Juan Cenizas

 

Había una vez una señora que tenía un hijo. Se llamaba Juan y para todo le decían Juan Cenizas porque casi siempre se quedaba él jugando junto al fogón en la ceniza. Lo vieron todo lleno de ceniza. Un día la mamá como ella trabajaba para mantenerle le dice: —Yo estoy cansada de trabajar. Dice: —Lo que has de hacer, vete a ganarte la vida, a ver cómo.
—Muy bien.
El muchacho se fue. Y este lo único que sabía era tirar con una resortera. Llévase una resortera. Se fue caminando caminando y llegó a un bosque. Se le hizo de noche y él tenía mucha hambre, pero tenía miedo a las fieras que salían allí y se subió a un árbol. Estaba áhi subido al árbol cuando vio una lucecita que s'iba acercando, s'iba acercando, y vio que eran tres gigantes. Se sentaron allí debajo del árbol a cenar. Hicieron su menvite y empezaron a cenar.
Este se le ocurrió tirarle una piedra a uno de ellos y le pegó en la cara. Y voltea y dice que el que conversaba con él, su compañero, le dice: —¿Por qué me pegas? ¿Por qué me pegaste?
Estaban ahí reñidos los dos, muy enojados. Dice: —No. Dice: —Si yo no te he pegado.
Bueno. Siguieron ahí otra vez cenando y el muchacho vuelve a lanzar otra piedra y le pega a otro. Entonces se levantaron los tres y los tres empezaban a reñir. El muchacho no pudo aguantar la risa y corrió porque las piedras ya las había tirado y ellos estaban debajo del árbol comiendo. Soltó la risa y ellos que lo ven le dicen: —Bájate de ahí del árbol.
Y lo bajaron. Dice uno de ellos: —Vámoslo matando.
Y el otro dice: —No. No lo mates. Dice: —¿Recuerdas de aquel castillo que está encantado? Dice: —Allí el que se quiere entrar, allí le dan unas cachetadas. Dice: —Vamos metiéndolo allí. Mejor que le den una buena cachetada. —Muy bien.
Acordaron llevarlo y lo llevaron al castillo y lo dejaron por debajo de la puerta del castillo, un castillo que estaba solo por muchos años. Y el que entraba allí le daban sus cachetadas pero casi todos los que se ventilaron entrar parados y este, le metieron por debajo de la puerta de manera es que entró acostado, como quien dice. Entró este y se oyeron no más los golpes adentro y los gigantes estaban afuera riendo. Y dicen: —¡Ay, qué buenos cachetitos le están dando! Dicen: —Muy bien merecido lo tiene.
El muchacho salió de allí del zaguán y ya salió al patio y allí ya no le pegaron a nadie. Vio que él estaba en un jardín muy bonito. Empezó a recorrer todas las habitaciones, todas muy bien arregladas pero no había nadie de gente. Dice: —Bueno. Dice: —¿Qué voy a hacer aquí? Dice: —Yo quiero comer. Dice: —Y si vuelvo a salir, dice, —ya oí que estaban pegando. Dice: —A mí no me tocaron, dice, —pero creo que me va a ir mal quitarlo.
Empezó a buscar y buscar y en eso vio que estaba una pieza cerrada. Dice: —Bueno. Dice: —Todas las piezas abiertas, y no más una pieza cerrada. Dice: —Algo debe de haber ahí. Algo ha de haber ahí de comer.
Empezó a arrimarse junto a la puerta y empezó a oler el muchacho: —Aquí que tiene que haber algo de comer que huele muy bonito. Dice: —Pero, ¿qué me voy a hacer para abrir?
Empezó a buscar y a buscar y dio la vuelta por todo el patio. Cuando va viendo una llave que estaba ahí colgada pero muy alta. Dice: —Bueno, ¿y esta llave, que esta no será de la pieza que está cerrada? Dice: —Todas las demás están abiertas. Pero para alcanzarla. Y éste dice: —¡Vaya, con una piedra!
Y cogió una piedra y la puso en la resortera y la aventó. Y cayó la llave y al caer la llave en el suelo se oyó un ruido por todo el palacio y salieron muchos jinetes a caballo y mucha gente y empezó el palacio en movimiento. Él se asustó mucho. Dice: —Me van a coger y me van a matar, con toda seguridad.
Porque él... lo metieron en aquel castillo pues por algún mal: —Algún mal me iban a seguir aquí.
Pero no. En eso se avino uno de ellos, uno más anciano, que parecía que era el rey del castillo y le dice: —Buen muchacho, dice, —bienvenido tú aquí, dice. —Este castillo tenía muchos años encantado. Dice: —Muchos habían entrado aquí. Merecían sus cachetitos allí en el zaguán. Dice: —Pero los que se aventuraron aquí a entrar, nadie pensó en bajar la llave y esa llave tú la bajastes y se ha roto el encantamiento. Así es de que tú debes en adelante ser el rey aquí del palacio.
Él ya muy contento. Ya fue el rey allí. Mandó llamar a su mamá y fue ella también muy contenta después que le había mandado de allí en su casa por no mantenerlo, por no trabajar. Y ya ahora ya estaba allí en el palacio. Y los gigantes que supieron la nueva, dicen: —Ves. Dicen: —¿No debías haber entrado tú?
Y se llenaron de envidia porque ya era tarde.

 

Nº de referencia: 106

Al habla:
Agustina Gómez
(24 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Tepatitlán de Morelos (Tepatitlán de Morelos, Jalisco), el 29 / 10 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

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Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 89

Notas
This tale contains elements similar to those of tales of magic, yet it does not fit into any of the existing categories. The story hinges on motif D791.4 Disenchantment by finding key to enchanted castle, although the significant detail is that the hero uses his slingshot to knock the key off a nail that he cannot reach. Thus the castle is disenchanted.

 

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