El rey Iringor

 

En un ranchito llamado El Quelite se encontraba una señora muy triste por no tenerle que dar de comer a sus cuatro hijos. En esto la señora fue con su marido a decirle: —Viejito, ¿qué es lo que vamos a hacer? Pues no tenemos que darles de comer a nuestros cuatro hijos.
—Pues, diles que se vayan, que se vayan a trabajar para que busquen la vida.
Fue la señora con sus hijos a decirles que se marcharan para que buscaran trabajo. Se fueron los cuatro hijos, los tres más grandes contentos porque se retiraban de con sus padres pero el más chico iba triste porque dejaba a sus padres. Siguieron caminando y al llegar a una brecha le dice Perejil, el mayor: —Aquí tenemos que separamos, cada quien a buscar trabajo.
Siguió el más grande caminando cuando en esto se encon... vio una lucecita que se distinguió todavía muy lejos. Fue caminando el muchacho y en esto le salió un perro. ¡Gua, gua, guau!
—¡Qué diantre de perro este! ¡Cállese la boca! ¡Va a salir orita el dueño!
—¡Gua, gua, guaaaauuu!
—¡Cállese, perro! ¡Mira no más!
En esto... salió un enanito: —¿Qué es lo que buscas, niño?
—¿Qué le importa?
—Que tu castigo recibirás.
En esto se marchó porque no quiso darle posada. Siguió caminando el muchacho y el otro hermano, el segundo, fue caminando él buscando cuando también vio aquella lucecita y fue allá. En esto también llegó y se encontró al perro: —¡Gua, gua, guaaa!
—¡Cállese, perro!
Pero el perro siguió ladrando: —¡Gua, gua, guaaaa!
—¡Cállese, perro!
En esto salió el enano, pues también le preguntó: —¿A dónde vas, buen niño?
—A donde yo quiera. A usted no le interesa.
—Tu castigo recibirás.
En esto siguió caminando el tercer muchacho. También fue a dar allí a esa misma casa. Pues le pasó lo mismo. Salió el enanito y le preguntó: —¿A dónde vas, buen niño?
—A donde yo quiera.
Entonces el enano le dijo: —Tu castigo recibirás.
Cirilo, el más chico, iba muy triste a camine y camine y también llegó allí a esa misma casa. Entonces tocó y salió el enano: —¿Qué quieres, buen niño?
Dice: —Vengo en busca de trabajo, pues mis padres no tienen que comer.
—Yo te daré. ¿A dónde quieres ir?
—Pues, a donde usted me dé trabajo.
Dice: —Mira. Te voy a regalar una varita de virtud y cada vez que quieras algún... que se te presenta una dificultad le das un golpe a la varita y entonces me apareceré yo.
—¡Muchas gracias, enanito!
En esto se fue el niño, caminando muy contento porque llevaba la varita de virtud. Y en esto vio un pueblecito. Dice: —Allí voy. A ver si encuentro trabajo.
Pero en esto se encontró una viejita y le dijieron: —Buen niño. Dice: —Mira. Dice: —Allí hay una gran fiesta. Dice: —El que haga una corona igual a la del rey Iringor, dice, —será premiado y le darán la mano de su hija.
En esto el niño que oyó, Cirilo, dice: —Pues a ver si acaso hago yo otra corona.
—No, niño. Ni intentes hacerla porque el que no la haga idéntica a la corona le matarán.
Dice: —Pues yo a hacer la lucha.
Siguió caminando el muchacho y se fue directamente al palacio, pues él ya sabía que con la varita de virtud podía hacer esa corona. Llegó al palacio y en esto uno de los mozos le dice: —¿Qué queréis, niño?
Dice: —He sabido que el que haga la corona igual al rey... a la del rey lringor le darán la mano de su hija.
Dice: —Sí, pero es que estás tú muy chico y no podrás hacerla.
Dice: —Pues yo la haré.
Dice: —Y si no la haces te matan.
—No le hace. Yo me comprometo a hacerla.
En esto mandaron llamar al rey para que viera al muchacho curioso que quería hacer la corona. Entonces vino el rey y le dice: —¿Qué quieres, buen niño?
Dice : —Vengo a hacer la corona y usted ha dispuesto pues que el que la haga le da la mano de su hija.
Dice: —Sí, yo lo he dicho. Pero ya sabes que el que no la haga igual le matarán.
Dice: —Sí.
En esto le dice: —Aquí tenéis el oro y todo lo que necesites para que la hagas. Entre de dos horas si no la haces serás matado.
En esto el muchacho se fue allí a la casa de esas viejitas que se habían encontrado y les dice: —Pues me he comprometido a hacer la corona.
—Pero, ¿qué es lo que has hecho, niño? Te van a matar.
Dice: —No, no me matan. Yo la haré.
En esto el muchacho le dio un golpe a la varita y se presentó el enanito y le dice: —Quiero que me ayudes a hacer esta corona.
Dice: —La tendrás hecha.
En esto le dio la corona el enanito al muchacho y fue muy contento al palacio a entregar la corona. Y en esto, viendo el rey que la corona era idéntica a la del rey Iringor, le dijo que tenía que dar la mano de su hija. Y dice: —Esto no basta para darte la mano de mi hija. Tienes que hacer una fuente y si no la haces dentro de tres días entonces no te daré la mano de mi hija.
El muchacho se fue triste, viendo que con la corona que hizo no consiguió la mano de su hija. Pero sabía que con la varita de virtud podía hacerlo. En esto se pasaron los tres días. Faltaban minutos para presentar aquella fuente en el local que había propuesto el rey. Y ya el muchacho le dio un golpe a la varita de virtud y apareció aquella fuente, ¡linda! Donde iba él con el rey para ver la fuente. Y ya el rey, viendo que no había remedio, le dio la mano de su hija con todo el dote que le había prometido.
Colorín, colorado, el cuento está acabado.

 

Nº de referencia: 101

Al habla:
Raquél Venegas
(18 años)

Recopilado por:
Stanley L. Robe

Registrado en: Tepatitlán de Morelos (Tepatitlán de Morelos, Jalisco), el 29 / 10 / 1947

Transcrito por: Stanley L. Robe

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Este relato fue publicado en:

 Stanley L. Robe, 1970. Mexican Tales and Legends from Los Altos. Berkeley: University of California Press, núm. 84

Notas

 

Ver los motivos
) -

 

Ver los tipos

577. - The King's Tasks.

 

Materiales adicionales

 

 

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