[ La princesa orgullosa ]

 

Este era una princesa que era muy orgullosa y el papá pues la tenía muy chiqueada. Ella era la que mandaba allí y todo eso. Un día vino un príncipe de tierras lejanas, ¿verdad? También su papá era muy rico. Era un rey muy poderoso y fue a ver a la princesa. Dice: —Pues, no.
Este no le habló con nada de vestido, pues, bien, ¿verdad?, sino que este fue y se vistió de pobre y un día estaba la princesa en la puerta y llegó y le habló, que si le correspondía. Llega y ella le dice, dice: —No. Mi padre ya no necesita sirvientes.
Y lo humilló al príncipe. Este se sintió muy ofendido. Dice: —¡Aaay! Dice: —¡Princesa hermosa, pero yo sabré qué modo dominar!
Y se fue. Ese se fue allí. Se puso una, un salón de belleza y... este... rasuraba y todo eso allá a los señores y... era peinador... todo eso. En eso la princesa lo mandó llamar para que la peinara. Fue a peinarla y llevaba un anillo muy bonito el príncipe. y ella no sabía que este era príncipe y ya le dijo... dice: —¡Ay!, dice. —¡Qué anillo tan lindo!, dice.
Dice: —Señorita, si te gusta te regalo el anillo. Y él se lo regaló.
La princesa dice: —¡Qué muchacho tan guapo!
Y empezó a enamorarse de él. Y ya le dice: —Mira, dice. —Si quieres...
¡Aaaa! Porque le dice la princesa, dice: —Yo te quiero mucho, dice, —pero yo no puedo casarme contigo, dice, —porque tú eres pobre.
Dice: —Pues, si quieres nos vamos. Tú y yo nos casamos allá lejos.
Se la llevó. Díjole que sí.
En eso el príncipe les dijo a los demás, dijo, aconsejó a otros, dice: —Me salen en el camino y me roban todo lo que llevo, como que son bandidos.
—Muy bien.
La princesa llevaba cargamento, pues, de mucha ropa y dinero y todo eso. En eso iban caminando cuando en el camino salieron los bandidos y les quitaron todo y quedaron nada más con los... con ropa, pues,... nada más lo que llevaban. Al llegar al primer pueblo le dice el muchacho, dice: —Oyes. Dice: —Yo no traigo centavos, dice, —ni con qué comer. Dice: —Sabes, quédate aquí en esta casa.
Y la llevó a una casa muy pobrecita de la orilla. Dice: —Aquí te quedas en esta casa y yo voy a buscar trabajo para traerte algo a veces, para que comas.
Y se fue el muchacho. Pero fue allá con él muy bien, todo eso, y a la pobre muchacha fue y le llevó cualquier cosa, que era para dominarla, como tan orgullosa primeramente ella lo había humillado a él de decirle que ella... que su papá no necesitaba sirvientes. Y por eso quiso vengarse. Ya fue él y le trajo muy poco de comer. Y dice: —Pues, mira lo que te conseguí.
—¡Mmm! ¡Está bueno!
Dice: —Mira. También sabes lo que necesito son unos centavos. Te vas a poner a vender agua fresca, dice, —áhi a la salida del... de los toros.
Dice la muchacha, dice: —Pero, ¿yo vender agua fresca? ¿Yo, la hija del rey?
Dice: —Pues no tiene remedio. Dice : —Ya que venistes de tu casa, no has de volver. Ahora tienes que vender agua fresca.
—Muy bien.
Ya fue que llevó la olla y unos vasitos y empezó ella a vender agua fresca allí a la salida de los toros. En eso vio venir un jinete en un caballo blanco y venía a toda carrera. Y llegó allí junto de ella y luego le cayó el caballo y le tumbó la olla y los vasos y ella empezó a llorar: —Ora sí, ¿qué voy a hacer? ¡Mi esposo me va a regañar!
Y era el mismo esposo, ¿no? Si andaba él ya bien vestido y eso y ella no lo reconoció. Y ella se fue a la casa llorando. En ese rato llegó el príncipe, el muchacho, ya vestido otra vez de pobrecito, como andaba primero y llegó y luego dice: —¿Qué hubo, vieja? ¿Cuánto vendiste?
—¡Jum!, dice. —¿Qué había de vender? Dice: —Salió un jinete que venía por la calle, dice, —y me tumbó la olla y los vasos y no vendí nada. Dice: —Ora sí, ¿qué vamos a hacer?
Dice: —Pos, vámonos de este pueblo. Dice: —Ya aquí no conseguimos nada. Vámonos a otro.
En eso fueron a otro pueblo y en ese pueblo era ya donde estaba el papá del muchacho. Ya él se adelantó y le dice: —Tú te quedas aquí esperando. Dice: —Yo voy a conseguir trabajo. A ver dónde encuentro. A ver si me ocupan en la casa, tú de sirvienta y yo de mozo.
Muy bien. Se fue el muchacho. Llegó al palacio pero entonces puso de acuerdo al papá que era la princesa y ya le dijo lo orgullosa que era y todo eso, que él venía... que él venía humillándola también. Dice: —Aquí que se venga como una sirvienta pero que no la dejen hacer mucho quehacer, no más, nada más, hay... poco. Dice: —Unos cuantos días para humillar y ya estoy echando, me voy a casar con ella.
Muy bien. Ya fue y le dijo: —¿Sabes lo que he conseguido con el rey? Que tú puedes entrar de sirvienta y yo de mozo. Dice: —Nada más que yo tengo que ir a hacer un... un paseo por áhi a traer unas liebres... Y todo eso que necesitan, dice, —como cazador. Dice: —Tú en ese mientras te vas a quedar aquí. Yo, yo creo que voy a durar unos dos días.
Ya fue y la dejó allí. En eso se estaban esperando unas fiestas. Dice: —Es el día del santo del rey. Tú te tienes que ir a ayudarles a servir mesas y todo eso.
Era el día del santo del rey y empezó a servir la mesa y esta empezó a acordarse del marido. Dice: —¡Ay, pobrecito! Yo creo que ha de andar él sin comer. Voy a esconder chocolate y pan, dice, —para cuando llegue él.
Esa empezó a esconder pan y chocolate en los pliegues de las mangas y todo eso. Ahi andaba ella con sus panes y chocolates. En eso un muchacho llega y le dice: —Anda, señorita. Voy que vamos bailando.
Ya cuando entraban a la sala, ¿verdad?, donde andaban bailando. Dice: —No. Dice: —Yo soy una sirvienta.
Dice: —No tienes que ver. Ahora el rey prometió que todas las sirvientas también se bailen.
—Ya, le dijo. —Bueno, sí voy a bailar.
Y empezó a bailar y empezaron a salir las piezas de pan de las mangas, destiradero por toda la pieza. En eso el muchacho allí estaba sentado, muy elegante, y ella se quedaba viéndolo. Dice: —¡Mmmm! Dice: —Se parece a mi marido.
Pues sí, se parecía. Era él mismo. Ya que acabó ella de valsarse fue y se sentó. Y ella muy avergonzada porque había tirado el pan. En eso ya terminaron una pieza y ya habló el rey. Dice: —A ver. Dice: —La señorita que venga aquí.
Ya fue ella muy avergonzada porque él la llamaba. Le dice: —Usted, dice, —se va a casar con mi hijo.
Dice: —¿Yo? ¿Con el hijo del rey? Dice: —No. Dice: —Yo tengo mi esposo. Dice: —Se fue. Dice: —Somos aquí de este palacio.
Dice: —No. Dice: —Este es.
Entonces el muchacho se levantó y le dice: —Yo soy. Dice: —¿Ya no me reconoces?
Dice: —Pues, sí. Se me figuraba, dice, —pero yo no sabía que tú eras. Dice: —Mira. Yo te estaba aguardando chocolate y te estaba aguardando pan. Mira la pieza, ¡cómo está de tirada, de pan, regado todo!
Dice: —¿Ves? Ya sé donde llegó tu humillación. ¿Te acuerdas que tú me humillaste cuando yo fui a hablarte que estaba vestido de pobre? Me dijistes que tu padre no necesitaba mozos. Y por eso te traje humillándote pero mi padre es el rey y yo también soy príncipe.
Y ya inmediatamente de ver el arrepentimiento de la princesa se casó con ella y tuvieron unas grandes fiestas.

 

Nº de referencia: 125

Al habla:
Agustina Gómez
(24 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Tepatitlán de Morelos (Tepatitlán de Morelos, Jalisco), el 11 / 10 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

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Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 108

Notas

 

Ver los motivos
) -

 

Ver los tipos

900. - King Thrushbeard.

 

Materiales adicionales

 

 

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