Los chilaquiles

 

Había una viejita y un viejito que tenían dos hijos. Uno estaba bien loco y el otro estaba bien. Y un día le dijo el viejito al que estaba lidiado: —Mira, hijo. Ese muchacho loco no hace caso de casarse. ¿Cómo no lo llevas allá con sus parientas a ver si todavía queda alguna de las parientas de ustedes para que se case con ella?
—Sí, padre. Está bueno que nos hagan unas gorditas para que mañana, ensillando nuestros caballos, me lleve al otro por engaño a ver si hago para casar ese muchacho.
Entonces el hermano se fue con otra a hacer las gorditas para el bastimento del loco del, del otro hermano. Otro día salieron muy temprano pero se tenía que hacer tres días de camino. Cuando salieron el loco y el otro hermano le dice el que estaba viendo: —Mira, hermano. Cuando lleguemos a la casa de mis tíos, saludas. Si es en la mañana dices "buenos días." Si es en la tarde "buenas tardes." Si es en la noche "buenas noches." Hablar bien. No ser tonto ni salvaje, ni tan animal, como tú eres.
Pero este no se fijaba en que el loco iba repitiendo todo lo que él le había dicho. Decía él en voz baja: —Buenos días, buenas tardes, buenas noches. A la hora que llegares hablar bien y no ser tonto ni salvaje ni tan animal.
Bueno, sucede que a los tres días llegaron allá, con los tíos. Y llegaron en la noche, hora en que sale el viejito, y los conoce: —Pasen, hijitos. ¡Qué milagro que vinieran!
—Pos, mire, tío. Sabe que venimos para verles, a saludarles, a ver cómo están.
Entonces el hermano que estaba viendo dice al loco: —¡Ándale, que ya no queda más que una de las muchachas! Pronto le hablas de matrimonio. Creo que nos van a dar de cenar orita y cuando lleva tortillas entonces le hablas y no se te olvide.
Pero antes de eso cuando llegaron saludó el muchacho que estaba viendo.
Dijo: —Buenas noches.
Y el loco luego luego empezó: —¡Buenos días, buenas tardes, buenas noches! ¡A las horas que llegares habla bien y no ser tonto ni salvaje ni tan animáaaal!
Y así. Entonces el otro hermano, bueno, que le da tanta fiereza con tanto coraje. Le dice: —Oyes. Pos, si no te dije que dijeras todo eso. Te dije a ti que no fueras tan tonto ni tan salvaje ni tan animal. A ti te dije eso.
Bueno, ya disculpó al hermano allí con los viejitos y ellos viendo que estaba bien distraído le dijeron: —No te dé pena. Ya sabemos que está loco. Pasen, hijos. Ándenle.
—Ándale, hija, le dijeron a la hija que quedaba sin casar. —Anda a preparar la cena. Haces unos chilaquiles y una guisa de atole, pos ya no hay más que ella. Ya habíamos cenado.
Entonces el hermano le dice al loco: —Ándale. Orita que nos traiga la cena no se te vaya a olvidar. Ya sabes que a eso te traje. No queda más que esta muchacha. Le hablas de matrimonio.
Bueno, que llega la muchacha y le lleva de cenar. Y llevaba alteros y alteros de tortillas y el loco cada vez que ella llevaba, entre más tortillas comía alli en la mesita. Le decía él: —¡Oigaaa! ¡Que traiga más gordaaaas!
Entonces el hermano le decía: —¡Hombre! ¡No te estoy diciendo que le digas eso!
—Pos, tú me dices que le hable.
—No le diga que traiga más gordas. Háblale de matrimonio. Dile que si se casa contigo.
Volvió la pobre muchacha toda avergonzada de prisa y llegaba con otro altero y le volvió a decir el loco: —¡Que traiga más gordas!
Y aquel loco, de a dos y de a tres y de a cuatro y luego le dice, de la hermana casada: —Bien. A ver si ya de esas ya tomó.
—Ya es mucha la vergüenza que yo tengo contigo.
Ya que se acababan por obra de Dios los chilaquiles y dice: —Me voy a comer esa pura. ¡No! ¡No, ya me acordé! ¡No me la tomo pura, que voy a encimar otra para no comérmela sola!
Entonces los viejitos diciéndole al pobre muchacho de verlo tan apenado: —Mira, no te dé pena. Ya sabemos que no está bien. Orita le vamos a arreglar su cama para que se acueste, ya que no estés tan mortificado.
—¡Válgame Dios! Así les dice el muchacho este. —Si me hace el favor, me ponen una cama por allá en aquella pieza. ¡Si viera no más qué travieso es este loco para vergüenzas! Yo tengo que irme temprano, que ya la cara me arde de tanta vergüenza.
Pero el loco que estaba oyendo de todo se daba cuenta. Les pusieron dos camas por allá en una pieza, en un rincón donde estaba un par. Y la muchacha fue yaga... guardó una cazuela con unos chilaquiles que le habían quedado y el loco al irse se dijo: —Pero que a la noche me los echo.
Bueno, se acostaron los viejitos. La muchacha para allá en una pieza distante de ellos. El loco y el que estaba bien se acostaron en su pieza. Creyendo el pobre muchacho que el loco estaba acostado cuando acuerda. Oye el ruidazo arriba del zarzo, que le decía: —¡Hermano, hermano, aquí te llevo un puño!
—¿Qué trai este loco? ¿Dónde andas?
—Arriba del zarzo. ¡Ándale, que aquí te llevo un puño de chilaquiles!
—¡Válgame Dios de mi alma! Pues, ¿dónde andas?
—Pos, acá arriba.
Y el hermano creía que estaba arriba de la cama y que tenía miedo, y esto era que andaba arriba del zarzo a dos manos comiéndose los chilaquiles limpiando la cazuela. Entonces le dice : —Vente de ladito, vente de ladito.
¡Que cae con el puño de chilaquiles! Y este quería dar con el hermano. Va a dar al rincón con la viejita y le puso el puño de chilaquiles por detrás, hora en que la viejita se echó una pluma. Entonces el loco le decía: —No le soples, hermano, que están fríos.
Bueno. Entonces el otro hermano que oye y le dice: —¡Válgame Dios! ¿Qué es lo que andas haciendo?
—Fíjate, que yo te traía un puño de chilaquiles y yo no sé a quién se los puse. ¡Mira no más! Creía que estaban calientes y estaban bien fríos. Y mira, les soplaron.
—Ven acá. Tú por allá andabas con mis tíos. Ya para vergüenza no tengo. Vente para que te laves las manos. ¡Ándale!
Va y lo lleva de la manó para fuera. Le dice: —Mete la mano a ese cántaro y lávate las manos y nos vamos a acostar orita.
—Sí.
Metió una mano, que metió las dos y que se atora el cántaro. Estaban ellos allá fuera, el pobre muchacho haciendo que el loco se lavara las manos, cuando el viejito se estira y siente lo frío de los chilaquiles y que le da una patada a la viejita y le dice: —¡Vieja cochina, ya te zurraste!
Y la viejita soltó el llanto y le dice: —¡No, viejito! ¡No me zurré! Yo no sé qué será eso.
—Pero, ¿cómo que no? ¡ Mira, no más! Está toda la cama llena. Tú te zurrastes.
—¡No, viejito!
—¡Ándale, vieja cochina! ¡Levántate! ¡Vaya a lavarse!
Se levantó y dice: —Me baño orita.
El otro muchacho que oye cómo andan el viejito y la viejita del pleito y hasta golpes, dice: —¡Mira no más lo que has hecho! ¡Ándale! Oritita nos vamos.
Por allá se va la viejita a un patio que estaba en seguida de donde ellos estaban, lavándose las manos. Echa pilitas bañándose cuando llega el loco. Dice: —Yo aquí voy a quebrar el cántaro. No me la puedo sacar.
Se la quebró a la viejita en la cabeza, creyendo que era piedra. Suelta el llanto la viejita y sale el viejito: —Pero, ¿qué tienes?
—¡Ay, viejito, viejito! ¡Ya no me vuelve a zurrar!
—¡Si yo no te estoy pegando!
—¡Cómo que no te admira yo que tú me habías pegado! ¡Pos, tú estás loco!
A esa hora el otro pobre muchacho fue y ensilló los caballos. Y el loco bien desnudo, el caballo en pelo. Bueno, áhi va repitiendo: —¡Buenos días, buenas tardes, buenas noches, a las horas que llegares hablar bien y no ser tonto ni salvaje ni tan animaaaal, ni tan animaaaal, ni tan animaaaaal!
Se acabó el cuento.

 

Nº de referencia: 137

Al habla:
Genoveva González viuda de Barba
(45 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Acatic (Acatic, Jalisco), el 28 / 10 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

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Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 120

Notas
This tale is a somewhat more extended version of the Tale of the Cradle than is usually found in Hispanic tradition. It differs from No. 118 in that the story arises out of the young man taking his numskull brother to visit relatives for the purpose of finding a bride. The narrator uses voice quality and intonation to heighten the stupidity of the numskull and contrast his actions with those of the responsible brother who is charged with finding him a bride.

 

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) -

 

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1363. - Tale of the Cradle.

 

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