Las aventuras de Pedrín

 

Había una vez dos compadres y se llamaban Pedro los dos. Al rico le nombraban don Pedro y al pobre Pedrín. Una vez el rico fue con el pobre a cobrarle un dinero que le debía y le dice: —Dame el dinero que me debes.
Dice: —No tengo, dice. —Ves que nada más tengo esas dos mulitas con que estoy trabajando.
Y el rico se enojó mucho y le mató las mulas. Fue muy triste el Pedrín con la esposa y le dice: —Mira, dice. —Mi compadre Pedro, dice, —me mató mis mulas, dice, —que era lo único que me quedaba. ¿Qué voy a hacer?
Dice: —¡Umm! Dice: —No te apures. Y anda quita las pieles a las mulas y llévalas al pueblo a venderlas.
Muy bien. Pedrín fue y les quitó las pieles a las mulas. Se vino al pueblo y empezó a venderlas como pieles extranjeras. Todos le compraban las pieles a muy buen dinero pensando que eran pieles extranjeras. Cuando llegó a su casa llegó con mucho dinero. Y dice a la esposa, dice: —Mira. Le dice a la esposa: —Anda con mi compadre don Pedro y le pides una medida para medir el oro que, que gané al vender las pieles.
Y la otra encantada le dice: —Compadre. Dice: —Préstame una medida para, para medir.
Dice: —¿Qué van a medir?
Dice: —Pues no sé. Mi esposo me dijo que viniera por una medida.
—Muy bien.
Se fue ella con la medida pero antes el compadre le puso un pedacito de cera a la medida para saber lo que iban a medir. En eso empezó a medir el señor y no se fijó que se había quedado una monedita pegada en la medida. Llegó con el compadre y la dejó. Ya le llegó la medida. Dice: —Aquí está tu medida. Muchas gracias.
—Bueno, dice. —¿Qué fue lo que midieron?
Y vio la moneda de oro. Dice: —Midieron oro. Dice: —¿Que están muy ricos los compadres?
Dice: —Pues no sé.
Dice: —Yo llego a preguntarles.
Se fue el señor y a poco rato llegó don Pedro y dice: —Oyes, compadre, que ya están muy ricos. Dice: —Tienen mucho dinero. Dice: —No me vas a negar que mediste dinero en la medida.
—Pues, sí. Verás tú. Dice: —Recuerdas que me... mataste mi mula.
Dice: —Pues sí.
—Al pueblo, si vieras qué bien se venden. ¡Muy bien!
Se las pagaban con mucho dinero.
—¿Aa, sí? Bueno, dice. —Muchas gracias porque me dijiste. Dice: —Orita voy a matar todas mis mulas.
Y fue el pobre don Pedro y mató todas sus mulas y llegó al pueblo. Pero no las vendió como pieles extranjeras sino como piel de mula nada más. Y tiene de precio que las compraran y como mitad del precio que valían. Y volvió muy disgustado con Pedrín. Dice: —Pero me lo va a pagar, dice, —porque me engañó.
Llegó y le dice: —Mira. Dice: —Tú me engañaste.
Dice: —Tú también pudiste haberlas vendido. Dice: —Pero no te apures. Dice: —Vamos a comer.
Y don Pedrín se puso un gorro rojo. Llegaron, dice... llegaron a la fonda, al restorán, hasta la nevería, hasta ondequiera a comer, y salía él sin pagar. Y dice: —Oyes, dice. —¿Por qué te sales sin pagar?
Dice: —¡Uuum! Dice: —No te fijas que traigo este gorro rojo?
Dice: —¿Aa, con el gorro rojo? Dice: —Véndeme ese gorrito rojo. Dice: —Vale la pena.
Pero don Pedro no se daba cuenta que don Pedrín había pagado con anticipación todas las cuentas, para que no le cobraran. Y ese creía que el otro andaba muy curioso y quiso comprárselo. Se convinieron en el precio y le compró el gorro rojo. Este que empezó a entrar ondequiera otra vez y a comer y a salir. La señora luego no cobraba porque como era un señor muy conocido, muy rico, quisiera cobrar todas sus cuentas, dice: —Después me pagará don Pedro. Es muy rico y puede pagarme.
Al pasar tiempo no pagaba aquellas cuentas. Un día le dice: —Bueno. Si ya me debe aquí más de cien pesos. Págueme lo que me debe.
—Y yo, ¿de qué le debo?
Dice: —Bueno. Cada día comiendo alimento y nunca paga.
Dice: —Pero, ¿que no me ven?
—No, dice. —Sí, lo estamos viendo.
—Pero, ¿que no me ven mi gorro rojo?
Dice: —Y ese gorro rojo, ¿qué significa? Dice: —No significa nada para nosotros.
Dice: —No, dice. —Es curioso. Dice: —Con este gorro rojo puedo entrar dondequiera.
Dice: —Pues no, dice, —y si no va a pagar la cuenta vaya a la cárcel.
Y no pagó la cuenta. Tuvo que ir a la cárcel.
Y el Pedrín, dice, le dice a la señora, dice : —Va a venir mi compadre. Dice: —Cuando sale de la cárcel va a venir muy enojado con nosotros.
Y se fue a comprar dos conejitos iguales. Dice: —Uno me llevo y otro siento aquí.
Muy bien. Se fue él a la barbería. Dice: —Cuando venga a buscarme, estoy en la barbería.
Salió de la cárcel don Pedro y llegó buscando a Pedrín. Dice: —¿Dónde está mi compadre Pedrín?
Dice: —Salió. Fue a la barbería.
Dice: —Quiero verlo. Dice: —Me ha engañado con el gorro rojo. Me le llevó mucho dinero y no, no sirvió para nada.
Dice: —No, dice, —pero no te preocupes. Dice: —Yo orita lo voy a mandar llamar.
Y se fue el conejito. Cuando a poco rato llega don Pedrín con, con el mismo conejito, pero no el mismo sino que eran dos. Llegó con el conejito y don Pedro en vez de reclamarle se asombró mucho al ver que traía el mismo conejito. Dice: —Bueno, dice, ¿y ese conejo?
—¡Umm, qué va! Este conejo, dice, —es mandadero. Dice: —Me ahorro pa’ tenerlo aquí de mozo. Me ahorro pa’ darle de comer. Me ahorro pa’ darle el sueldo. Dice: —Es mandadero. Dice: —Lo mando al banco a llevar las cartas, dice, —a mandar dinero y... todo eso. Así es de que este me ahorra mucho.
—Mira, dice. Ya don Pedro en vez de reclamarle, dice: —Véndeme ese conejito. Dice: —Yo quiero el conejito. Me sirve mucho. Dice: —Véndemelo.
—¡Ummm! ¡No! ¡Qué esperanzas! Este conejito no puede venderse. No, dijo.
—Véndemelo, dijo. —Te doy dos mil pesos.
—No, dice. Este vale cinco mil.
—Muy bien.
Le dio los cinco mil pesos y se llevó el conejito. Llegó a su casa con el conejo y le dice a la señora. Dice: —Mira. Dice: —Despide a todos los mozos y los sirvientes porque este conejito va a servir de mandadero.
—Muy bien.
Los despidió y entonces tenía que mandar un dinero al banco. Y este le colgó en el cuello dos franjas de billetes. Dice: —Ándale, conejito. Dice: —Va al banco a llevar este dinero.
Pero Pedrín estaba a la vuelta de la esquina y al pasar el conejo lo recogió y se llevó el dinero. Don Pedro estaba esperando el conejo. Se llegó la noche y el conejito no volvía. Dice: —¿Qué pasa? Dice: —El conejo no viene.
Fue otra vez con, con Pedrín y le dice: —¿Por qué me engañaste? Me engañaste porque el conejo mandadero ese no ha vuelto. Dice: —Y hasta más, mandé el dinero y el dinero se perdió.
Dice: —No, Yo no tengo la culpa. Dice: —¡Quién sabe qué le pasaría al conejito!, dice.
—Pero no, dice. —Ahora me la pagas. Te voy a matar.
Empezaron a pelearse y Pedrín, y la señora de Pedrín quiso defenderlo. Se puso en medio de ellos y Pedrín muy disgustado le dio una puñalada. Y este... don Pedro dice... ya al ver que cayó muerta la señora se asustó mucho y se fue a su casa. Y encuentra a la señora y le dice: —¿Por qué vienes tan disgustado?
—Vengo muy disgustado.
Le dio una puñalada. Muy bien. Este se asustó y volvió a la casa de Pedrín y le dice: —Acabo de matar a mi señora.
Dice: —No viste que yo también maté a la mía? Dice: —Pero no te preocupes, Dice: —Mira. Yo tengo una cornetita que revive los muertos.
Y empezó a tocarla. Se levantó la señora, de Pedrín.
Dice: —¡Ay! Dice: —Déme esa cornetita para ir a... que... a levantar también a mi señora. Dice: —Para que resuscite.
Pero también el... la señora de Pedrín tenía una vejiga de sangre en el pecho. No era que le dio la puñalada. Era que se quejaba de Pedrín. Así es de que no estaba muerta. Le dio la puñalada y corrió la sangre pero era de la misma vejiga que tenía colgada del pecho.
Ese llegó con su señora y empezó a tocarle la corneta y nada que se levantaba porque esta sí estaba bien muerta. Ese ya de tanto disgusto dice: —¡Ora sí me la va a pagar! Dice: —Me ha robado. Dice: —Ya estoy casi en la miseria y él es el dueño de todas mis riquezas. Dice: —Porque todo me ha vendido y me ha engañado. Pero ahora, dice, —no va a tener remedio, que lo voy a matar. Dice: —Ahora lo voy a lanzar al fondo del mar. Pos, de allí ya no vuelve.
Llegó con Pedro y, con Pedrín y le dice: —Mira. Dice: —Ora no te voy a perdonar la vida.
Y allí lo metió a un costal y lo amarró bien y se lo llevó. Se lo echó al hombro y se fue caminando. Áhi va camine y camine. Ya se empezaba a hacer de noche cuando llegó a una, a una venta allí. Dice : —Voy a tomar algo porque vengo muy cansado.
Y dejó el costal por fuera. Afuera ahí lo dejó y él se hizo por dentro a tomar. Ese seguramente se entretuvo mucho. En eso Pedrín, estaba amarrado afuera y empezó a oír un pastorcito que venía silbando muy contento. Y él dice: —¿Cómo haré para salirme de aquí?
Empezó a pensar y luego se empieza a gritar: —¡Ay, yo no quiero casarme con la hija del rey! ¡Onque tenga mucho dinero no quiero casarme!
En eso el pastorcito dice: —¡Mmm! ¡A este lo llevan para casar con la hija del rey! ¡No quiere dinero! ¡Qué tonto!, dice. —Yo trabajo del día a la noche, dice, —y gano un triste jornal. Yo le voy a decir que nos cambien.
Y llega y le dice: —¿Qué es lo que te sucede, buen amigo?
Dice: —¡Mmm! ¿Cómo no he de estar triste? Dice: —Pues, quieren casarme con la hija del rey. ¡Es muy rica! Dice: —Y viviría yo muy contento pero no, yo no quiero casarme. Así es de que si tú quieres, dice, —desátame y salgo para fuera y tú te vas en mi lugar.
—¡Ándale, sí!
El pastorcillo muy pronto desató el costal. Se metió él y luego ya amarró muy bien y lo dejó allí. Entonces dice: —Pero cuida muy bien mi rebaño. —Sí, yo te lo cuido, le dijo Pedrín.
Se fue Pedrín con el rebaño y se fue a un río. Salió don Pedro de adentro de tomar y como había tomado algo llegó y el costal se le hizo más liviano. Pero dice: —¡No! Dice: —Es que con algo que tomé estoy más fuerte y por eso se me hace más liviano el costal.
Canchó a aquel al hombro y se fue. Iba caminando. Dice: —Pero ahora lo voy a aventar al río. Dice: —Siquiera llego al mar. Dice: —Áhi al río lo voy a aventar.
Muy bien. Llegó a la orilla del río y aventó el costal. Bueno. Se hundió pero al poco rato venía caminando y ya de vuelta que ya dijo: —Ora sí. Ni más que me vuelve a ver mi compadre. Mi compadre Pedrín ya se fue.
Cuando se encuentra a Pedrín que venía con el rebaño de las ovejas. Dice: —¡Oyes! Dice: —¿Qué estoy soñando?
Y se empezó a restregar los ojos.
Dice: —No. Dice: —Yo soy tu compadre, dice. —Mira. Ves que me hiciste tú un gran favor.
—¿Cómo que te hice un gran favor?, dice.
—Sí. Me aventastes a este lado y por este salí con este rebaño de ovejas. Si me haces aventar al otro lado había salido con una partida de muchas vacas y mucho ganado. Dice: —Nada más que me aventastes a este lado y aquí me tienes.
Dice: —Pero, ¿es posible?
—Sí, hombre. En el fondo del río hay tantos.
Dice: —Muy bien. Dice: —¡Hombre! ¡Méteme a un costal allí y aviéntame por el otro lado para salir yo con una partida de ganado!
Fue Pedrín y lo metió a un costal y lo aventó, pero ese sí no volvió, igual que el pastorcito. Y Pedrín se quedó con todo, lo de don Pedro y lo de él también y volvieron las riquezas de don Pedro a Pedrín y él fue rico.

 

Nº de referencia: 139

Al habla:
Agustina Gómez
(24 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Tepatitlán de Morelos (Tepatitlán de Morelos, Jalisco), el 23 / 9 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

Ver en el mapa: localidad / sitio de documentación / lugares mencionados

 

Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 122

Notas
Because of the complexity of this version, I indicate below the principal elements that enter into it: I. K941.1 Cows killed for their hides when large price is reported by trickster. The poor compadre by using ingenuity sells his mules hides as "imported leather" and becomes wealthy. He does not tell his rich compadre of his ability as a salesman. II. N478 Secret wealth betrayed by money left in borrowed money scales. III. K111.2 Alleged bill-paying hat sold. Cf. Riley Aiken, "Charge This to the Cap," in "A Pack-Load of Mexican Tales," TFSP, XII (Austin, 1935), pp. 41-44. IV. K131.1 Rabbit sold as letter carrier. V. K113.7 Alleged resuscitating hom sold. VI. K842 Dupe persuaded to take prisoner's place in a sack: killed. This motif occasionally appears in Mexican tales involving Pedro de Urdemales.

 

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) -

 

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1535. - The Rich and the Poor Farmer. (Unibos.)

 

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