El hermano del señor cura

 

Había una vez un señor cura que tenía un hermano que era muy borracho y muy perdido. Dondequiera tomaba y pedía dinero prestado y las cuentas iban a dar al señor cura. Una vez fue este y puso un rótulo en la puerta de su casa: —El que tiene dinero manda y puede hacer lo que quiere.
El rey pasó por allí. Le dice: —Bueno. Dice: —¿Por qué dice él que el que tiene dinero manda? Dice: —Manda traer al señor cura inmediatamente para decirle por qué puso ese rótulo allí. ¿Que no soy yo el que mando aquí? ¿Acaso él es el que manda? Venga. Que venga inmediatamente.
Fue el señor cura y le dice: —¿Por qué puso aquel rótulo en la puerta de su casa?
Dice: —No, señor. Si yo no fui. Yo no lo he puesto. Yo no me doy cuenta de ese rótulo.
Dice: —Sí. Dice que puede hacer lo que quiere. No. Eso no es cierto. Yo soy quien mando.
—Está bien, dice. —Yo no fui pero en fin, usted dice que yo.
Dice: —Pues tiene que contestar a estas tres preguntas que te voy a hacer y si en término de tres días no me las contesta en seguida te voy a mandar horcar.
Ya el señor cura se fue muy triste para su casa. Cuando estaba allí le llegó una tarjeta con las tres preguntas que tenía que contestar. Una era que decía así: —¿Quién soy? No, ¿cuánto valgo?, ¿en qué pienso?, y ¿qué poder tengo? Muy bien.
Él dice: —Bueno. Yo, ¿cómo voy a contestar estas preguntas? Yo no las sé.
Buscaba de un modo y de otro pero no podía contestarlas. Se pasó un día y él estaba muy triste, esperando.
—¿Qué voy a hacer?, dice. —Ya faltan dos días.
Pasó otro día y pasó el tercer. Ya iba a pasar cuando llega el hermano en la tarde y le dice: —Oyes, hermano, ¿por qué estás tan triste?
Dice: —¡Um! Dice: —¿Cómo no voy a estar triste? Figúrate que el rey me manda, me mandó llamar y me dijo que tenía que ir a contestar estas tres preguntas, que tenía que decirle que cuánto vale, qué poder tiene y en qué piensa. Dice : —Yo no voy a poder hallar la solución a contestarlas.
Dice: —¡Um! Dice: —Déjame a mí. Déjame tu sotana, tu calzado, tu sombrero, dice, —tu bastón y yo voy a presentarme al rey.
Dice: —Pero, tú ¿qué vas a hacer si yo que he estudiado más no puedo contestarlas? ¡Mucho menos tú!
Dice: —Déjame y verás.
Se fue él. Cortó una flor muy bonita y llegó con el rey. Y le dice: —Pase usted. ¿Vino a contestar las preguntas?
Dice: —Sí, señor. Aquí estoy.
Dice: —A ver. Dice: —¿Cuánto valgo?
Dice: —¡Um! Dice: —¿Quiere usted valer? Dice: —Nuestro Señor Jesucristo que fue Nuestro Señor Jesucristo lo vendieron en treinta monedas. Dice: —Pues usted no pasa de valer una y diga que le fue bien.
—Bueno. Muy bien. Esa pregunta pasa. La segunda, ¿qué poder tengo?
—Pues, yo creo que ningún poder tiene. Dice: —Si tuviera, a ver, hágame una flor igual a esta.
Dice: —Pues no. No puedo hacerla.
—Bueno, ya le gané la segunda.
—Ahora vamos a la tercera. ¿En qué pienso?
Dice: —Usted piensa que está hablando con el señor cura pero está hablando con el loco de su hermano.
Dice: —¿Es verdad? Luego, ¿tú no eres el señor cura?
—No, señor. Yo soy el loco de su hermano, aquel borrachales, dice, —que fue y le puso el rótulo en la casa, dice, —y le echaron la culpa al señor cura, dice. Pero no fue él. Fui yo quien puse el rótulo.
—Está bien, dice. —A ver. Dice: —En esto han estado muy bien las preguntas. Ahora pídeme lo que quieres.
Dice: —¡Um!
Empezó a pensar el borrachito. Dice: —Si le pido dinero, mucho dinero, siempre llega el término en que se me acaba. ¿Qué quiero pedirme?
Dice: —No, mire. Después de mucho pensar le dice al rey: —Mire, su majestad. ¿Sabe lo que me ha de dar usted? Es una burrita.
—Y ¿una burrita me pides tú?, dice.
—Sí, dice. —Con un rótulo entre las orejas, dice. —Palabra de rey no vuelve atrás. Y con la firma de usted.
Dice: —Está muy bien. Dice: —Está dado.
Ya le firmó el rótulo y se lo pusieron a la burrita y se fue. Entraba a las cantinas y pedía que tomar para él y todos sus compañeros, no no más para él. Y además mucho dinero y todos, —que páguenme, ¿por qué no he de pagar? Palabra de rey no vuelve atrás.
Y en fin, sucesivamente yo creo que todavía ha de andar tomando por ahí por las cantinas con el mismo rotulito. Y colorín, colorado, el cuento está acabado.

 

Nº de referencia: 127

Al habla:
Agustina Gómez
(24 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Tepatitlán de Morelos (Tepatitlán de Morelos, Jalisco), el 22 / 9 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

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Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 110

Notas

 

Ver los motivos
) -

 

Ver los tipos

922. - The Shepherd Substituting for the Clergyman Answers the King's Questions. (The King and the Abbot) [H561.2].

 

Materiales adicionales

 

 

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