Los tres barquitos de oro, plata y seda

 

Este era un pescador que tenía tres hijos. Vivía en la orilla del mar. Un día dijo el mayor: —Padre. Dice: —Yo ya quiero irme. Mándame hacer un barco de oro.
El señor le mandó hacer su barco de oro y se fue. Al llegar al otro lado del mar llegó allá a un pueblito. Este dice, dice: —Voy a ver. Dice: —¿Qué es que se encuentra la plaza?
Al pasar estaba... pasó junto al palacio y vio un rótulo que decía: —El que encuentre la princesa en término de tres días se casará con ella. Dice: —Si no, al contrario no vuelve a salir de aquí.
Dice el muchacho: —Yo voy a arriesgar. Dice: —Voy a buscar a ver si encuentro a la princesa y voy a casarme con ella. Dice: —Ya que deja el padre que me case con la princesa. Dice: —Yo, hijo de un pobre pescador.
Entró. Y les dice a los soldados, dice: —Voy a entrar a buscar a la princesa.
Dice: —Pero, ya han entrado muchos. Dice: —Pero no se la han encontrado. Dice: —Si no, dice, —ya no va a poder salir de aquí.
—A usted, ¿qué le importa? Dice: —Yo voy a entrar.
Dejó el barco encargado en un... en la posada donde entró él. Empezó a buscar a la princesa y le dieron el término de tres días. Empezó a buscarla por dondequiera y no se la encontró. Se llegó el tercer día y tampoco. Pues quedó allí encerrado. Ese quedó allí muy triste.
El segundo hijo le dice a su padre: —Padre, yo también ya quiero irme igual que mi hermano.
Pero no sabían los otros que se había perdido el hermano. Ellos creían que estaba muy a gusto y por tanto gusto que tenía todavía ni se acordaba de ellos. Pero no era así. Dice: —Pero ahora, como mi hermano se llevó un barco de oro, yo quiero uno de plata. Mándame hacer un barco de plata.
El pobre padre fue allá y les mandó hacer un barco de plata. Y se fue. Llegó al mismo pueblo y al llegar allí vio el mismo rótulo y entró también a buscar la princesa. Pero corrió la misma suerte que el hermano mayor. Al pasar el tiempo el más chico le dice al papá, dice: —Bueno. Dice: —Mis otros hermanos ya se han ido. Yo también quiero irme.
El papá se quedó muy triste al partir el hijo único que le quedaba. Dice: —Como tú eres el último que me quedas. Dice: —Y te vas a ir y me voy a quedar yo muy solo. Dice: —Tus hermanos ya no se han vuelto y no sé el paradero de ellos. ¿Qué les pasaría? No te vayas tú.
Dice: —Sí, padre. Dijo: —Pero a mí ahora me vas a mandar hacer un barco de seda. Ellos se llevaron uno de, oro y de plata y yo uno de seda.
El mandó hacer su barco de seda y se fue. Y como casualidad llegó también al mismo pueblo y vio también el mismo rótulo. Dice: —¡Bueno! Dice: —Yo también.
Pero él no sabía que sus hermanos también se entraron allí. Empezó este a buscar por dondequiera, el primer día, el segundo día y el tercero vio una piedra que estaba pasando como puerta. Empezó a moverla y estaba muy pesada. Tanto estuvo insistiendo en moverla cuando pudo abrirle y vio que era una puerta que pasaba a un subterráneo. Empezó a bajar a baje y baje, y duró mucho bajando, y muy oscuro. Dice: —¿Adónde me perdería? Dice: —Yo no puedo encontrar mi salida.
Cuando llegó a la puerta y abrió a otra puerta, al abrir va viendo que se encontraba en un jardín muy hermoso. Entró para ver y se encontró en el jardín a tres muy hermosas princesas, la misma cara, muy parecida, no se podía distinguir cuál de todas era la princesa porque las tres tenían la misma cara. Las otras dos tenían que ser damas porque nada más era una princesa. Y les preguntó, dice: —¿Cuál de ustedes... cuál es la princesa de las tres?
Pero ninguna le dio razón, porque comprendían que al decir el padre podría matarlo. Y la princesa dice: —¡Pobre muchacho! Dice: —Lo van a matar. Dice: —Por mi culpa. Dice: —Porque si lo encuentran aquí. Dice: —Todos los demás pretendientes me han buscado pero en el palacio. Ninguno había... se había podido entrar.
Esperó que se hiciera de noche. Le dijo que se esperara y esperó que se fuera noche y llega muy poco a poco se levantó y le dice: —Mira, dice. —Mañana en la mañana te sales de aquí y vas a mi padre y le dices que ya me has encontrado. Dice: —Para que sepas quién es la princesa, dice, —yo llevo un anillo en el dedo meñique. Dice: —Cuando ves el anillo, dice, —las demás no van a saber la señal. Tú le dices al rey que yo soy. Y dice: —Es la señal para que me conozcas.
Muy bien. El muchacho ya se quedó dormido muy contento porque otro día iba a decir cuál era la princesa. Se llegó la mañana y salió de allí. Fue con el rey y le dice: —¿Ya ha encontrado la princesa?
Dice: —Sí.
Dice: —A ver. Vamos.
Dice: —Yo he encontrado el jardín y están tres. Dice: —Pero voy y le digo a usted a ver si hace... si puedo acertar cuál de las tres es la princesa.
El rey dice: —¡Mmm! Dice: —Las tres están iguales. Dice: —Iguales del mismo color del vestido, parecidos. Dice: —No vas a saber cuál de las tres es la princesa .
Bajaron las escaleras y llegaron al jardín. Estaban las tres allí sentadas en el jardín cuando llegó. Ese empezó a fijarse en el dedo. Ya vio cuál era la princesa. Dice: —A ver. ¡Dime cuál de las tres es la princesa!
Y este se puso a pensar, haciéndose el tonto para que no comprendiera el rey que estaban de acuerdo. Haciéndose el tonto dice: —¿Cuál de las tres será la princesa? ¡Una, dos, tres! ¡Una, dos, tres!
Y así empezó a pensar. Tres o cuatro veces dice: —A esta le toca.
Y acertó. Era la princesa, pero él ya sabía. El rey inmediatamente le preguntó: —¿En premio qué quieres?
Dice, dice: —Pues, no sé. Dice: —Orita todavía no quiero premio porque... por haber dicho cuál es la princesa.
Pero en eso le dice uno de los soldados, dice: —Mira. Dice: —Hace unos cuatro o cinco años vino un joven muy parecido aquí. Dice: —Lo tienen encerrado, dice, —para todos los días de su vida. Al año siguiente vino otro también muy parecido. Dice: —Ahora que te dice el rey que qué quieres, dice, —fácilmente serán de tu familia. Dice: —Se parecen mucho a ti.
Dice: —¡Aaa! Dice: —Han de ser mis hermanos. Dice: —Pues, gracias.
Dice: —Sí, porque tiene uno un barco de oro y otro de plata. Y los tienen guardados y todavía están esperando que lleguen a reclamarlos.
Dice: —¡Aaaa! Son mis hermanos. Voy a pedir la gracia de que los dejen salir.
Cuando le dice el rey, dice: —¿Ya pensaste cuál es la gracia que vas a pedir? Dice: —Sí. Dice: —Quiero que dejen salir todos los presos que tienen encerrados, que fueron los pretendientes de la princesa.
El rey dice: —Muy bien.
Dejaron salir a todos los hombres que habían sido presos del rey. Dice: —Son mis dos hermanos.
Y volvieron a su tierra los dos hermanos y le contaron a su padre la aventura que habían pasado y que ya su hijo, el menor, que se creía era el más tonto, era el que se había casado con la princesa.

 

Nº de referencia: 122

Al habla:
Agustina Gómez
(24 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Tepatitlán de Morelos (Tepatitlán de Morelos, Jalisco), el 23 / 9 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

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Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 105

Notas

 

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) -

 

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854. - The Golden Ram.

 

Materiales adicionales

 

 

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