El rey discontento

 

Este era un rey que tenía tres hijas y luego un día se le ocurrió preguntarle a su hija mayor: —Hija. Y tú, ¿cuánto me quieres?
—Padre, yo te quiero como... como la arena y el sol.
Y luego llamó a la menor y le dijo: —Hija, tú que eres la más chiquita, ¿cuánto me quieres?
—Tú, padre, yo te quiero como, como el pan y la sal.
Y entonces le dijo: —¡No! ¡Tú, hija! ¡Tú no me quieres nada! ¡Tú agarra tus trapos y vete!
Y luego la niña agarró, cogió sus trapitos y entonces fue y luego partió. Y luego yendo en el camino se encontró un, a una borreguerita y le dijo: —¿A dónde vas, buena niña?
—Pos yo, dice, —porque mi padre me dijo que me fuera porque yo le había dicho que lo quería como el pan y la sal. Y le dijo, dice: —¿Me cambias este tu vestido? Yo te doy uno de los más finos de los míos.
Y luego le dijo: —No. Tú lo haces por burlarse de mí.
—No. Mira, dámelo y te doy el más fino.
Entonces lo entregó y luego a la niña le dio las gracias y, y la abraza y luego, y sale y luego se echó sal en la cabeza y luego se llenó de grasa en la boca. Y luego entró y pidió... les pidió posada allí. Al palacio entró y les dijo que si le hacían favor de regalarle unas brasitas y entonces le dijo: —Sí, cómo no.
Y entonces le regalaron las brasitas y luego entonces áhi está sacudiéndose el pelo y caían muchas... de estas... mucha sal. Y luego tronaban y luego decían: —No, vete, porque tú estás muy piojosa.
Y luego la corrieron. Y luego entonces había un rey y dijo, le dijo la niña que si le daba posada. Y dijo que sí le daba trabajo. Entonces le dijo que sí, que le dieran de desayunar y que se fuera a cuidar unos cóconos. Entonces fue a la huerta y luego ella allá. En la tarde se bañó y luego como era muy bonita se, se puso su vestido más bonito y luego se puso... sentó en su silla y sacó su mandolina y se puso a tocar. Y como era tan bonita al son todos los cóconos revolaban y se murieron.
Y luego entonces ella misma corría a desvestirse ya. Se pintó como andaba de vuelta y luego fue con el rey muy apurada: —Pues mire, rey. Se murieron ya sus cóconos.
—Y ¿por qué?
—Pos, porque... quién sabe por qué esos no vivían.
Y entonces le dijeron las criadas: —Pero, ora verás. Te va, te va a ir muy mal con el, con el rey.
Y luego entonces ella muy apurada, y entonces con el rey: —Mire, rey. Aquí están esos cóconos que se murieron.
Dice: —¿Por qué se murieron?
—No, pos, allí se estuvieron muertos solos.
Y entonces ya se fue de vuelta. Otro día ya que desayunaba de vuelta entonces se fue y luego otro día se puso su vestido, el de plata. Y luego se puso otra vez a tocar y luego entonces le dijo... La revuelan de vuelta los cóconos y todos se murieron. Y luego el rey le dijo... Fue con las criadas y luego entón le dijo: —Aquí le traigo sus cóconos.
—Ora verás. Va a venir el médico, va a venir el rey y va a perder el estómago. Te va, te va a matar. Ora sí.
Y ella muy apurada. Y entonces ya llegó él, el rey y entonces ya le dijo que no, que no se apurara, que él no decía nada, que los pusieran a cocer. Entonces otro día también se había de salir.
Entonces la reina, la madre del príncipe, le dijo: —Voy a ver por qué están muriéndose estos... estos cóconos. Y luego entonces ya se fue ella detrás de un matorralito. Se escondió ella y la niña se fue a bañar y se puso su vestido más bonito que tenía. Y luego se puso a tocar y le revuelan de vuelta los cóconos y se murieron. Y luego entonces el muchacho, sin que lo viera la muchacha, entonces se fue y le dijo a su padre que por esto y por lo otro se habían muerto su... los cóconos. Y luego entonces ya la mandaron llamar y luego le dijeron, y luego ella muy apurada.
Ya entonces el príncipe se enamoró de la muchacha. Y luego que él se quería casar con ella. Y entonces le dice la mamá: —¿Cómo te has de casar con una muchacha tan fea y tú tan guapo que estás?
Y luego entóns dice: —Sí, madre. La tienes que dejar que se bañe en tu baño. Y luego entonces que ya no quería la mamá. Y luego entonces siempre se bañó la muchacha. Y luego entonces se fue y se bañó y luego la vían tan bonita. Y luego que la madre dijo: —Anda, dile a tu papá, dice. —Que venga a ver la muchacha tan, tan bonita.
Y luego entonces ya fue y luego que siempre por fin casaron a su hijo. Y pasaron, arreglaron su día muy bonito y pasaron su vida muy felices. Ya se acabó el cuento del rey discontento.

 

Nº de referencia: 130

Al habla:
Elvira López
(16 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Mezcala (Tepatitlán de Morelos, Jalisco), el 21 / 11 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

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Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 113

Notas
This tale contains elements that coincide with type 510, the expulsion of the youngest daughter because she says that she loves her father like salt, and her identification by the prince or queen, who see her in her finery after bathing.

 

Ver los motivos
) -

 

Ver los tipos

923. - Love Like Salt.

 

Materiales adicionales

 

 

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