Oo, compadre! Pos, ora no puedes.
—No, no. Espérate. Echa unos cuantos puñitos. Es muy poquito.
Y entonces áhi, pos que tanto le estuvo esperando que le dijo: —¡Bueno, compadre! Ya me voy.
Cierra por fin. Y no, este a un ladito del palo y a poquito que está el compadre, dice: —¡Compadre, compadre! ¡Ándale, vámonos ya! Tú orita ábrele pa salir.
Y luego dice: —Pero echa otros dos puñitos porque es que yo llevo con muy poquito.
Dijo: —¡Oo, echamos viaje después!
—No, dice. —Vale más llevarlo no más tantito.
Y luego, ya se acabó y dijo: —Cierra por fin.
Y se fue pa su casa. Y luego es que ya que se cansó, tanto fatigado que no podía echarse el tambache de dinero. ¡Pos, bueno! Dice el compadre que él mejor dejara poquito. Ya le quitó la mitad. Entonces ya le dijo, ya dijo: —Ora sí, ya me voy.
Ya se alzó el tambache. Y luego se paró ya pa irse y se le olvidó cómo se llamaba el palo. Dice: —¡Ábrete palo como dijo el compadre! ¡Ábrete palo de esos que se abren y se cierran! ¡Ábrete de esos palos que tienen este nombre adentro compadre de Fulano!
Áhi quedó. En la noche llegaron los bandidos. Ya, ya que se iban a acostar dice, dice el jefe: —¡Ora sí, muchachos! Cierren el dinero.
Luego dice: —¡Ábrete, pino!
Y él fue a ver adentro cuando dijo: —¡Aa, qué tarugo! Dice: —¿Cómo no dije "pino"?
Dijo: —¡Aa, muchachos! Dijo: —Acá está uno. Vuelvo que está uno, este que me está fregando, que el diablo que no quiere ya ver a ese. Sáquenlo y me lo fusilen.
Dice: —No, no me fusilen. Dice: —Que miren, que mi compadre me trajo aquí.
—¿Y dónde vive su compadre?
—En tal parte.
Dice: —¿Cómo hacemos para llegar para poderlo matar?
Dice: —Pos sabe que matan muchas recias [sic] de pepino. Se mete un bandido en cada cosa, en cada mula. Y ya nos vamos y usted de arriero y llegamos allá a pedir posada y en la noche, dice, —desprendemos todos esos pepinos y salen las gentes y lo matamos.
—¡Bueno! ¡Está bueno!
Fueron al pueblo y ya les dijo en dónde vivía. Y ya llegaron: —Oiga, señor. Dice: —¿No nos hace favor de darnos posada por esta noche?
Dice: —Sí. Dice: —Áhi descarguen y metan sus avías áhi en el corredor. Dice: —Y las mulas métanlas en el corral. Y después ya dice: —¿Qué train áhi?
Dice: —Pos, aceite.
—Bueno.
Ya él entonces, el que venía de arriero, dice: —Bueno. Voy a ir a la plaza a ver qué veo. A la tarde me esperan aquí para venir a dormir.
—Sí, está bueno.
Entonces la criada oyó que dizque era aceite. Y luego comenzó a pegarles los líos. Y como vio que no era aceite, dice: —No hay. Dice: —Bueno. Este hombre ¿qué trae aquí?
Agarró un malacate y le dio un priendón y lo empuja un poquito para echar. Agarró un malacate y le dio un priendón a uno y pegó un grito y dijo: —¡Aay! Dice: —No me pique.
¡Aa! Entonces fue y luego le dijo al patrón: —¿Saben lo que train allá adentro?
—¿Qué?
Dice: —¡No es aceite! ¡Es gente!
—Sí.
Luego dijo él: —Ahorita voy a traer la Federación.
Y fue y trajo la Federación y entonces ya llegó el arriero. Dijo: —¡A ver, amigo! ¡Desprenda eso áhi! ¡Desprenda eso áhi!
—No, que se me tira mi aceite.
—No. Yo se lo pago.
Allá pues se pusieron a desprender aquellos pepinos y salió uno. —¡ Fusílenlo!
Así siguieron todos y los fusilaban a todos hasta el último que estaba el compadre. Y luego que salió dijo: —Fusilen también a mi compadre por traicionero.
—¡No, pero mire, compadre! Yo que te mantuve mucho tiempo y que...
—Bueno.
Pues, lo dejó. Pos áhi están todavía viviendo y al... el rico es pobre y el pobre es rico.

 

Nº de referencia: 141

Al habla:
Salvador Esparza Guerrero
(18 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Acatic (Acatic, Jalisco), el 26 / 10 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

Ver en el mapa: localidad / sitio de documentación / lugares mencionados

 

Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 124

Notas
This is one of several Mexican tales of this type in which the poor peasant frightens the thieves by wearing a mask to protect his face from sparks or from the cold wind of a winter's night. When they awaken during the night and see the poor peasant standing near their campfire, they mistake him for the devil and flee, leaving him all their booty [J1786.1, X424.1].

 

Ver los motivos
) -

 

Ver los tipos

954. - The Forty Thieves. (Ali Baba.) (Including the previous Type 676.)

1535. - The Rich and the Poor Farmer. (Unibos.)

 

Materiales adicionales

 

 

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