[ Los dos hermanos ]

 

 

Había un, un cuento pues. Ya ni me acuerdo bien, pero diz que, que unos señores tenían dos hijos: uno, uno era, este, el más chiquito taba medio faltito, y el otro, el mayor, ese taba bien. Y después se murió su papá y se murió su mamá y que se quedan, se quedaron solos, ¿no? Que le dice el, el hermano mayor, dice:
—Hermano, dice, dice, nos vamos a ir de aquí.
Ya no estaban a gusto, ya no tenían quién allí.
—Nos vamos a ir, dice, a ver qué, qué encontramos por allá.
Y que, nomás que la mamá de ellos les decía, mucho:
—Hijo, dice, al, al mayor, dice, hijo, dice, áhi cuidas mucho a, a tu hermanito. Ta enfermito, no lo vayas a abandonar. Ajá, dice, y nunca se anden parando en puertas ajenas. Ajá, dice, siempre vivan bien, ¿ajá?
Y sí, ya cuando se murió, pues se murió. Y ya quedaron solos y, y el loquito no se le olvidó. Y ya que le dice el hermano:
—Nos vamos a ir mañana.
—¿A qué horas, hermano, nos vamos a ir?
—Tempranito, amaneciendo nos vamos a ir.
Sí, que se, al otro día que se levan... Ah, pero el loquito en la noche que empieza a quitar una puerta que tenían, ajá, de lámina a de haber sido. Taba sencillo ¿no? La quitó y que... Al otro día que dice:
—¡Ándale hermano! Párate ya, ya nos vamos.
—Sí hermano.
Que se arreglan y se enmochilaron la ropa y que se van. Cuando el loquito que agarra la puerta y que se la echa arriba, ajá. Qué le dice:
—Bueno, y ¿pa qué llevas esa puerta?
—Sí hermano, no te acuerdas que mi mamá nos decía que no nos andábamos, anduviéramos parando en puertas ajenas?
[Risa]
Y que se la lleva, no la dejó, que se la lleva, ahí van caminando y ya en el campo, ya cansadísimos y que... Y se les escureció en el campo; y ya que llegan, ‘taba un árbol, grande, y que dice el hermano:
—Ora aquí vamos a dormir. Nos vamos a subir arriba a dormir.
Ajá, que dice, el, el loquito dice:
—Sí hermano, subimos la puerta y áhi nos acostamos.
Así lo hicieron, la subieron y el hermano mayor llevaba una escopetita, ajá, y que la suben, la amarraron bien, y que se acuestan áhi. Y ya en la noche, el hermano mayor pus casi no, no dormía, como estarían, ¿verdad? Sin dormir y de pensar, pues, vaya. Cuando oye él el animal de uña, y que iba como para allá donde estaban. Y sí los ventió. Que llega al pie del árbol y que los vía para arriba, ¿no? Y el hermano, el de la escopeta y que le apunta y que le tira. Y tirando el balazo, se cae la puerta y se caen hasta abajo ellos. Y con la sona... del balazo y la sonadera de la puerta se echó a correr el animal, iba a estar... vaya.
Y, y este, y ya. Al otro día amaneció y que siguen caminando. ‘Tonces devisaron una casita y que, y que se van para allá. Sí, taba, era una casa, ahí vivían una señora y un señor. Y que le piden posada. Dice, ajá:
—Dénos posada, ya nosotros que cansamos de caminar.
—Sí, sí muchachos. Pásenle.
Que pasan. Que se llega l’hora de la comida y que:
—Ándenle, vénganse, vamos a comer.
Ajá. Y ya la señora hizo habas para comer. Ajá. Y áhi que les sirve su platote de habas y, y este, comieron contentos, ¿no? Y este, y así ‘taban, ahí estuvieron todo el día con ellos. Ya en la noche, allí durmieron. Y ya para cenar les volvió a dar habas. Ajá. Y ya que se cenan y que se van a acostar. Y, y ya en la noche, ya en la noche, ya que se habían dormido todos, el loquito le gustaron las habas. Que se para y que se va a la cocina a comer habas. [Risas.] Ajá. Y, y sí, ya que se acuerda que, dice:
—Le voy a llevar a mi hermano. ‘Tan re sabrosas las habas.
Que le lleva y que, y que... Y ya se perdió, ya no dio dónde estaba su hermano. Fue a dar donde taban los señores. Ajá. [Risa.] Y que le dice:
—Ándale hermano, le dice, que estaba allí con su hermano, dice, ándale, dice, ¿no quieres más habas? Tan bien buenas.
Ya le estaba ofreciendo a la señora.
Le hizo daño al loquito la, las habas, le hicieron daño. Le agarró diarrea, y que se hace en un plato. Y que se le ocurre... Los señores tenían un cielo arriba. Que pone el plato arriba y que se vuelve a acostar. Y al otro día que, amaneciendo, que dice:
—Ándale, ya nos vamos.
—Sí hermano.
Que se paran y que echan a caminar, que le dice el muchacho, el bueno, dice:
—Ya nos vamos señores, muchas gracias.
—Sí, ándenle, sí. Que Dios los lleve con bien.
Que le dice el loquito:
—Ya nos vamos, señores. Ahí en el cielo les dejo el premio.
—Gracias, muchacho, gracias.
[Risas] Decía la señora, pensó que allá en el cielo, ¿no? en el cielo.
En la noche ya, la siguiente noche y que, que se acuestan el señor y la señora ¿no?, que dice, dice:
—Vieja, dice, huele re feo, dice.
—¿Qué cosa, viejo? ¿Por qué?
—Creo que te agarró diarreo, huele como a diarrea.
[Risa] Les estoy platicando, [...] les da asco. [Risa] ¿No?
[No, sígale, sígale]
Que dice,
—Caray, dice, pues qué cosa, dice.
Buscaron en la cama y... Que se acuerda el señor ese:
—¡Ah! dice, eso va a ser, dice. Dice, nos dijo, nos dijo el muchacho que en el cielo nos dejaba el premio, dice, de seguro puso algo arriba.
Sí, que va a ver, pus el platote taba ahí. [Risa]
—¡Mira vieja lo que hizo! [Risa]
Y ya ni, ni coraje les dio, pus ya no estaban. [Risa] Ahí se acabó.

 

Nº de referencia: 310

Al habla:
Esteban Soriano Rivera
(80 años)

Recopilado por:
Berenice Granados Vázquez
Santiago Cortés Hernández

Registrado en: Valle de Vázquez (Los Hornos) (Tlaquiltenango, Morelos), el 17 / 7 / 2009

Transcrito por: Santiago Cortés Hernández

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